—Sólo quería ver como estaba ella —respondí, intentando que mi voz no suene tan asustada como yo me encontraba. Pero seguramente mi rostro me delató, porque inmediatamente Casiano se apartó de mí, como si mi piel lo quemara.

—Ella está bien —respondió luego de un largo silencio en el que intentó calmarse—. Cassidy es la única que está bien con todo esto.

—Perdoname —contesté—. Yo... yo quería decírtelo, pero Cassy me hizo prometer que no lo haría. Me dijo que...

—Lo sé —respondió, pasándose una mano por la cara. Debajo de sus ojos tenía sombras tan oscuras como ellos—. Ella me lo dijo. Pero aun así... A pesar de todo no puedo evitar sentirme traicionado. Confié demasiado en vos y siento que eso no importó.

—Lo siento —susurré tan despacio que creí que él no me escucharía. Pero lo hizo.

—Está bien —respondió, evitando mi mirada—. Podés ver a Cassidy, pero creo que lo mejor es que estemos alejados un tiempo. Yo en este momento no estoy para tus manías.

Yo solo asentí y lo vi alejarse por el pasillo hacia el patio. Posiblemente iría a fumar. Algo dolió dentro de mi pecho al ver su cabello rubio perderse en el pasillo. Mi amistad con Casiano no había durado nada y, aun así, me sentía triste por ello.

—No te preocupes. Él está más molesto consigo mismo que contigo —dijo una voz a mi espalda y, cuando volteé, me encontré con aquella señora mayor—. Lo siento, no quería ser chusma, pero me inquieté cuando te sacó así de la habitación.

—N-no pasa nada —respondí—. Usted debe ser su abuela, ¿cierto?

—Así es, soy Elena. Y vos tenés que ser Celeste, ¿no? —preguntó y asentí, extrañada de que ella supiera de mí—. Te gustaría tomar unos mates conmigo, Celeste. Cassy está durmiendo, no quiero despertarla, pero este lugar es demasiado aburrido para una vieja como yo.

—¿Casiano siempre fue así de... intenso? —le pregunté mientras aceptaba un mate dulce de Elena.

—La verdad no podría decírtelo —contestó con tristeza—. Mi esposo y yo recién conocimos a Casiano y Cassidy luego de la muerte de sus padres.

—¿Cómo ese eso posible? —pregunté sorprendida.

—Jacob, mi esposo, siempre fue un hombre estricto y nuestra hija no lo soportó. Ella huyó con el primer hombre que prometió bajarle la luna. Y no volvimos a saber de ella hasta que pasó aquella tragedia —comenzó a relatar mientras se sebaba un mate para ella y lo tomaba—. Cassidy me dijo que Casiano te contó cómo fue que ellos quedaron huérfanos.

Asentí cuando ella me dio otro mate.

—Luego de eso, nosotros tomamos la tutoría de los niños —continuó—. Ellos estaban tan perdidos. Habían pasado por demasiadas cosas horribles, Casiano se vio obligado a hacer algo imperdonable. Ellos nunca supieron lo que era tener una familia normal y, de un momento a otro, tenían que ayudar con los quehaceres, ir a terapia, hacer la tarea y seguir reglas. Mi esposo y yo siempre fuimos muy religiosos y los nenes ni siquiera estaban bautizados. Fueron demasiadas cosas nuevas para ellos.

Un silencio se produjo mientras Elena bebía su mate antes de seguir con su relato.

—Cassy siempre fue una nena... algo sumisa y obediente. Con la contención suficiente fue capaz de superar aquel trauma y ser una buena niña —dijo, su voz impregnada de orgullo y nostalgia a la vez—. Pero Casiano era otro caso. Él era rebelde y arisco. Siempre se metía en problemas a causa de los rumores sobre ellos. Debido a lo que habían pasado, él se volvió extremadamente sobreprotector con su hermana, no dejaba que ningún niño se acercase a ella. Siempre terminaba a los golpes. El pobre niño no conocía otra cosa.

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