Capítulo 22

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Y sí, creo que "aún queda mucho que hacer" fue la frase correcta, aún había mucho camino que recorrer, aún tenía que caer, levantarme y volver a caer mil veces más antes de poder elevarme definitivamente. Lo sabía perfectamente, y por eso me daba tanto miedo seguir adelante, porque sabía que debía seguir sufriendo, pero también sabía que éste valdría la pena.

Luego de un febrero relativamente bueno, llegó marzo, y por ende mi cumpleaños. No hace falta que explique demasiado la situación, ¿verdad? Fiesta, globos, diversión, amigos, y por supuesto la típica comida de cumpleaños, tacos, pastel de cumpleaños, golosinas, etc. Lo que pasó ese día fue que mi psicóloga me dijo algo que me costó mucho esfuerzo mental, pero que realmente funcionó.

El día anterior a la fiesta, me citó para conversar porque obviamente es de esperar que en un cumpleaños comas de absolutamente todo y luego lo vomites, lo cual obviamente te arruina un día en el que debes estar feliz porque cumples un año más de vida. Como es de suponerse por mi forma de vivir, mi cumpleaños no me emocionaba para nada sinceramente, es un día más, con el detalle de que comes más de lo que deberías, me da igual tener 19, 20, 21, 40, 67 u 80 años, la vida no cambia por un número más.

Lo que ella propuso fue comer todo lo que quisiera, pese a mis voces internas que dirían que no debo comerlo, que debo vomitar todo. "Inténtalo" dijo ella, como si fuera tan fácil, como si fuera levantarse un día y decir "ya no más" "a partir de hoy voy a estar bien". Ojalá fuera así, poder elegir estar bien, elegir vivir una vida normal, romper las barreras que me impiden llegar a mi felicidad, pero no se puede, yo... yo no puedo.

Y los demás me decían que sí, que sí puedo, que crea en mí, pero no podía creer en mi luego de ver que me dejé caer, no puedo.
O tal vez puedo, y no me lo permito. No me permito estar gorda, no me permito ser feliz si eso implica tener kilos de más. Y a veces dudo que la felicidad sea más importante que la delgadez.
¿Lo es?

Pero ella tenía razón en lo que dijo, dentro de todo, es un solo día en el año, y debería disfrutarlo, haría el intento. Así que fui a bañarme y cambiarme luego de hablar con la psicóloga, me puse un vestido negro que se extendía hasta sobre la rodilla, tenía encaje en la parte de arriba y era lisa abajo, me encantaba pero nunca lo había usado. Opté por zapatos negros sencillos, sin taco. Me visualicé en el espejo, no me quedaba tan mal, me retiré de éste antes de que la imagen comenzara a distorsionarse. Encontré unos aros y cadenas y me los puse para así completar el outfit y me planché el cabello.

A la fiesta la organizaron los dirigentes de la clínica, y todos los que estaban allí estuvieron conmigo, algunos no los conocía porque no solía socializar mucho, pero sabía sus nombres y ellos el mío, bastaba supongo. De todos modos ellos me saludaron como si me conocieran de toda la vida, en parte si me conocen, es decir no hay mucho de mí que deban saber, sabían el motivo por el cual yo estaba aquí, y ellos estaban por el mismo. Tal vez nos sentimos cercanos sin conocernos porque compartimos un mismo dolor.

Aproximadamente a las 22 horas sirvieron tacos de pollo y verduras, riquísimos por cierto. Eran 2 para cada uno pero yo sólo comí uno, aunque sí que lo disfrute. Luego vino una taza de helado de chocolate y vainilla de postre, como el helado me gusta mas no me encanta sólo comí la mitad.

Cuando terminó la comida empezó la música, todos bailaron y, aunque no me gustaba mucho el exponerme, yo también bailé. La pasé bien porque estaban mis mejores amigas y mi prima conmigo, creo que lo importante de los cumpleaños es eso, compartir con quienes te quieren y quieres.
Al finalizar la fiesta, aproximadamente a las 2AM, fuimos a nuestra habitación y Angelique nos acompañó, lo siguiente que haríamos antes de dormir sería charlar y abrir juntas mis regalos. Angelique nos habló de sus compañeras de habitación, se llamaban Allison y Estefanía, se llevaba bien con ellas pero ambas eran demasiado tímidas, tenían ambas 13 años y llevaban un año en la clínica, es tan triste que de tan joven te ingresen en una clínica internado por algo como un trastorno alimenticio, necesitas a tu familia y ella no está. Aunque esto suele suceder también si no las internan, algunas niñas viven incluso uno o dos años con TCA y sus padres no se dan cuenta hasta que su hija toca fondo, o un punto donde no es sencillo volver, ¿lo peor? Suelen echarles la culpa a ellas de todo, ojalá algún día esa clase de padres se dé cuenta de que no toda la culpa es de la persona enferma.

Anahí nos habló de una amiga que hizo por internet, dice que es una persona agradable y que hablan de temas muy diversos, desde gustos hasta política, lo que venga. Socializar con alguien fuera de la clínica debía ser genial, normalmente en ella todo se resume a conteo de calorías o rutinas de ejercicios y a veces esto resultaba estresante sobre todo cuando tomas la decisión de recuperarte (de intentar hacerlo).

Abrimos los regalos mientras tomábamos café y hablábamos de nuestras vidas. Hubo de todo; maquillaje, libros (que no conocía), discos (de artistas que no había escuchado), ropa, alguien me regaló un par de audífonos muy bonitos, otra persona me regaló una mochila celeste con el dibujo de un gatito (muy de mi estilo por cierto), me dieron varias tazas y algunos que probablemente no sabían qué darme simplemente dejaron un sobre con dinero. Algunos obsequios tenían firma, otros no, me encargaría de agradecer a todos los que habían dejado su nombre inscripto.
Mi madre me envió un perfume.

Mis regalos favoritos definitivamente son los de las chicas; Dulce me obsequió una pulsera plateada con medio corazón como dije, ella tenía una idéntica, con la otra mitad del corazón. Anahí en cambio me entregó una cadenita con una mariposa.
El regalo que realmente casi me hace llorar es el de Angelique, era un cuadro rosa con corazones violetas hecho a mano y dentro de él una foto nuestra, en ella probablemente yo tenía unos 6 o 7 añitos y ella puede que ni siquiera llegara al año. Yo la tenía en mis brazos y ella sonreía de una forma tan bella, era una bebé feliz. Y yo era una niña feliz que entre sus brazos tenía a su cómplice en la vida. Recordé nuestras aventuras de pequeñas, nuestras risas y travesuras.

Todo eso se veía tan lejano, ahora éramos dos primas de 14 y 19 años que habían sufrido de sobremanera y ahora estaban encerradas en un lugar con el simple propósito de (intentar) seguir viviendo.

Aquella foto me hizo dar cuenta que siempre conté con ella, y podía seguir haciéndolo. Seguía siendo mi cómplice a pesar de los años.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora