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―Y pues eso fue todo. Solo estuvimos conversando de la vida. No nos veíamos hace un tiempo ―dije contándole por tercera vez a Maureen, mi día con Rocca. 

Claramente obviando el hecho de que había descubierto que estaba esperando un bebé. El futuro padre merecía saberlo antes que nadie y con que mi amigo ya lo supiera, debido a las extrañas circunstancias, ya era suficiente.

―Pues Ian llamó alteradísimo preguntando si estabas aquí. Creo que hoy día se te va a armar ―Rio burlándose de mi infortunio. ¡Pero era Maureen! ¿Qué podía hacer más que reír con ella?

Ya vería como arreglármelas con Ian. Seguro que apenas le contara lo del bebé, toda la rabia se le esfumaría por completo. O al menos eso esperaba cuando la puerta del apartamento sonó como si le hubiesen dado una patada.

El señor Brockmann estaba en casa, de eso no había duda. Y James había tenido la consideración de enviarme un mensaje informándomelo. Por eso llevaba horas escondida en la cocina con Maureen.

―Hola, cariño ―suspiró James con una mezcla de frustración y resignación, antes de darme un beso en la coronilla.

― ¿Sigue enojado? ―La curiosidad de Maureen fue mi fiel representante.

―Enojado es poco. Echa humo por las orejas.

―Pensé que vendría directamente a gritarme ―agregué entornando los ojos y bebiendo un sorbo del delicioso té de Maureen, que era lo único que lograba retener en el estómago.

―Sí, venía a eso, pero le dije que si iba a gritarte, no se lo permitiría y lo mejor que podía hacer era encerrarse en el despacho o darse una ducha de agua fría que le bajara unos grados a su cerebro.

―Gracias James, no sé que haría sin ti ―Me acabé el té y dejé la taza sobre el platillo que estaba en la encimera― Pero creo que debo enfrentar esto cuanto antes ―Mientras mas pronto Ian supiera del bebé, más pronto se le pasaría el berrinche.

Me bajé del taburete y dispuesta a acabar con toda la desagradable situación me dirigí a la habitación. De seguro la ducha fría hubiese sido la mejor opción e inclusive pensé en la posibilidad de utilizarla a mi favor. Tal vez si me metía con él, encontraría una forma de distraerlo, pero todas mis esperanzas se esfumaron cuando no lo encontré allí. 

"En el despacho entonces" Pensé resignada y me las enfilé en esa dirección.

Frente a la puerta de la jaula de contención de la fiera en la que se había convertido mi chico esa tarde, tomé una bocanada de aire y dándome los ánimos para lidiar con él, di un par de suaves golpes en la madera. 

"Tú puedes, Amy. Tú puedes" Me repetí mentalmente y ante la ausencia de respuesta, simplemente entré.

―No quiero hablar contigo ―Fue lo primero que dijo al verme, pero estaba preparada para eso.

Para lo que definitivamente no estaba preparada fue para verlo sentado en su silla tras su escritorio, espalda recostada y una pierna cruzada sobre la rodilla de la otra. Un vaso se whisky en una de sus manos era el detalle preciso para presentarse ante mi, luciendo arrebatadoramente sexy. No llevaba ni la chaqueta ni el chalequillo del traje. La corbata tampoco estaba y los tres primeros botones de la camisa abierta eran una cruel invitación al pecado, que estaba segura que me sería imposible de resistir.

―Pues necesitamos hablar, quieras o no ―solté rápidamente junto con el aire que se había quedado atrapado en mis pulmones apenas lo vi.

―Sal de mi despacho, Amy ―ordenó, pero no obedecí.

Sobre mi Cadáver  [TERMINADA]Where stories live. Discover now