Capítulo 6

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Luego de unos días, Annie y yo aprendimos un poco de Dulce. Nos dijo que no la llamemos Dulce María, que era muy largo y era mejor que la llamemos Dulce o Dul.

Es increíble, ella pesa 30 kilos. Bueno, en parte lo vi venir, es muy pero muy delgada, tiene el cabello quebradizo y no puede abrir bien sus ojitos marrones claro. Tampoco puede estar parada por mucho tiempo, su cuerpo no puede soportarse a si misma, su corazón no funciona del todo bien y toma medicamentos que no se para qué son.

También es dos años menor que Anahí y yo, lo que me hace sentirla una hermanita menor a la cual necesito proteger, no lo se, no tengo una explicación para ese sentimiento, simplemente... Lo siento así.

Por otro lado, hoy por la mañana tuve que ir con una doctora a un hospital que esta asociado a la clínica. Hace unos cuantos días venía sintiéndome mareada, muy mareada, y Anahí me aconsejó que se lo dijera a las doctoras, así lo hice, me llevaron hasta aquel hospital y me hicieron estudios sanguíneos; nadie me dijo nada, supongo que aún no se sabe lo que tengo.

Semanas después es el día del control del mes. Cada mes hay un día especifico (el 28) donde los médicos nos hacen subir a la báscula.

Esa maldita báscula que tanto dolor de cabeza y estomago me daba. Esa máquina controla mentes estaba justo frente a mi y yo no quería nada con ella.

Pero obedecí al doctor.

-Sube.

Y subí.
Subí a la rueda del infierno. Infierno de números. Infierno del que intentaba escapar. Infierno que siempre volvía.

44,5.

¡Deja de engordar!

-Medio kilo es poco, vas a paso lento, rechazas muchas comidas y no te esfuerzas lo suficiente, por favor intenta mejorar eso Perroni.

¡No lo harás, cerdita!

-Claro, doctor.

Hora de almorzar. Hoy nos sirvieron carne de cerdo con arroz.
Estúpida carne.
No quise comenzar, otra vez, al igual que todas las veces desde que entré, me rehúso a comer, preferí ver a mi alrededor, todo lo que veía era mi propio reflejo, no físico sino mental, todas las chicas que veía eran como yo, una mente trastornada y controlada por las calorías.

-¡Perroni! -llamó una de las guardias del lugar. Creí que me regañaría pero no fue así. -La doctora Lennon la busca en su oficina, urgentemente.

Suspiré aliviada y salí del lugar lo mas rápido posible antes que pudieran decirme algo de mi plato lleno.

Entré a su oficina y me encontré a una mirada preocupada observándome con atención. Lennon tenía un sobre en la mano y sospeché de que se trataba.

-¿Son mis estudios, verdad? -pregunté, mientras el miedo a la respuesta me invadía.
-Si, Maite, y ya se sabe el porque de tus mareos constantes.
-Por favor dígame -supliqué con una voz excesivamente preocupada, mientras por dentro rogaba que no fuera tan grave.
-Tienes un bajo nivel de glóbulos rojos.
-Explíquese.
-Verás -comenzó suspirando- un nivel normal de glóbulos rojos seria una cantidad de entre aproximadamente 40% y 45%, tu nivel es del 32%, Maite, tienes anemia y si no cambias ahora el no querer comer lo que te dan te puedes morir.

Aquellas últimas palabras rebotaron en mi cabeza, como una pelota.

Te puedes morir. Te puedes morir.

-¿Que hago, doctora?
-Para que la anemia no te consuma debes consumir hierro, que en su mayoría esta en la carne y los cereales. -comentó, luego tomó aire y siguió hablando. -Por favor piensa bien las consecuencias de tu anorexia, te puedes hacer mucho más daño e incluso matarte, solo piénsalo.

Después no dijo más nada.
Yo tampoco.

Me retiré en silencio y me dirigí al comedor, quedaban pocas chicas, ni Dulce ni Annie estaban ahí.
Pero no me fui. Me senté nuevamente y comencé a comer, poco a poco.

Y así termine media porción de arroz y casi toda la carne.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora