Marvel | One Shots | (EN EDICIÓN)

Loki Laufeyson

"Le ruego protección en su castillo"

[EDITADO]

Después de caer en la tierra, Loki decidió no hacer mucho alboroto y quedarse lo más tranquilo posible durante un tiempo, hasta que llegara el momento indicado para sacar las garras y atacar, pero nunca pensó que encontrar refugio para pasar la noche sería tan difícil, y después de ocho días durmiendo a un lado de un bote de basura gigantesco, lo que más deseaba era una superficie relativamente blanda donde apoyar su espalda.

Toda su vida, Loki había estado acostumbrado a tener las mejores cosas. Los mejores colchones, los mejores platos de comida, las mejores chicas. Le bastaba con tan solo chasquear los dedos, y todo lo que alguna vez podría llegar a querer, era presentado ante él en una bandeja de oro.

Era un privilegio que no se había dado cuenta que poseía.

Y quizás era demasiado tarde para arrepentirse ahora.

Pero eso no quería decir, que Loki no pensara que se merecía algo mucho mejor que un cartón húmedo en medio de un apestoso callejón.

Al menos no hay ratas, se dijo a si mismo, tratando de hacerse sentir mejor.

Al noveno día de tormento, cuando la espalda de Loki ya no daba más del dolor, y su cuerpo completo podría necesitar un largo baño caliente, su salvación pareció llegar directamente a su puerta, o pedazo de cartón.

Como sea.

____ caminaba tranquilamente por la calle, agarrando con fuerza su bolso para que ningún idiota pudiera agarrarlo y salir corriendo, como ya le había pasado un par de veces antes, cosa de la cual ella no se sentía muy orgullosa que digamos.

Luego de un par de clases de defensa personal, debería ser capaz de evitar robos como esos. O eso era lo que ____ pensaba.

Quizás era culpa del largo vestido amarillo que llevaba puesto, las frondosas faldas chocando con sus piernas, haciéndola tropezar de vez en cuando. El apretado corsét cortándole la respiración.

____ se maldijo a si misma por haber olvidado el cambio de ropa en su apartamento aquella mañana antes de salir. Iba tarde, y sus jefes no toleraban la tardanza.

No había tenido más opción que ponerse el vestido de Bella que colgaba de su armario, enderezar la espalda, y caminar con la mayor seguridad que fue capaz de juntar en treinta minutos en dirección a los buses de acercamiento para empleados de Disney World.

Ella comenzó a apurar el paso. Para su mala suerte, la parada del autobús estaba a veinte minutos de su casa, y se había gastado lo último que le quedaba de su sueldo del mes anterior en un lindo collar para Simba, su gato. No había forma de que pudiera pagar un Uber. Mucho menos a esas horas de la noche.

Solo camina. Camina. Camina.

—¿Disculpe? —una voz masculina casi la hizo saltar. Ella se llevó una mano al pecho, los desaforados latidos de su corazón rebotando contra sus costillas.