Capítulo 33

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Entré dando grandes zancadas en la cocina, mis padres y abuelos habían llegado y estaban ordenando las comprar en la depensa y en el refrigerador. Tropecé con una lata de no se qué y caí de bruces en el suelo.

-¿Estás bien? -dijo Davos, me tendió la mano para que me pusiera de pie, pero decidí quedarme en el suelo.

-Si, es que sentí que el suelo necesitaba compañía y quise darle un abrazo. -dije con tono molesto. Una silueta femenina, que traía puesto un bello vestido con estampado de flores, me tomó del brazo y me puso de pie. No sé de donde la había sacado, pero Rose tenía mucha fuerza, a pesar de su edad.

-En estas fechas hace mucho frío, te puede dar un refriado por quedarte toda la tarde en el suelo. -sonrió- ¿Sucede algo? Compramos pudín, ¿quieres uno?

Asentí ligeramente, necesitaba, como solía decir Antje, endulzar mi vida para superar un rato amargo. Rose se dirigió hasta una gran bolsa reusable color verde, revolvió el contenido y luego sacó un pudín, buscó una cuchara en una de las gavetas y me lo entregó. Como si fuese un niño de seis años, me senté en el comedor, detapé el pudín y comencé a comerlo con estusiasmo. 

Antje y Davos orgarizaron la despensa mientras que Rose y Robert el refrigerador. Alcancé a ver como Tom se escabullía y se iba a echar en el sofá, típico en él. De un momento a otro se escuchó la puerta que iba hacia el patio, Rut, seguida de Kitsu, entró y tomó del refrigerador una gelatina para entregarsela a Kitsu y luego desaparecer por la puerta, al parecer nadie notó la presencia de Kitsu, él vino hasta el comedor y se sentó enfrete de mí.

-Vaya descaro -dijo metiendo la cuchara dentro de la gelatina y sacando un pedazo-, eres alérgico a las fresas pero tu familia compra gelatina sabor a fresas silvestres. -se llevó la cuchara a la boca y sonrió.

-Que yo sea alérgico a las fresas no significa que mi familia no pueda disfrutar de ellas. -dije con frialdad.

-Vaya, pues si sigues con eso, acabaras muerto un día de estos. -se llevó otra cucharada de gelatina a la boca.

-Ya no me apetece hablar contigo.

-Pero a mí si me apetece hablar contigo, por lo menos ahora.

-Hace un rato me haz dicho que soy una escoria, y ¿ahora quieres hablarme? ¿Qué eres? ¿Bipolar?

-No, pero cambio de parecer muy rápido. Sí, eres una escoria, pero eres la escoria que está con Zelig, y como dicen: manten a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca. -su expresión se tornó seria, detrás de esos peculiares y magníficos ojos grises, había maldad pura, eran como las ventanas del infierno, unas muy hermosas- ¿Eh? -ladeó la cabeza- ¿Sucede algo? ¿Por qué me miras así? ¿Te gusto?

Me ruboricé. Kitsu esbozó una sonrisa juguetona y se lamió el dedo índice, sus labios, debido al alto contenido de colorante de la gelatina, se tiñeron de rojo intenso, un momento, ¿Kitsu me parecía atractivo? No, por favor, no, debe ser una broma.

-Claro esta que hay algo en mí que llama tu atención -posó los codos sobre la mesa-. Pero ¿qué será? -con su dedo índice se dio varios golpecitos en la mejilla en modo pensativo- ¿Será el hecho de que nuestros ojos son del mismo color? -suspiró- Ó ¿Es que mi forma de ser te ha cautivado?

No dije palabra alguna, a decir verdad no quería decir nada, preferiría encerrarme en el hueco de la escalera y gritarle a una almohada, ó correr desnudo por toda una plaza en lugar de pasar un segundo más con Kitsu. Al final si dije algo, pero desvíe la conversación a otro lado haciendo mención de su extraño nombre.

-Kitsu no es un nombre. -dije, hasta ese punto me di cuenta de que realmente Kitsu no era un nombre que jamás haya escuchado, he leído varios libros de nombres y en ninguno sale, o por lo menos lo mencionan.

Como te odio [Yaoi/Gay]Where stories live. Discover now