Capítulo 28

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Y cuando digo que me recriminaba el estar viva, hablo completamente en serio. Durante el velorio (aun me duele decirlo) de Dulce, no dejaba de pensar que ella debería estar viva, recuperándose, y yo muerta. Pensaba en que estaba dispuesta a darlo todo para que eso fuera así aunque sabía que era imposible que sucediera, ella ya no estaba.


Lloré, lloré mucho, lloramos las tres, lloraron todas las que fueron a despedirla. Yo no la despedí, le dije que pronto la volvería a ver, del otro lado, donde hay paz, donde no sufres.
Pasaron dos camionetas más y pudimos convencerlas de quedarnos (excepto Ange, que se tuvo que ir, aunque me pareció lo mejor), pero a la tercera nos tuvimos que ir, aunque nos prometieron llevarnos a ambas al entierro que sería a las 5 de la tarde (en ese momento eran como las 11 de la mañana). Antes de partir le di una última vista al cuerpo inerte de Dul. Anahí sacó un dibujo del bolsillo de su saco y lo dejó dentro del cajón, junto a su cuerpo. El dibujo no era ni más ni menos que uno de nosotras tres. Más tarde me explicó que planeaba dárselo cuando se recuperara (así lo dijo, "cuando se recuperara", como si eso fuera un hecho y nada en el mundo pudiera impedir que aquello se llevara a cabo). Su gesto me conmovió hasta lo más profundo de mi debilitado corazón.

Volvimos, nos duchamos y nos pusimos ambas vestidos color negros de distintos diseños y unos zapatos sin ningún tipo de taco.


A la 1 de la tarde nos llamaron a almorzar, nos sirvieron poco y nos dieron unas gotas disueltas en agua que iban a impedir que nos descompensaramos de tanto dolor y nervios.
Anahí comió, yo no. Yo tomé un café que le pedi a la malhumorada señora de la cafetería y también tomé el jugo que trajeron con la comida (y las gotas, por supuesto, no quería desmayarme y armar un papelón en el entierro de mi amiga.

Que quede claro que jamás la llamaré ex amiga, que ya no esté su presencia física no quiere decir que nuestra amistad terminó. No. Ella ES mi amiga y vive en mi corazón cada día de mi vida.
Y ella vivirá mientras yo lo haga.
Y jamás olvidaré sus últimas palabras.

"Te quiero, bonita".


Después de terminarnos las gotas nos dirigimos a la habitación (de nuevo nadie insistió en que comiera algo sólido). Esa habitación era un dolor de cabeza del tamaño de un pueblo. Las cosas de Dul nos sacudían, nos golpeaban, nos torturaban, y nosotras tan masoquistas como siempre nos pusimos a ver sus cuadernos, a oler su ropa, a tocar sus pertenencias delicadamente como si fueran alguna especie de santuario para nosotras y tuviéramos miedo de romper algo.
Entre sus cuadernos había una carta que decía "para mis hermanitas♥ (Maite y Anahí)" y sentí que mi corazón se rompia en miles, millones de pedacitos, sentía que me iba a desvanecer, no creía poder resistir el leer esa carta y sin embargo lo hice, en voz alta, para que Anahí oyera.




13 de octubre del 2017.

Niñas:
Ni siquiera sé cómo es que esta carta llegará a sus manos, no sé qué pasará después, tengo miedo y sin embargo tengo que pensar en ustedes y darles una explicación.
Nadie sabe que escribiré esto, ni siquiera ustedes, no sé si esta carta llegó a sus manos porque yo les indiqué dónde podían encontrarlas, porque le dije a alguien más que les avisara o porque la encontraron por ustedes mismas. De la forma que sea, el motivo por el cual escribo esto es porque sé que voy a morir. No lo intuyo, lo sé, lo afirmo y lo sufro. No sé si quiero seguir viva, lo dudo, lo pienso, lo analizo miles de veces pero no encuentro una respuesta, ni una pista. Ustedes fueron mi más grande motivo para movilizarme, para intentar seguir adelante, ustedes y mi madre. Quería una vida con ustedes fuera de la clínica y no puedo dejar de llorar mientras escribo esto sabiendo que eso es algo que jamás será posible. No sé cuánto tiempo me queda, no me importa, no puedo estar con ustedes, no puedo crearles más recuerdos y que sufran más mi ausencia. No puedo ni quiero pensar en que me recuerden con dolor, quiero ser recordada con alegría. Pero jamás olvidada por el dolor que les causo, no quiero causarles dolor.

Quiero que mi madre sepa que la amo, quiero que cuando lean esto le den un abrazo a Angelique y le digan que es de mi parte, quiero que jamás, jamás se den por vencidas. Yo no pude, mi diagnóstico es severo, es duro, desalentador. Mi peso es de 25 kilos y estoy intentando subirlo pero no puedo, no tengo apetito, quizás ustedes lo noten aunque sé que no me quieren incomodar y se los agradezco infinitamente. Mi estómago no tolera nada, mi corazón menos, mi arritmia ha empeorado, no puedo seguir viviendo.

Sean felices por mí y recuerden que es lo que yo quiero para ustedes, felicidad, siéntanse orgullosas de sus logros y sepan que yo lo estaré de ustedes.
Y sobre todo, jamás olviden que las amo. Y me despido, porque las lágrimas no me permiten seguir escribiendo.

Siempre suya, Dulce María.



Esa carta acabó conmigo, con nosotras, mientras se la leía a Any debí parar miles de veces para tomar aire y no derrumbarme, fui fuerte por ella, al terminar la abracé con todas mis fuerzas aunque por dentro sólo quise echarme a llorar a mi cama y no levantarme nunca más. Me pidió que sea yo quien conserve la carta y hasta el día de hoy la tengo guardada en donde nunca, jamás se perderá.


Ya era hora de partir al entierro pero antes fuimos hasta la habitación de Ange y la abrazamos, tal como Dulce nos pedía en su carta. Es increíble como todo ese tiempo nos ocultó que ella sabía que se estaba muriendo. Sin embargo, jamás le recriminé nada.

Fuimos al entierro, lo único que recuerdo es a cientos de personas llorando. Amigos, familiares, conocidos, vecinos o lo que fuera que haya hecho que esas personas conocieran a Dulce. Todos sufrían su partida y yo sólo pensaba en que quería estar con ella.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora