2. Decisión

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Lucía corrió hacia la puerta y la abrió tirando del pomo con una gran fuerza

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Lucía corrió hacia la puerta y la abrió tirando del pomo con una gran fuerza. Apuntó hacia el exterior tratando de divisar a Zass entre la dominante oscuridad, pero no había ni rastro de él. La calle estaba tranquila y ningún coche cruzaba la carretera de enfrente. La fría lluvia caía sobre la cabeza de Lucía y se deslizaba por su rostro.

Se dejó caer de rodillas abatida mientras su cuerpo se empapaba. Un enorme relámpago iluminó el cielo e hizo eco a lo largo de las estrechas calles de Alaska. Mientras apretaba el fresco césped entre sus dedos, soltó un grito ahogado. Había estado frente a frente con aquel que rompió su vida tan solo dos años atrás y no había sido capaz de atraparle. Le había dejado escapar. Pero ahora tenía una oportunidad y no la iba a dejar pasar. Debía convertir su rabia en determinación para atraparle en la fiesta de Halloween y así hacer justicia y salvar la vida de varios inocentes.

 Debía convertir su rabia en determinación para atraparle en la fiesta de Halloween y así hacer justicia y salvar la vida de varios inocentes

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Lucía se acercó a las puertas del hospital y estas se abrieron inmediatamente. Las cruzó y caminó a través de la blanca y abarrotada sala de espera, donde decenas de personas de todas las edades aguardaban para ser atendidos. Cuando llegó a la sala de recepción se apoyó sobre el marco de la ventanilla y apretó una pequeña campana, haciendo que el sonido metálico rápidamente se propagara en el interior de aquella pequeña sala. En tan solo unos segundos, una sonriente anciana ataviada con el trajo blanco de enferma se acercó a la ventanilla. En cuanto vio a Lucía, le dedicó una cálida sonrisa y le asintió, dándole a entender que podía subir al piso donde se encontraban los enfermos más graves. Lucía llevaba dos años transitando todos los días aquel hospital, por lo que todo el personal y enfermos de este la conocían de sobra.

Se acercó a las escaleras y comenzó a subirlas lentamente. Sus piernas estaban cansadas y sentía un profundo dolor de cabeza. Aquella noche apenas había podido conciliar el sueño por culpa de la inesperada visita de Zass y no le había sentado para nada bien. Por suerte para ella, tan solo tenía que subir hasta el primer piso. Comenzó a caminar a lo largo del espacioso pasillo de habitaciones, cada una de ellas debidamente numerada. Varias personas transitaban aquel pasillo, personas que visitaban a seres queridos que se encontraban allí ingresados. Inmersa en sus pensamientos, Lucía llegó hasta la habitación 14 y abrió lentamente su puerta. Dejó el abrigo sobre el perchero y caminó hacia el interior de esta.

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