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Hombres destrozados: Uno.

Mujeres embarazadas de casi ocho meses: Una.

Padres compresivos y guardadores de secretos: Uno.

Amigos confidentes y confiables: Uno.

Suegros chantajistas y psicópatas: Uno.

Relaciones susceptibles de reparación: Ninguna.

Mientras observaba la ciudad por la ventana del apartamento de mi padre, como cada tarde de los últimos seis meses, me fue inevitable pensar en ese recuento de daños en mi vida y aunque creí que tardaría mucho menos en deshacerme de Isaac Brockmann y regresar a los brazos de mi chico, nada había resultado como esperaba.

Nada más y nada menos que seis meses de eterna y dolorosa espera en la distancia, solo habían hecho mella en mi existencia y habían hecho crecer a mi pequeño Robert.

Aquel día le había contado a James cada detalle de lo que el había llamado una "idiotez" en menos de treinta segundos y aunque estuvo a punto de correr a casa de Ian y decirle toda la verdad, lo cierto es que después de rogarle prácticamente de rodillas, no lo hizo. Es más, se había dedicado los últimos seis meses a entregarme astronómicas sumas de dinero que sirvieron para retener las ideas enfermas de Isaac y además, para retomar los estudios de enfermería que había pospuesto por la enfermedad que finalmente le había quitado la vida a mi padre. Digo, a mi otro padre.

Estoy segura que de una u otra forma era Ian quien estaba proporcionándole todo ese dinero y no me agradaba para nada la idea, pero me conformaba con el hecho de que James tuviese alguna buena excusa cada vez que se lo pedía.

Del mismo James, recibí la información de que mi chico, apenas un par de semanas mas tarde de mi partida, había ordenado que se me buscara por cielo, mar y tierra, pero mi padre biológico era un hombre astuto y se había encargado de quedar como el responsable de buscarme por la ciudad mientras un equipo de investigadores privados lo hacía por el resto del país. 

Estaba delante de sus narices, pero James se había encargado a la perfección de cubrir todo rastro de mi presencia, aun estando tan, pero tan cerca.

"No hay persona que lo soporte. Ni Alex quiere estar cerca, mucho menos cuando se le ocurre la grandiosa idea de beber a destajo" Dijo mi padre la última vez que pregunté por él. No solía hacerlo, pero ese día me habían informado el sexo del bebé y pensar en lo feliz que hubiese estado Ian al saber que su primer hijo sería un niño, me tenía mas sensible y melancólica que de costumbre. Y eso era mucho decir.

― ¡Hey, panzona! ¿Qué dices? ―La voz de Rocca me sacó de mi burbuja de pensamientos y la verdad es que ni siquiera lo había escuchado.

― ¿Qué decías? Disculpa, estaba distraída ―dije lo obvio acariciando mi enorme panza.

―Digo que debemos ir de compras. El bebé está por llegar y con suerte tienes una jodida silla mecedora.

―Es cierto ―murmuré mirando la caja de la dichosa silla que llevaba unas semanas a un lado de la pared de la sala. Ni ganas de armarla había tenido.

Rocca también conocía toda la verdad. Me vi en la necesidad de contársela cuando comenzó a dedicar su tiempo a cuidarme y a hacerme compañía cada vez que James tenía que hacer acto de presencia en el trabajo. ¿Qué más podía hacer para agradecerle tanta amabilidad? Además, ambos insistieron en que no podía quedarme sola ni por un momento con Isaac dando vueltas por los alrededores y aunque me negué, nadie podía con la tozudez de esos dos.

―Bien, pues... ¡nos vamos de compras de bebés! ―exclamó con tanto entusiasmo, que no fui capaz de negarme a acompañarlo y a dedicarle una tenue sonrisa.

Sobre mi Cadáver  [TERMINADA]Where stories live. Discover now