Steve Rogers

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"Siento que te conozco"

Habían pasado exactamente 426 días, trece horas, y dos minutos desde la última vez en la que Steve había estrechado a _____ en sus brazos

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Habían pasado exactamente 426 días, trece horas, y dos minutos desde la última vez en la que Steve había estrechado a _____ en sus brazos.

Aparte de recordar a la perfección la noche que se había despertado sin ella a su lado, Steve recordaba cada detalle de cuando la habían encontrado, recostada sobre una de las camillas de experimentación de H.Y.D.R.A. y también recordaba lo mucho que se había odiado a sí mismo por no haber sido capaz de protegerla.

Pero ella no recordaba nada de eso, y aunque a Steve le partiera el alma, quizás era por mejor.

La habían torturado hasta el extremo de dejarla irreconocible, su mente hecha trizas, sus ganas de vivir eran inexistentes cuando Steve la encontró, y eso que había movilizado el equipo lo más rápido que pudo, no fueron más de dos semanas las que tuvieron para destrozarla. Pero aún así lo habían logrado.

Así que cuando Tony se puso con todos los gastos médicos, y su cerebro ya estaba lo suficientemente estable como para despertar, al enterarse de que _____ no recordaba nada de los últimos cinco años, Steve había optado por mantener la boca cerrada, y dejarla vivir una vida normal.

Le pagaron al médico diez mil dólares para que le dijera que había sufrido un accidente, pero que se recuperaría con rapidez para que volviera a la vida falsa que Tony le construyó en menos de dos días. Estudiante de primer año de leyes en una de las mejores universidades de Nueva York, y un trabajo part-time en una cafetería a unas cuantas cuadras de la Torre Avengers, a la que Steve iba todo los días.

Pero ese día era diferente.

Ese día, después de verlo ir a diario sin excepciones, ______ había decidido acercarse a él, con la cafetera en la mano, y una extraña sensación en el estómago.

—¿Más café? —le preguntó sonriendo y levantando la cafetera. Steve alzó la mirada del periódico en la mesa, y la miró con los ojos azules bien abiertos.

—No, gracias —le respondió tratando de sonar indiferente. Tratando de ignorarla para que ella se diera la vuelta y se marchara. Tratando de aguantarse las ganas de abrazarla y esconder su rostro en su cuello, aspirar su aroma, besar sus labios.

Ella asintió mordiéndose el labio, y dándose la vuelta lentamente. Pero las preguntas le atormentaba el cerebro.

¿Quién eres? ¿Te conozco? ¿Por qué te ves tan familiar?

____ paró en seco y sin pensarlo dos veces, porque si le daba más de una vuelta al asunto terminaría por arrepentirse, se sentó en frente de Steve, plantando la cafetera en frente de él.

—¿Te conozco? —le preguntó frunciendo el ceño, apretando los labios—. Es solo que, creo que te he visto antes...

—Vengo todos los días —respondió Steve encogiéndose de hombros—. No me conoces.

Ella asintió lentamente, el sudor acumulándose en las palmas de sus manos. Su estómago haciendo todo tipo de voltereta dentro de su cuerpo.

—Tuve un accidente —susurró ella mirándolo a los ojos. Steve tragó en seco—. Perdí gran parte de mis recuerdos debido a este, perdí una gran parte de mi vida y... no ha sido fácil adaptarme. Solo pensé que quizás, que quizás te conocía de antes del accidente... Una tontería, lo sé...

Steve negó con la cabeza, manteniendo la cara de póker.

—Lo siento —murmuró él, llevando los ojos de vuelta al periódico, pero no siendo capaz de leer ninguna palabra.

—Es solo que —continuó ella hablando más fuerte que antes—, desde ese día que mi vida, mi vida parece como si fuera la de alguien más... Como si no tuviera que estar aquí, como si tuviera que estar en alguna otra parte y...

Cuando el valor de Steve se había restaurado en su pecho, le miró. Sus hermosos ojos estaban inundados en lágrimas, su labio temblaba y sus mejillas estaban rojas.

La última vez que Steve la había visto llorar había sido para el aniversario de la muerte de sus padres.

¿Qué se supone que tenía que decirle? ¿La verdad? No podía. No si eso la ponía en riesgo, otra vez.

—Lo lamento —dijo Steve doblando el periódico y poniéndose de pie—, pero tengo que irme, irme a trabajar. Seguramente me confundiste con alguien más.

Ella asintió sin levantar el rostro.

Steve se dio la vuelta, y salió por la puerta, sus manos apretadas en puños, y su garganta completamente cerrada.

Ese día había sido distinto, y por esa razón Steve no se atrevió a volver a esa cafetería otra vez.

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Marvel | One Shots | (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora