Especial de San Valentín 3° Parte

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—¿Hay algún juego al que quisieras ir? —preguntó Alec.

No estabas muy entusiasmada pero entonces recordaste una atracción que siempre te había gustado: la alfombra de Aladino. Alec sonrió cuando se lo propusiste, quizás también le gustaba o simplemente estaba aliviado de verte interesada por primera vez.

Dicha alfombra sólo era un alto tobogán ondulado. Los dos se habían lanzado al mismo tiempo y casi no parecía la gran cosa, hasta que, al final del tobogán una onda hizo que pegaras un salto más alto de lo normal y terminaste cayendo sobre Alec, quien te sujetó fuerte por la cintura hasta que llegaron sanos y salvos al suelo.

—¿Estás bien? —te preguntó, preocupado mientras te ayudaba a levantarte.

—Sí, no pasa nada —respondiste, desprendiéndote rápidamente de su agarre una vez que estuviste de pie. Debías admitir que te encontrabas un poco molesta contigo misma, seguramente te habías visto como una damisela en apuros.

Sin embargo, luego del desastroso inicio, la tarde no fue tan mala. Fueron al mini golf y hasta al ajedrez gigante y, de alguna forma, terminaron compitiendo en todos los juegos. Vos siempre fuiste una chica muy competitiva y Alec no se quedaba atrás. Para cuando fueron al tiro con arco ya habían apostado quién pagaría la merienda. Ambos lanzaron la primera flecha a la vez. La tuya casi dio en el centro pero la de él ni siquiera estuvo cerca de la diana.

—Sos malísimo —te burlaste cuando Alec ya había lanzado lejos tres flechas.

—Lamento no estar a tu altura, Katniss —bromeó pero el rubor de sus mejillas delataban lo avergonzado que estaba.

—A ver, estás mal parado —dijiste con un resoplido y te colocaste detrás de él. A pesar de que Alec era muchísimo más alto que vos y su espalda era realmente ancha y musculosa, te las arreglaste para no intimidarte. Intentando hacer el menor contacto posible, le indicaste como colocar sus brazos. La siguiente flecha que lanzó Alec, dio a medio camino del centro. Pero él ni siquiera había mirado la diana. Él tenía sus oscuros ojos fijos en vos.

—¿A dónde vamos ahora? —preguntaste, alejándote de él y su profunda mirada.

—¿Qué tal el laberinto?

El atardecer estaba cayendo cuando entraron en él, por lo que ya no había tantos niños. Juntos pasearon por un laberinto de arbustos que les llegaba a la cintura. Al principio caminaron en silencio, apenas dirigiéndose al otro para decidir qué rumbo tomar.

—Sabés, cuando era chiquito siempre veía acá con mis padres —comenzó a decir Alec—, antes de que ellos se divorciaran, claro.

—¿Fue difícil... pasar por eso?

—Un poco sí. Lo peor fue cuando no pude estar con mi mamá. Pero luego volví a vivir con ella y entonces aparecieron los Rossi y las cosas se pusieron mucho mejor.

—Querés mucho a tus hermanos, ¿verdad?

—Al principio no fue fácil. Pasar de ser hijo único a tener cuatro hermanastros y dos medio-hermanos... —respondió acariciando la superficie de los arbustos—. Pero ahora no sé cómo sería vivir sin ellos. Con o sin la misma sangre, ellos son mis hermanos y los amo. Si no estuvieran lejos o trabajando, hubiera deseado pasar San Valentín con ellos... Quiero decir... No es como si no quisiera estar acá con vos... Yo te pedí salir después de todo... Yo...

—Está bien, lo entiendo —respondiste en un ataque de risa. Debías admitir que él casi se veía tierno con el rubor floreciendo en su rostro moreno y su mano alborotando su cabello ondulado—. De no haber sido mi día libre yo habría pasado el día trabajando en el café.

—¿Y si yo no te hubiera invitado a salir?

—Estaría en casa viendo alguna tonta película romántica que suelen dar en días como este.

—No te creo. Con lo linda que sos seguramente siempre tenés pretendientes —replicó con tanta convicción que casi le creíste. Pero la simple idea de pretendientes te hizo reír.

—No te creas —le dijiste—. La gente suele decir que soy algo... ¿Cómo era? Ah, sí. Intimidante. Dicen que mi carácter espanta a los hombres.

—A mí no me asustaste —dijo mirándote con una sonrisa.

—Sólo espera a conocerme mejor.

—¿Eso significa que habrá una segunda cita? —preguntó y su sonrisa se extendió aún más.

Te quedaste mirándolo con sorpresa. No había sido tu intención decir aquello. Pero luego de conocer un poquito más de Alec, la idea de una segunda cita no te pareció tan mala.

—Perdiste la apuesta del tiro con arco así que ¿qué te parece si cambiamos la merienda por una cena? —propusiste.

—Me parece una gran idea —respondió él, super feliz y siguieron caminando un poco más en silencio—. Por cierto, creo que nos perdimos.

♡ Preguntas ♡

¿A dónde les gustaría que los llevaran en una cita de San Valentín?

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