Marvel | One Shots | (EN EDICIÓN)

Loki Laufeyson

"Perdóname" (Parte 2)

[EDITADO]

Los vengadores se tardaron menos de lo que Loki pensó en llegar. Pero ya era demasiado tarde como para que pudieran detenerlo.

Tony fue el primero en tratar de atacarlo, y él pudo ocuparse perfectamente de él mientras Rebeca y el agente Barton se ocupaban del resto de los vengadores.

—Rebeca, no hagas esto más difícil —le dijo Steve al encontrarse con ella al llegar a la torre. Pero la mirada de ella, pérdida y desconocida, no le dio respuesta alguna. 

Con agilidad, Rebeca se había acercado a él y lo había atacado con las cuchillas que tenía en las manos, que no eran más largas que un cuchillo de cocina normal, pero mucho más letales, y Steve sabía lo buena que era ella utilizándolas.

Natasha peleaba con Clint, tratando de no lastimarlo, y Thor había ingresado a darle una mano a Tony con Loki, pero nada de lo que hacían parecía ser suficiente como para detenerlos. 

—Ya es muy tarde Steve —murmuró la muchacha poniéndose de pie y limpiándose la sangre del labio. Steve no quería tener que herirla, pero Rebeca no le estaba dejando muchas opciones.

Rogers la observó con detenimiento, vio como se ponía de pie, vio como el antes claro azul de sus ojos ahora era un electrificante azul que le provocó un respingo. ¿Acaso Loki se había atrevido a controlarla también a ella?

—No importa lo que hagan. Ellos vendrán de todas maneras. —Rebeca rió y embistió contra el capitán.

Steve no se movió.

La punta de la cuchilla en la mano derecha de Rebeca iba apuntada directo a su cuello, mientras que la segunda cuchilla apuntaba al blando espacio en su caja torácica, entre sus costillas.

Una explosión en el cielo y el infernal sonido de un sin número de criaturas de tamaños inimaginables, fueron lo suficientemente potentes como para hacer que Rebeca dejara caer ambas cuchillas al suelo. El chillón repiqueteo de estas al caer al suelo, llevaron a Steve a pasar uno de sus brazos por entre los brazos de Rebeca, dejándolos inmóviles en la espalda de ella.

—Te dije que era muy tarde...

—¿Por qué estás haciendo todo esto? —le preguntó Steve, sin soltarla, con el miedo de tener que detenerla de una peor manera. Ella soltó una amarga carcajada y dejó caer la cabeza, su cabello cubrió su rostro y una lágrima se deslizó por su mejilla.

—No lo sé.

Los chitauri volaban por el cielo de Manhattan, la gente lloriqueaba y gritaba. Los extraterrestres chocaban contra los edificios, destruyéndolos por completo, y Steve sabía que no podía contenerla por mucho tiempo, no si quería ir a ayudar aunque fuera a un par de personas, después de todas las muertes, era lo mínimo que podía hacer.