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Las dos siguientes semanas fueron una completa locura. Lidié con dos cosas prácticamente intolerables. La inestabilidad de mi jefe, por supuesto y con Alex en posición de "entrenando a Amy".

Debo confesar que el más joven de mis "matones" por lo general era un encanto, pero bastaba con que se pusiera en el lugar del asistente del multimillonario dueño del quinto lugar de Forbes, para que su disposición fuera totalmente opuesta. Ahora podía entender cómo el conglomerado Brockmann lograba funcionar a la perfección. Había tres mentes maestras en la última planta de la torre madre, encerrados cual Rapunzel en la torre.

Yo, por mi parte, me limitaba a poner el máximo esfuerzo en poder coordinar mi vida con la vida de esos tres. Agenda, itinerarios, conferencias, juntas, fusiones, adquisiciones, dólares para allá, dólares para acá. Solo después de diez días recién había logrado dimensionar que al menos la mitad del valor de las cosas que tenía en casa, se había ido directo a las arcas de alguna de las empresas conglomerado Brockmann y por ende, al bolsillo ilimitado de mi jefe. Tenía inversiones en todas las áreas posibles y la aeronáutica era una de las pocas que faltaba, pero que ya estaba en la carpeta de los pendientes.

Ian Brockmann era asquerosamente rico y yo aún no me explicaba cómo había logrado obtener un despacho a un par de metros del de él, pero en dos semanas ya me había hecho cargo de hacerlo lucir mucho más mío que cuando llegué.

Sobre mi escritorio, a un lado de mi ordenador, estaba mi foto favorita con mi padre, donde tenía unos diez años y estaba sentada sobre sus muslos riendo a carcajadas de algo que ni siquiera recuerdo. Y al otro, tenía un pequeño adorno floral que le daba un pequeño toque femenino que era exclusivo en la última planta. Por poco me había tocado luchar con Ian por tenerlo, pero finalmente se impuso la cordura. 

¿Cómo podía molestarle un condenado ramillete de flores? No lo podía creer.

Respecto a la infancia de Ian, ni siquiera intenté volver a preguntar y aunque la duda me carcomía, con mucho esfuerzo y a duras penas había aprendido a como llevar la fiesta en paz con él, así que no iba a arriesgarlo por ningún motivo posible, mucho menos cuando se trataba de mi imprudente espíritu de chismosa. Si él no quería hablar de ello o que ninguno de sus fieles escuderos lo hiciera, pues yo no sería quien resultara poniendo el tema sobre la mesa.

Estaba concentrada en unos cuantos documentos que organizar en archivadores, cuando lo único con lo que no había podido dejar de combatir, se hizo presente.

Había visto a Holly merodeando por los despachos un par de veces en una actitud que no me parecía para nada adecuada. Que estuviera paseándose por ahí tratando de dar órdenes, imponiendo su opinión y por sobre todas las cosas, pidiendo explicaciones respecto a lo que se hacía o no se hacía en la oficina, sobre todo cuando Ian no estaba, me enervaba como nada.

En honor a la verdad y a la honestidad, era la mismísima Holly la que me enervaba como nada. O nadie.

James y Alex tenían aprendido un discurso -que era muy propio de nuestro jefe- cada vez que ella trataba de utilizar sus "poderes" de "novia". 

"Eso no es algo que te incumba" o "Tu no me pagas mi salario", eran frases comunes cuando ellos dos tenían que lidiar con ella, pero honestamente yo no podía. Simplemente no podía. Su existencia superaba mi límite de tolerancia.

Ian había dicho que no tenía novia y que ella sería la última en ser una candidata posible, pero contra lo que él creía, yo no era estúpida y ninguna mujer que no signifique nada para un hombre tendría el atrevimiento de comportarse de la manera en que ella lo hacía y no recibir una reprimenda a cambio. 

Sobre mi Cadáver  [TERMINADA]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum