Capítulo 2

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En tan solo una semana ya me encontraba en aquella cárcel llamada "Clinica Especializada en Desórdenes Alimenticios Ellen West". Lo odiaba, odiaba por completo este lugar, odiaba no tener la libertad de comer lo que quiero (nada) y que me tengan encerrada en un maldito edificio infernal.

A la 1:30PM fue mi primer llamado a almorzar, me senté en una mesa cualquiera y esperé a que trajeran mi bandeja de comida. Al recibirla frente a mi, no pude sentir mas que náuceas.
Una pieza de pollo, papas y batatas al horno, un vaso de jugo de naranja y un tazón de chocolates.

Todas esas calorías que se introducían en mi naríz me provocaban asco. Una voz baja y delicada como un hilo me sacó de mis pensamientos.

-Disculpa, emm... -comenzó a hablar la rubia que estaba parada frente a mí, la miré con aprobación para que siguiera hablando. -¿Te importa si me siento aquí? Digo, eres nueva, estas sola, y yo siempre me siento sola y... -La interrumpí con un simple "¡Claro, sientate!" y ella obedeció a mis palabras. -¿Q...Qué tal? Mi nombre es Anahí.
-Maite -Respondí a su presentación. Se notaba algo nerviosa, supongo que es algo timida, pero se vé agradable -¿Por qué dices que siempre estás sola?
-Es que no hablo con nadie, siempre estoy sola en los almuerzos.
-Bueno pues conmigo puedes venir asi platicamos y así conozco a alguien de esta maldita carcel. -Dije, ella soltó una risita por mi comentario.

-¿Por qué tanta charla? ¡Coman! -Nos gritó una guardia de seguridad al ver que ninguna de las dos había tocado su bandeja.
-Señora por favor -supliqué- esto es demasiado.
-Claro que no -negó- es una comida normal y si no la terminas no te vas -Terminó por decir, ¡esto no es una comida normal! ¡Definitivamente NO voy a comer esto!
-¡Pues no comeré esto! -le grito y me retiro del lugar, empujando la bandeja de comida hacia el centro de mi mesa. Anahí me observa desconcertada.

Pasan 20 minutos y escucho golpear mi puerta.
-¿Quién eres y qué demonios quieres? -contesto de mala gana, este definitivamente no es mi día.
-Maite, soy yo, Anahí, ¿me dejas pasar?

Maldije haber contestado de aquella manera e intenté hablar lo mas dulce posible, realmente quería llevarme bien con alguien de aquí y ella era la indicada.

-Claro, disculpame, ¡pasa! -Le respondí y le abrí la puerta. Normalmente las habitaciones son de a 2 o 3 chicas, pero yo estaba sola en la mia, aunque ésta tuviera dos camas.
-Maite... -comenzó a hablar la rubia ojiazul, un hermoso azul. -sé que todo lo que nos dan es dificil de terminar pero vamos, no nos queda de otra si queremos salir de esta cárcel lo antes posible.
-¡Vaya! -exlamé- ¿tu tambien crees que esto es una cárcel?
-Definitivamente lo es -dijo con un tono delicado, sereno- es una cárcel donde pagamos por todos esos kilos que perdimos y no debímos haber perdido... Mira, cuando entré yo pesaba 36 kilos cuando tendría que estar pesando 53.
-¿¡36!? -me sorprendí- ¡eso si es muy poco! Yo sólo peso 42.
-Aún así es poco -explicó ella- hora peso 40, pero sigue siendo muy poco para mi altura... Tu deberías pesar 55.
-Es demasiado.
-No -negó mi afirmación- es lo necesario para ser sana.
-Yo solo quiero ser delgada.
-Todas las que estamos aquí queremos eso, pero nos estamos matando por querer serlo.
-¿Por qué me dices todo esto?
-Porque no quiero que te vallas. Quiero que vivas tu vida de nuevo y encuentres la felicidad cuando todo esto termine para ti. Porque yo ya estoy consciente de que debo salir de aquí, y sólo me queda conseguirlo a pesar de que cueste trabajar con sangre y sudor, yo ya no quiero estar aquí, yo quiero recuperar mi vida.

Desperté de mi siesta de media tarde, no quize salir al patio como todas las demás y aqui no hay casi nada que hacer asi que preferí dormir, aunque a penas había podido. La conversación con Anahí me dejó muy pensativa, es decir, si ella piensa de esa manera, ¿Por qué sigue aquí?

Me levanté de la cama y me dirigí a mi armario para tomar ropa limpia e ir a bañarme, en la habitación solo habia un pequeño cuarto con una ducha, mas no tenían escusado pues cualquiera podría vomitar en él.

Al salir de la ducha me dirigí al espejo... Realmente doy asco, ¿qué hago aqui? Debería estar en casa, nuevamente con mi dieta y no seguir engordando como una vaca, una asquerosa vaca.

Mi vista se dirigió a mis muslos, unas cicatrices recientes se marcaban con un oscuro rojo, soy un verdadero desastre. Me retiré del infernal espejo y me dirigí hacia mi cama, donde había dejado mi ropa anteriormente, me coloque unos skinny jeans negros, una blusa rosa pastel y una polera color crema, unas vans negras y un par de pulseras por si las mangas de mi polera y blusa se corrían y dejaban a la vista un par de cicatrices más antiguas.

Miré el reloj y eran las 8:30, en media hora era el llamado a cenar así que sólo me senté a escuchar música en una laptop que había en la habitación, nos dejaban usarla con la única concidión de no borrar el historial de búsquedas.

A las 9 en punto me dirigí al comedor al oír el llamado a cenar. Me senté en la misma mesa que antes había usado y poco después llego Anahí.
-¿Que tal tu siesta, pequeña? -Interrogó ella entre risas, yo reí por el apodo con el que me había llamado.
-Bastante bien, gracias rubia. -Respondí, y supuse que si no fuera porque vino la mesera a dejar nuestra cena, hubiera seguido hablando.
Ravioles con salsa y una pata de pollo.

¿Pollo de nuevo? Esto debe ser una broma. Supongo que Anahí notó que veía desconcertada mi comida por lo cual dijo:
-Tu puedes, Maite, tu eres mas fuerte que la anorexia, puedes hacerlo, come.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora