Su canción sonaba triste, no entendí ni una palabra pero en la forma que cantaba se podía escuchar su tristeza.

Entré sin hacer ruido y me senté cerca del lavabo, ella seguía cantando de espaldas a mí, y no me quejo, tengo la mejor vista de su cuerpo.

— Que triste canción. — Hablé.

Salto de un brinco y casi se cae, dejó caer la esponja de baño y tapaba su cuerpo con las cortinas como si fuera algo nuevo para mi ver su cuerpo.

— ¡Joder Sebástian, no entres así! — Me lanzó un poco de agua.

— Puedo hacerlo, es mi casa.

— Que sea tu casa no te da derecho que entres cuando me estoy duchando pervertido.

— No soy un pervertido, solo vine a traerte el desayuno y luego entre y te vi lavar tu cuerpo y cantar, que por cierto, lo haces muy bien.

— ¡Dios, me escuchaste cantar!

— Claro que te escuché y no te avergüences, cantas hermoso. Cantas maravilloso en italiano.

— No me avergüenzo es que esa canción expresaba lo que siento.

—¿Qué es lo que sientes? Puedes cantar pero esta vez para mi.

—No te la cantaré de nuevo.

—Está bien hice mi mejor esfuerzo.

Cerró las cortinas.

— ¿Y qué cantabas?

— Pues una canción no es obvio.

—Pero de quién.

—De un artista.

—¿Tendré que compra tus palabras para que me digas cual es la artista?

—Ya sabes el precio, quinientos o nada.

—Te doy mil si me dices.

—La canción se llama lo siento, mas no te diré. A menos que me des otros mil más.

—No, me basta con el nombre.

Hubo un silencio incómodo y pensé en salir.

—¿Aun sigues hay?

—Ya me iba ¿Necesitas algo?

—Si, que te vayas, por favor.

— ¿Qué tal si te ayudo? Así terminas mas rápido.

— ¿A bañarme? No gracias, se hacerlo sola.

Me fui acercando a la bañera.

— Créeme que yo sé hacerlo mejor.

— Sé que si, Sebástian.

— ¿Entonces me dejas probar? Prometo ser lo más cuidadoso posible.

Asintió y se sentó en la bañera, dejándome ver su hermoso cuerpo que, aunque marcado por los moretones y herida que tiene, sigue siendo precioso, me comprometí a curar sus heridas aunque me cueste todo el dinero del mundo, siempre a la persona mas herida le quedan las cicatrices y yo trataré de borrar cada rastro de dolor con actos favorables para ambos. Tomé la esponja de baño y comencé a frotar su espalda con cuidado, luego bajé a sus caderas y esta emitió un grito.

— Perdona, lo haré con más cuidado.

— No me dolió, es que sentí...

— ¿Qué sentiste?

—Nada.

Se puso de frente a mí y sonrió, trataba de no dejar caer mi mandíbula porque, por lo que más quieran, esto es una tortura de mujer, y sé que no está en condiciones para eso, pero mi entrepierna quiere explotar no puede aguantar esta tortura.

Acuerdos [Vol1]  [Trilogía Relaciones Tóxicas]Where stories live. Discover now