3

5.6K 520 36
                                    


Pensé que apenas saliera a la calle y el aire fresco me diera de frente, rompería a llorar como una boba, pero, por el contrario, tomé una bocanada de aire y dejando atrás cualquier cosa relacionada con Ian Brockmann, me dirigí a paso tranquilo y relajado en dirección al Central Park, que no estaba muy lejos.

No tenía ni un centavo en los bolsillos y necesitaba tomar un auto bus a casa. Hubiese entrado en pánico por no tener como valérmelas si hubiese estado en otra parte, pero en los momentos económicos más difíciles, había trabajado como estatua humana en el mismísimo Central Park y había conocido a más de algún personaje que sabía que me ayudaría de ser necesario y tenía la fe de poder encontrarme con alguno.

No tuve que caminar mucho para encontrarme con "Rocca". No sabía su nombre real, pero si sabía que era el mejor de los malabaristas que hubiese visto en toda mi vida y que nos habíamos hecho muy buenos amigos en el tiempo que pasé por los alrededores.

Contaba algunos dólares y centavos cuando me vio y me recibió dedicándome una de sus enormes y bellas sonrisas, de esas honestas y llenas de felicidad que tanta falta me hacían. 

Me lancé a sus brazos ahogando toda la desesperanza que me llenaba el cuerpo y por un instante, flotando en el aire entre sus brazos, me sentí como en casa.

― ¿Qué haces aquí, Amy? ¡Pensé que estarías en tu nuevo trabajo! ―No le permití que dejara de abrazarme ni por un segundo.

―Es una larga historia, Rocca ―suspiré con resignación― Digamos que simplemente no funcionó.

―Que lástima.

―Si, lo sé. Pero de todas formas necesito dinero para un remedio de mi padre ―Al fin nos separamos y mientras estrechaba mis manos entre las suyas, lo miré a esos ojos marrones que reflejaban pura bondad― ¿Crees que pueda venir a trabajar mañana contigo?

― ¡Claro que si, Amy! ¡Siempre duplicamos el dinero cuando estamos juntos!

―Ni que fuera mucho, ¿no? ―Mi pesimismo estaba atacando con violencia este día y había solo un jodido culpable. ¡Maldito Ian Brockmann!

―Peor es no tener nada ―Y su optimismo me revitalizaba.

―Hablando de eso, me quedé sin efectivo para el transporte. Crees que...

― ¡Claro! Yo te presto lo que necesites.

Y así, sin más, ni gritos, ni exigencias, ni mucho menos humillaciones, un amigo fiel, leal y honesto me salvaba el día. ¿Cómo podía preocuparme por un tipo que ni siquiera es capaz de valorar lo que tiene, cuando tenía a mi lado a personas tan excepcionales como Rocca? De seguro había perdido el rumbo dejándome llevar por el innegable magnetismo que Ian Brockmann provoca, pero nada de eso ocurriría otra vez. Cualquier fantasía ridícula que se me hubiese pasado por la mente con el mega magnate, había sido arrugada como un papel inutilizable y lanzada al bote de la basura dándome tres puntos por la encestada.

Contrario a lo que hubiese pensado, regresé a casa con una sonrisa dibujada en el rostro, con los bolsillos vacíos, pero contenta. No podía negar que lo había pasado muy mal en el hospital, pero recordar a mi padre y su férrea convicción de que siempre hay que ver el lado positivo de las cosas y la sincera amistad de Rocca, me devolvieron el alma al cuerpo. No podía quejarme. El ostentoso y totalmente petulante señor Brockmann podía tener los bolsillos llenos, pero su vida estaba vacía de cosas mucho más importantes que no puedes avaluar en dinero, de las cuales yo las tenía todas.

Fue lo último que pensé antes de quedarme dormida y al despertar la mañana siguiente, me sentí completamente renovada.


Sobre mi Cadáver  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora