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El siguiente día fue un completo desastre para mí.

Me había costado conciliar el sueño pensando en el señor Brockmann, a quien no había visto después de que los rescatistas lo habían sacado del elevador, ya que cuando lograron sacarme a mí, él ya iba camino al hospital. 

Pero por más preocupada que estuviese, todo mi orgullo, honor y dignidad maltrecha me impedían regresar a aquel lugar y preguntar por su estado de salud.

Durante la mañana me descubrí al menos dos veces por hora autoregañándome mentalmente por seguir pensando en lo mismo,y cerca del medio día descubrí que si no averiguaba algo sobre Brockmann, perdería la cabeza.

Mi única posibilidad fue llamar a Leila, quien un poco sorprendida por mi inesperada preocupación, mencionó que lo único que sabía es que estaba en observación en el hospital de Lenox Hill y por más alejado que estuviese de casa, era un lugar que conocía y al que mi corazón estúpidamente bondadoso me exigía que fuera.

Por un par de horas me mantuve en la disyuntiva de seguir a mi orgullo o a mi corazón, pero cuando ni siquiera el hambre se asomó a la hora de almuerzo, supe que mi terquedad no iba a llevarme a ninguna parte y si ya había perdonado a Brockmann, no había nada de malo en ir a preguntar cómo seguía. Además, tampoco era necesario que lo viera. Con que alguien del hospital me informara su estado de salud, era más que suficiente.


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Al llegar al recibidor del hospital Lenox Hill, no pude evitar pensar que llevar un vestido de tarde tan delgado y corto, era muy poco apropiado para el lugar, sin mencionar que las pequeñas flores rosas del estampado en el fondo blanco y las sandalias planas, me hacían parecer mucho más joven de lo que realmente era. Lucía como una niña pequeña que iba a un cumpleaños de alguna compañera de escuela. 

Si hubiese usando algo más "profesional", de seguro la recepcionista me hubiese tomado mucho más enserio de lo que lo hizo.

―De acuerdo, pequeña. ¿Qué necesitas? ―preguntó con desdén luego de haber atendido a todo el mundo antes que a mí. Incluso a los que habían llegado mucho después.

―Vengo por el señor Brockmann ―No quise entrar en el detalle de que decirme "pequeña" era prácticamente un insulto.

― ¿Ian Brockmann? ―Asentí omitiendo el hecho de que arqueó ambas cejas, como si fuese imposible que alguien como yo estuviese ahí para preguntar por el quinto hombre más millonario del mundo ― ¿Eres de la familia?

"Si, claro. ¿¡Acaso me estás viendo!?" Le respondí con ironía mentalmente, pero supuse que si mi respuesta era negativa, no me daría ningún tipo de información, así que asentí casi imperceptiblemente, para que después nadie me acusara de mentirosa con todas sus letras y acompañé un "Ajá" del que solo quedaría vestigio en su memoria. 

¡Sin testigos! ¡Sería su palabra contra la mía!

―Quinto piso, habitación quinientos tres ―informó sin quitar su vista del ordenador.

― ¡Oh, no! ―Hice un gesto con la mano― No pretendo subir a verlo, solo quiero saber cómo sigue.

―Tenemos ordenes de confidencialidad, cualquier información puedes conseguirla con el médico que lo está tratando, en el quinto piso.

Me regaló una poco encantadora mirada de "No me molestes más" y si bien es cierto me quedé pasmada por unos cuantos segundos, entendí. Al quinto piso, nada más de preguntas a esa loca.

Sobre mi Cadáver  [TERMINADA]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang