27. Narración

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Dentro de la monótona y aburrida vida de Seth, que consistía en trabajar el campo, visitar el hospital y acudir a misa, las inocentes charlas con Todd le daban un poco de vida

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Dentro de la monótona y aburrida vida de Seth, que consistía en trabajar el campo, visitar el hospital y acudir a misa, las inocentes charlas con Todd le daban un poco de vida. Al principio ese delgaducho y pálido niño le habían provocado rechazo, pero al darle la oportunidad y hablar un poco con él, había encontrado alguien con quien hacer más amenos sus días. Lo que más chocaba a Seth sobre Todd era su falta de miedo a la muerte. Pese a su corta edad, era consciente que más pronto que tarde moriría sobre aquellas sabanas blancas, pero eso no le cortaba el sueño. Según palabras del propio Todd, si Dios había establecido que debía morir antes de hora, él lo aceptaría gustoso. Esto a Seth le parecían auténticas chorradas, pero la firmeza y coraje con las que Todd defendía su fe le hacían dudar.

Mientras hablaban, constantemente un par de enfermeras entraban en su habitación para regularle los goteros y comprobar que su tensión arterial se encontraba en los términos adecuados. Seth no conocía demasiado medicina, pero según tenía entendido la leucemia que padecía Todd era algo bastante difícil de curar y para poder curarse su frágil amigo necesitaba un trasplante de médula.

- No hay casi donantes y los pocos que hay no son compatibles conmigo.- le dijo una vez Todd.

Aquello entristeció a Seth, aunque tratara de pensar que no le afectaba. El hecho de perder a Todd, por más que tan solo lo conociera de algunos meses, era algo que prefería no sufrir. Pero claro, por aquel entonces Seth se autoconvencía de que si extrañaba la perdida de Todd sería por el hecho de no tener nadie con quien despistarse y no por que le tuviera cariño ni nada por el estilo.

Un día mientras hablaban sobre fútbol, una joven enfermera con un pelo lacio y castaño entró en la habitación. Era una chica nueva, que acababa de terminar la carrera y estaba allí de prácticas. Cada vez que entraba, Seth notaba que Todd se sonrojaba y le costaba articular palabra. Cuando la enfermera se fue por donde había ido, Seth le dio un golpecito a Todd en el hombro y dijo:

- No disimules. Sé que te gusta.

La sonrisa débil del rostro de Todd desapareció.

- ¿Qué? No digas tonterías. Es una enfermera más.

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