Capitulo 23

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El café que sostenía en mis manos se estaba enfriando lentamente, la cobija de colgaba de mi espalda se sentía tan lejana como para creer que algo me protegía del frio. Estornude y cuando lo hice cubrí mi boca con el dorso de mi mano, definitivamente iba a enfermarme.

Gareth se encontraba sentado delante de mí, viendo mis movimientos y debes en cuando me pasaba pañuelos para lograr quitarme las lágrimas. Y a pesar de verme así no menciono nada, unas veces me miraba, otras veces solo negaba, como si su mente tuviera un interno debate. Yo justo ahora podría tenerlo, pero estaba deshecha como para ponerme a pensar lo que había pasado hace unos minutos. Tenía ligeras pulsaciones en la cabeza y mi boca estaba tan seca. No estaba llorando a mares pero tenía intención de hacerlo, tenía intención de poder llorar como quería y de vez cuando dar un fuerte grito para sacar el dolor que sentía mi pecho. Pero yo sabía que lo hiciera o no aquel hoyo no iba a desaparecer. Así que permanecí derramando lágrimas en silencio y soltando sigilosos jadeos para no preocupar a Gareth. Bebí otro poco del café que no llevaba mucho en mis manos y que una vez que llegamos a la casa de Gareth el me había servido. Sorbí de mi nariz para tratar de respirar, pero no funciono.

—¿Estas bien?— era la primera vez que estábamos hablando después de todo este día. Asentí rápidamente y observe la llama que se encontraba prendida en una chimenea que no había notado hasta ese momento. Gareth suspiro rendido y me miro con lastima.

—Edythe— susurro y eleve mis ojos hasta los suyos— Lamento que mi hermano sea un imbécil.

Sus palabras me hicieron temblar solo por unos minutos y luego volví la vista hacia la llama. Escuche los pasos de Gareth subir las escaleras y oprimí mis labios con fuerza, una vez más mis ojos se llenaron de lágrimas y con cuidado me acosté sobre el sillón. La cobija que tenía me la puse en los pies y deje la taza en la mesa que se encontraba delante del sillón. Una vez más sorbí de mi nariz y me tape hasta cubrir mi cabeza. Solo quería dormir, quería dormir y tener las enormes ganas de enamorarme de nuevo, de no creer que alguien me amaba o perder la cabeza al punto de solo prestar atención a alguien más que mí. Mi pecho se hundió y sentí una nueva presión. ¿Era el amor tan cruel? ¿Siempre era así? Suspire, tal vez solo debía dejar el tema por ahora, debía pensar más en que pasaría después, cuando yo deba volver por mis papeles a la preparatoria, también qué pasaría si es que lo vería de nuevo. Tenía cierto miedo de encararlo. Solté un suspiro y cerré mis ojos, tampoco iba ponerme a pensar en lo que sucedía así que solo cerré los ojos y dormí.

La mañana siguiente fue mejor y peor, fue mejor porque Gareth se comportó de un modo protector conmigo, había traído el desayuno hasta el sillón y parecía atento cada vez que yo estornudaba. Y fue peor porque mis ojos habían amanecido hinchados y me sentía de débil, como si cualquier cosa que iba a suceder iba afectarme.

—Tienes temperatura—dijo Gareth mientras miraba el termómetro indicando 38 grados.

—Es normal—dije mientras me sentaba y pateaba las cobijas. Tenía frio de un momento y luego demasiado calor.

—Por supuesto que no, estas tan pálida que podría pensar que estas muerta.— Dice Gareth mientras veo consigo que trae un pañuelo mojado. Sin aviso me inclina solo un poco y me coloca el pañuelo en la frente.

—¿Qué estas...?

—Es un remedio casero— habla mientras mira mis mejillas y sonríe— Antes, cuando cuidaba a Deimon solía hacerle esto. Como éramos pequeños y nuestra madre trabaja yo era responsable de él.

La figura de un Deimon pequeño se me hizo demasiado lindo. Un niño con ojos azules y cabello despeinado de color negro fue una hermosa imagen que mi mente creo.

DeimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora