Capítulo 10

204 23 1
                                    

"Buscaré mi felicidad en el más frío y solitario invierno".



Me encuentro en un estado en el que no puedo sentir. No estoy angustiada, ni triste, no siento nada, solo observo la nada mientras el tiempo pasa. Hace dos semanas no sabemos nada de ella, sólo que la llevaron al médico de la clínica y después a un hospital. Ni a Anahí ni a mi nos dieron información precisa de su estado de salud, solo nos dieron medicamentos para la ansiedad por ser las más afectadas y nada más. No puedo quitar de mi mente la imagen de una de mis mejores amigas, de mi hermana, en el suelo, inconsciente, no soporto pensar en lo que le podría estar pasando, no quiero pensar.

Y estamos aquí, en un día de invierno donde el frío recorre nuestros cuerpos y la nieve mi petrificada nariz, ella me mira esperando una respuesta a una pregunta que me hizo hace... no tengo idea cuantos minutos. "¿Crees que estará bien?"

No puedo contestar. Me siento impotente ante mi propio cuerpo, siempre lo fui.

-No sé.

No vuelve a hablarme, sabe que no estoy bien, en realidad ni siquiera estoy. Siento unos cálidos brazos rodearme mientras cierra los ojos y se recuesta en mi hombro. Estamos sentadas en el frío césped cubierto de escarcha, la conozco y se dormirá pero no me importa, necesito este abrazo.
Unas solitarias y frías lágrimas recorren mis mejillas y no las puedo detener, no puedo.

Sigo sin sentir nada. Sólo cierro mis ojos.

Vuelvo a abrirlos y me encuentro en mi habitación, en mi cama, no sé que día es hoy ni cuántas horas dormí, ni como llegue aquí.

-¿Quieres un café gatita? -pregunta una voz, esa voz inconfundible, la de mi mejor amiga, la de Ani.
-¿Qué hora es? -pregunto.
-Las 6 de la tarde, cariño. Te dormiste en el césped y no podía dejarte ahí.
-Gracias por estar aquí, conmigo.
-No es nada, gracias a ti por aparecer en mi vida. -Me dijo, y me emocioné, estaba feliz por tenerla conmigo, volví a sentir y fue para bien, pero me estaba olvidando de algo... -Si, quiero un café, pero acompáñame. -ella sonrió, amo hacerla sonreír, siento que me sale algo bien en esta vida. Sólo sonrió y salió de la habitación.

Pero su sonrisa iba acompañada de unos ojos rojos, y eso de verdad dolía.

Unos minutos más tarde volvió con dos tazas de café y un CD de una película.

Nos acostamos en su cama a verla en una de las netbooks mientras tomabamos nuestros cafés, me distraje por unas horas mientras reíamos con las escenas chistosas y luego nos dormimos hasta que a las 10 nos llamaron para cenar.

No tenía hambre en lo absoluto.
No probé nada.

Esta noche no quise dormir sola, sinceramente ni yo me entiendo pero no me quiero sentir sola.
Nada de lo que digo tiene sentido, lo sé, simplemente es uno de esos días donde la depresión me consume sin que yo entienda por qué, sin que lo pueda controlar, y ella le da otro sentido a todo, me hace sentir protegida, como una hermana mayor, una madre. La abracé y aunque estuve mucho tiempo tratando de dormir no la molesté, no dejaba de pensar en Dulce, en tan poco tiempo le tomé un gran cariño y me da miedo lo que podría pasar.

-Mai, ¡corre! -gritó una rubia, sonrisa de plata, ojos esmeralda, inconfundible. Corrí tras ella sin saber por qué lo estaba haciendo, no podía parar aunque quisiera.
-¡¡Maite cuidado!! -escuché una voz llamandome, pero no se de donde viene. La veo alejarse, todo al rededor gira por alguna razón que no entiendo y una fuerza rara me impulsa hacia el suelo. Un vidrio se rompe y cae cerca de mi, pero no me corta, no duele.
No hay nadie más, solo estoy yo tirada en el suelo con vidrios por todos lados y una voz que no conozco me dice "ríndete".

Despierto agitada y ansiosa, me siento en la cama, Ani se levanta y, sin decir una sola palabra, me abraza y me recuesta. No me suelta, o por lo menos eso creo porque sentí sus brazos hasta que no supe más nada.


Pasó la semana de la forma más lenta e hiriente posible. Cada vez me preocupaba más no saber de ella, Anahí y yo decidimos ir a hablar con Thompson.
Golpeamos la puerta y nos atendió, pasamos a su oficina y no sabíamos siquiera como plantearle que merecíamos saber cuál era su estado.

Pero lo negó rotundamente.

Volvimos a nuestra habitación y me senté en la cama de Dulce, me hace tanta falta.

-Maite...-comenzó a hablar la rubia- has tenido pesadillas con frecuencias, ¿cierto?, por eso te levantas a la mitad de la noche siempre. Mira, sé que esto es duro pero debemos proponernos ser más fuertes ante esto, ¿si? a Dulce le gustaría vernos fuertes.
-Dulce no puede vernos -dije con un nudo en la garganta.
-Quizá no, pero cuando vuelva estará orgullosa de nosotras.
-No sabremos si volverá, Ani, no me ilusiones por favor. -mis ojos se inundaron de un océano de dolor y miedo. Anahí me sonrió con su dulzura característica.
-No son ilusiones, son esperanzas. -y con estas palabras me abrazó. Un abrazo que me quitaba el frío y me anestesiaba el dolor, porque éste no desaparecía, tan sólo se calmaba. Y decidí creer.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora