18. Agotamiento

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Cuando la sangre corría por sus venas y su alma residía en su propio cuerpo, Azel Roth no era una mujer fácil de impresionar ni de emocionar

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Cuando la sangre corría por sus venas y su alma residía en su propio cuerpo, Azel Roth no era una mujer fácil de impresionar ni de emocionar. Cientos de hombros, desconocedores de lo sanguinaria que podía llegar a ser, intentaban conquistarla con todo tipos de demostraciones de habilidades... pero lo cierto es que ninguno jamás le interesó lo más mínimo. Solo se acostaba con aquellos que tenían un rostro que, según ella, quedaría bien clavado sobre una pica. Y así amanecía aquellos pobres cadáveres, con su cuerpo apartado de su cabeza. Se podía decir que Azel Roth era casi imposible de sorprender, pero cuando escuchó la alarma de la prisión y los centenares de gritos eufóricos no pudo evitar que una gran sonrisa de alegría se instalara en su rostro. Bueno, técnicamente, sobre el rostro de Connor Mason.

Lucía Torres observaba a Connor desde el suelo, mientras se arrastraba hacia atrás, alejándose del descabezado cuerpo de Bertrand, cuyos sesos habían quedado esparcidos a lo largo de los blancos azulejos. Zack, dominado por una valentía hasta entonces desconocida para él mismo, se abalanzó sobre Connor, tratando de golpearle con un gancho de derechas.

Connor giró la mandíbula sin perder la sonrisa y Zack estuvo a punto de caer por la fuerza que había hecho. Acto seguido, Connor abrió su mano derecha y Zack salió despedido hasta chocar contra una pared de mármol. Antes de que su cuerpo cayera al suelo ya se encontraba inconsciente.

Los familiares de las víctimas y los periodistas observaban a Connor aterrados mientras seguían intentando abrir las puertas de forma desesperada.

- No creo que lo que hay al otro lado de la puerta sea demasiado agradable.- dijo Connor mientras levitaba unos centímetros del suelo.

Pero de pronto, Connor notó sus párpados muy pesados y cayó sobre su rodilla izquierda. Notaba un profundo dolor en la cabeza y lo que antes eran gritos de pánico ahora tan solo eran murmullos inentendibles. Estaba agotado, totalmente exhausto. Le costaba respirar con normalidad. Para Azel, resistir una inyección letal y hacerse con el control de la prisión había sido algo extremadamente laborioso. Necesitaba recargar energía si quería poder usar sus poderes en plenas facultades.

Lucía, al darse cuenta de la situación de debilidad de Connor, sacó su pistola y le apuntó con ella.

- ¡Deja libres a estas personas! ¡Acaba con esta locura o te mataré!- gritó Lucía sosteniendo firmemente su arma.

Connor la miró y soltó una risa ahogada. Incluso reír era algo doloroso en aquellos momentos.

- Vamos Lucía... si Zass se ha interesado en ti es porque eres alguien inteligente.- las palabras pesaban como losas en la lengua de Connor.- Si disparas esa pistola... solo mataras a Connor Mason. Yo seguiré viva... tan solo tendré que buscar otro recipiente. Así que baja es pistola, ambas sabemos que no dispararas.

Lucía apretó la pistola con todavía más fuerza. Parecía que matar a Connor sería totalmente inútil y solo serviría para enfurecer todavía más a Azel Roth. Pero quizás aquello era una mentira para que no disparara y realmente la bala también la mataría a ella. Fuera como fuera, a Lucía no le dio tiempo a barajar ambas opciones, ya que en pocos segundos se encontraba volando a lo largo de la sala, hasta chocar contra la camilla sobre la que anteriormente estaba atado Connor. Nada más chocar contra ella, las correas se cerraron alrededor de sus muñecas y tobillos.

- Tú... y Zack tenéis suerte de que sea una mujer... de palabra.- consiguió decir Connor levantándose.- Si no fuera por Connor y Zass os habría matado hace mucho.

Connor se levantó y elevó la voz tanto como pudo:

- Os pido a todos vosotros que... si queréis vivir... bajéis aquí y os arrodilleis ante mi... si me jurais lealtad y servicio... os dejaré iros.

El grupo de más de veinte personas, formado por familiares de las víctimas y periodistas se giraron y consideraron la propuesta. No sabían si podían confiar en Connor, pero sí sabían que no tenían otra opción. La mayoría de ellos comenzaron a bajar las escaleras, a excepción de un periodista y el padre de Selene.

- ¿Y vosotros dos?- preguntó Connor mirando a los dos rebeldes.

- ¡No pienso arrodillarme ante el asesino de mi hija! ¡Moriré orgulloso sí así...

Antes de que pudiera acabar la frase, su cabeza estalló en cientos de trozos y su cuerpo decapitado cayó de rodillas.

- Sí, sí... muy emotivo y valiente.- dijo Connor.- ¿Y tú? ¿Has reconsiderado tu decisión?- añadió mirando al periodista.

Este asintió con sudor sobre su frente y se apresuró en bajar los escalones de dos en dos. Se colocó de rodillas al extremo de la cadena humana que se había formado enfrente de Connor. Todos se habían puesto de rodillas frente a él y ahora esperaban entre lágrimas nuevas instrucciones.

- Bien... todos habéis sido sensatos y habéis escogido correctamente... todos excepto él... y si no queréis acabar sin cabeza, será mejor que hagáis todo lo que yo os ordene... ¿Me he explicado correctamente?

Todos asistieron nerviosos. Connor sonrío.

- Bien...- continuó.- Cerrar los ojos y alzad... alzad la cabeza hacia el techo.- ordenó Connor.

Algunos se mostraron desconcertados ante esta petición, pero poco a poco todos obedecieron y hicieron lo que Connor mandaba.

Fue entonces cuando, ante la horrorizada mirada de Lucía, Connor levantó del suelo un gran trozo de cristal y moviendo su mano con violencia, hizo que el cristal cortara a toda velocidad las gargantas de todos aquellos que estaban arrodillados frente a él.

Todos comenzaron a revolverse en el suelo, mientras sus gargantas gorgoteaban contra el blanco suelo, entre jadeos y arcadas de sangre. Aquello era una escena desgarradora, un asesinato cruel y despiadado. Connor estiró los dedos de ambas manos y la sangre de sus más de veinte víctimas comenzó a levitar y a dirigirse hacia su boca. Connor engullía aquella enorme cantidad de sangre, procedente de veinte gargantas distintas. Cuando no hubo más sangre en sus cuerpos, estos quedaron tirados en el suelo, como simples sacos de huesos.

Azel Roth se encontraba ahora flamante de energía. Ya podía dar paso al siguiente punto de su plan.

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