VIII. ¿Eso es humillante?

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Extrajo su mano de mi pantalón a los pocos segundos, se incorporó ante mi atenta mirada y los bajó hasta quedar a la altura de mis tobillos. Los retiró de mi cuerpo con cuidado, sin dejar de mirarme, y terminó de desnudarme.

Él aún no se había desprendido de una sola de las prendas que cubrían su cuerpo.

Lo miré extasiada, pidiéndole sin hablar un contacto directo con su piel. Lo ansiaba de tal manera que estaba convencida de que la mía no dejaría de arder hasta que no sintiera la suya. Sonrió y, rápidamente, se desnudó él también. Dejó su torso al descubierto y repasé con la mirada sus tatuajes mientras se levantaba de la cama y se desabotonaba el primer botón de su pantalón.

Hizo exactamente lo que estaba habituada a ver en él: sacó de su cartera un envoltorio plateado, cuyo contenido no tardaría mucho en estar fuera de éste. Tras esto, cubrió mi cuerpo con el suyo.

Jugueteó con sus dedos en mi centro del deseo, sin llegar a profundizar en exceso. Por un momento, llegué a pensar que quería que implorara que lo hiciera. Que me hiciera suya. Que se convirtiera en mío durante unos minutos. Como en otras ocasiones, pareció escuchar mis súplicas mentales.

Dejó caer todo su peso sobre mí y me contraje al sentir su imponente erección tanteando mi entrada. Gemí y me agarré a sus hombros con fuerza.

Contra todo pronóstico, escuché su risa de fondo y abrí los ojos.

– Debería dejarte así por haberme echado de casa antes.

Abrí la boca y lo miré con sorpresa, incapaz de creer lo que acababa de decir. Tardé un par de segundos en reaccionar pero cuando lo conseguí fui contundente: lo empujé con fuerza, aunque sin obtener el efecto esperado, pues no logré alejarlo de mí. Impotente, y de nuevo avergonzada, cerré los puños y golpeé su pecho con insistencia. Me sentía humillada.

– Alice...

– ¡¡Lárgate!!

– ¡Alice, para!

Hice todo lo contrario: me revolví bajo su cuerpo de forma exagerada, tratando de librarme de la opresión que su figura ejercía sobre la mía. Mis manos cerradas seguían golpeando su torso desnudo mientras gritaba mi nombre. Sabía que empezaba a perder los nervios pero yo a su lado había perdido algo más: la dignidad. Y no iba a devolvérmela. ¡Quería que se fuera!

– ¡Para! ¡Cálmate! ¡Sólo era una broma!

– ¡¡Que te vayas!!

Atrapó mis muñecas tras varios intentos y detuvo mis impactos. Me miró fijamente; más fijamente de lo que nunca me había mirado. Su expresión estaba contraída y aun así seguía siendo hermosa. Su pecho estaba enrojecido y aun así sentía ganas de besarlo.

Ambos teníamos la respiración acelerada y temí romper a llorar, llena de rabia.

– ¡Sólo era una broma! –Exclamó–. ¡No te pongas así!

– Lárgate –repetí, conteniendo los sollozos.

– No, no me voy a ir.

– ¡Que te vayas!

Traté de golpearlo de nuevo pero su sujeción era demasiado fuerte. Movió sus manos, junto con las mías, y las colocó por encima de mi cabeza, haciendo más fuerte su prisión. Su rostro se acercó al mío.

– No voy a irme –dijo, despacio. Tranquilo. Buscó mis labios pero rechacé sus besos–. Alice, sólo era una broma, de verdad

Soltó mis muñecas, probablemente como prueba de su buena voluntad, y bajé mis brazos planteándome si seguir con el boxeo o no.

More than this | Fan-fic de Louis TomlinsonWhere stories live. Discover now