—Tranquila. Yo ya te vi, ¿Recuerdas?

Sus ojos me mostraban esa tranquilidad que él mismo intentaba transmitirme mediante palabras.

—Sólo vas a complacerme. – Añadió.

Él no tenía la culpa de lo que me pasó en el pasado, y él necesitaba complacerse. Además, yo quería hacerlo.

Mi mano se dirigió a la parte del costado, donde tenía la cremallera el vestido. Torpemente, atrapé el tirador y bajé el engranaje.

Harry parecía disfrutar, por muy mal que lo estuviese haciendo.

Dejé deslizar la tela por mi cuerpo, hasta que cayó al suelo.

El chico mordía sus labios fuertemente. Quizás, producto de la excitación.

Ahora se puso de pie y cogió mi mano, jalándome hacia él.

—Eres preciosa, Abbie.

Mi respiración estaba acelerada. Estaba demasiado nerviosa. Y, eso que acababa de susurrar, quizás me hacía estarlo más.

—Desabróchame el pantalón. – Me ordenó.

Le miré durante unos segundos, indecisa. El chico me asintió dándome el empujón final.

Acerqué mis dedos a su botón de los pantalones de traje, y lo desabroché. Tiré un poco de ellos y dejé que aterrizasen en el suelo. Harry aprovechó para quitarse los zapatos con los pies.

Mis piernas desnudas temblaban. Mi mirada bajó con cuidado al bóxer del chico. Eran negros y con la goma naranja, junto a la marca de la prenda.

—Ahora, desabróchame la camiseta.

Mis finos dedos comenzaron por el primer botón de su camiseta. La continua mirada de Harry me intimidaba.

Me miraba con ganas, como si solo esto le bastase para complacerse. Pero yo misma sabía que no era así. Que aun que no fuésemos nada él buscaría a una persona que no tuviese ese problema que, de alguna manera u otra, me estaba condicionando. Y a él más.

Terminé de desabrocharle el último botón y dejé caer su camisa por la espalda. Mis ojos observaron su torso lleno de misteriosos tatuajes, que jamás había visto.

Mi cara reflejó la sorpresa, y, el chico, esbozó una leve sonrisa.

—¿Qué pasa? – Me susurró.

—Nunca pensé que tendrías tantos tatuajes.

—Hay tantas cosas que no sabes de mí, Abbie...

Le miré y tragué saliva. El chico tenía razón. Era algo con lo que debería aprender a vivir. Era algo que tendría que asumir ya.

Perfiló mis curvas con su dedo índice, y eso me estremeció.

—¿Estás bien? – Me preguntó.

Ningún miedo y ningún agobio de momento en mi cuerpo. Asentí.

El chico deslizó su dedo índice por mi pelvis, sin tocar la ropa interior. Mi cuerpo estaba completamente estremecido.

—Tu piel es muy suave. – Murmuró.

Cerré los ojos dándolo por hecho. Era algo que siempre me había gustado cuidar.

—Tócame. – Exigió.

—¿Cómo?

—Hazlo.

Su tono tan autoritario me obligó a hacerlo. Llevé mi mano derecha con cuidado cerca de su cuerpo, y la posé a cámara lenta en su pecho.

Ardía. Parecía que no era solo su vida la que estaba en llamas, sino también su cuerpo. Él estaba ardiendo.

Empecé a acariciar lentamente su torso. La respiración del chico empezó a agitarse. Parecía gustarle. Parecía que, con algo tan simple como esto, él estaba complaciéndose.

Su mano dejó de acariciar mis curvas y se posó encima de la mía, que estaba cerca de su ombligo.

Di un pequeño sobresalto cuando sentí esa acción tan inesperada cerca de mí.

Su mano arrastró la mía por su ombligo, dirigiéndose al final de su tripa. Con cuidado mi palma iba pasando por la tira de sus calzoncillos, y cada vez, me iba estremeciendo más.

Esto no era ni parecido a lo que pasó con Ryan. Esto era mucho más delicado, y con algo que aquella vez faltó, y era primordial: Amor.

Me terminé de estremecer cuando mi mano se posó en el bóxer. El chico me miró travieso, y el movía mi mano, dirigiéndola.

Mi gesto era completa sorpresa, estremecimiento y sobretodo, excitación.

Harry soltó mi mano cuidadosamente, y devolvió la suya al inicio de mi cadera. Empezó de nuevo a perfilar mis curvas, y mi piel se erizó.

El chico lo hacía tan delicadamente que, tan solo eso, me excitaba. Sus dedos de nuevo se dirigieron a mi pelvis y su índice subió lentamente hasta el principio de mi ropa interior.

Me miró, y yo a él.

Cogí aire y dejé que el chico hiciese lo que quería hacer. Su dedo índice comenzó a introducirse debajo de mi braga. Comenzó a bajar por la parte púbica. Pero, justo en ese momento, Ryan se apareció en mi cabeza.

Mi cadera se tensó junto a mis glúteos. Quité rápidamente mi mano de su bóxer y me retiré de él, haciendo que su mano saliese disparada de mi ropa interior.

Miré todo mí alrededor. No. No estaba preparada.

—Lo siento Harry, no puedo.

Cogí tan rápido como pude mi vestido del suelo, poniendomelo como pude, y, acto seguido, corrí hacia el salón acaparando mis zapatos.

—¿Dónde vas? – Preguntó Harry, corriendo semidesnudo tras de mí.

—Necesito irme, y quizás pensar.

Le miré por última vez. Sus ojos verdes guardaban sorpresa, mientras que los míos, miedo.

Agarré el pomo de la puerta exterior, y salí disparada del piso rumbo a mi coche; Huía.

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