Capítulo 9

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Han pasado tres meses, tres largos meses en los que todo pasó demasiado lento, los días aquí parecen ser más largos de lo que en realidad son, es como si alguien hubiera alterado el reloj y dentro de la clínica los días duraran 50 horas.

Pero con Dulce y Anahí todo es más fácil, ellas me hacen reír, me sacan una sonrisa cuando quiero llorar y me hacen seguir adelante con mi objetivo cuando siento que ya no puedo hacerlo.

Pero aquí nada es de color rosa. De echo, aquí todo es blanco, como las paredes, y gris, como mi alma.

Ojalá sea mi imaginación pero Dulce se nota mal, a veces no se levanta de la cama si no es para ir al comedor, no sale muy seguido al jardín conmigo y con Annie, y debo estar loca pero a veces creo que le cuesta caminar. Me tiene preocupada.

Relájate, Maite.

Anahí... ella nos alienta tanto y aún así estos días la he visto algo decaída; no come bien, no duerme bien, nada. Y yo pues a pesar de todo sigo adelante, no estoy en la superficie del abismo ni tampoco caigo a sus profundidades, simplemente estoy ahí, en el medio, esperando una señal.

Nos vamos unas horas a la terapia grupal, al control de peso y nos vamos al jardín con Anahí. Ahora resultó que por pedido de la directora de la clínica, las pacientes no podemos saber cuánto pesamos, es decir que el control del pesaje sólo lo lleva el doctor.

Igual estoy hecha una vaca, pese lo que pese, lo sepa o no.

El jardín es sencillamente hermoso, es un lugar en donde te puedes relajar cuando estas ansiosa o estresada. Tiene una fuente de mármol que en la noche se ilumina como las estrellas, un césped perfectamente verde y podado a la medida justa, unos árboles fantásticos... todo es bellísimo  aquí. Excepto las rejas que impiden el paso al exterior, son altas y resistentes.

Dije que era una cárcel.

Mi lugar favorito de este sitio es el árbol más grande, me encanta cuando hay mucho sol y a su vez brisa, amo recostarme en el césped bajo el árbol y sentir los rayos que atraviesan las hojas. A Anahí le encanta quitarse sus zapatitos y meter los pies en la fuente, chapotea sin parar a cualquiera que se le cruce y ellas ríen (a menos que una esté de mal humor, que solo la observa con mala cara). Me encanta que sea tan infantil, tan risueña, me recuerda que a pesar de todo hay que intentar ser feliz y no dejar ir el niño de nuestro interior. Hasta aproximadamente las 9 de la noche estuvimos jugueteando en el jardín, estos momentos son los que me ayudan a continuar, el saber que detrás de aquellas rejas hay felicidad y aún hay tiempo de que yo la disfrute.

Entramos a nuestra habitación y Dulce ya estaba dormida, no me sorprende, ya no, es tan inactiva últimamente, Annie y yo creemos que se debe a una depresión pero no hemos hablado con las doctoras, realmente prefiero respetar su privacidad.


Suena la alarma del celular de Anahí y el reloj marca las 8:30, horario en el que solemos levantarnos para poder bañarnos, peinarnos y hacer todo antes de que sean las 9:30 y debamos bajar al comedor.
"Raramente" son las 9:10 y la única que no se ha levantado es la sirenita.

-Dulce ya levántate por Dios, llegarás tarde a desayunar. -le dije tirando sus sabanas y frazadas al piso (mala costumbre mía).
-Ya déjame, solo quiero dormir. -Contesta y se voltea hacia el otro lado, pero claro que Anahí no la deja.

-Tu bajas aunque no quieras rojita.-le dijo y sin darle tiempo a contestar hizo que se sentase en la cama para alcanzarle ropa limpia y Dul forzadamente se vistió lo mas rápido posible, con todas las protestas posibles de por medio.

Bajamos las tres juntas y nos sentamos en nuestra mesa, hoy mi desayuno es un jugo de naranja y una ensalada de frutas.

Comencé a revolver la ensalada, el estomago me da vueltas, sinceramente no quiero esto, mi cuerpo no lo quiere, sabe que me hará engordar y ser fea.
Pero no era la única, Anahí estaba luchando con sus tostadas con yogur y Dulce ni siquiera se acercó a sus cereales con leche. 

Intenté ignorar mi alrededor y concentrarme en mi desayuno, pero fue imposible porque a los 5 minutos oí un golpe y al levantar la vista, tuve que bajarla porque mi amiga estaba en el suelo.

-¡Dulce! -grite desesperadamente, todas ya se habían asustado.-¡Llamen a los doctores!

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora