Capitulo 1

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Eran pasadas las doce del mediodía, según mi teléfono, cuando desperté a causa de un fuerte dolor de estómago. El viaje no me sentó para nada bien, y ni hablar del cambio de horario, me costó mucho tener que esperar a que el sol se metiera para poder dormir como se debía.

Según me dijeron, en Europa el día se comienza a partir de las ocho de la mañana, pero el mío empezó a la una de la tarde, cuando me levante de la cama porque tenía mucha hambre, el estómago me pedía a gritos que lo llenara.

Me desperecé y me levanté de la cama. Observé mi entorno, estaba en una amplia habitación color crema, la cama estaba debajo de una gran ventana (cubría casi un pared entera), el techo era inclinado, lo cual me gustaba mucho ya que me recordaba a mi antigua casa en Ohio. Ademas de la cama, solo había una silla al fondo de la habitación y sobre ella estaba mi maleta, pero mi ropa estaba esparcida en el suelo.

-Dormí por más de nueve horas y Antje no se ha dignado en despertarme, vaya, es un récord -dije en voz alta-. Debe estar durmiendo.

Después de estar, hablando en forma literaria, casi dos días en un avión, gracias a los continuos atrasos y las tormentas, y por el hecho de que mi madre es una tacaña de primera generación en lo que respecta a largos viajes, tenía un hambre del demonio y seguía entumecido debido a la incómoda silla del avión, lo menos que quería era que Antje, así se llama mi madre, se quedara dormida, porque si eso pasaba significaría que yo tendría que salir a comprar comida y, sinceramente, no conocía nada, me perdería, me secuestrarían o peor aún, terminaría vendiéndome para poder comer un pedazo de pan.

Sonaré exagerado, pero siempre le busco el lado negativo a las cosas.

Di varias vueltas en la habitación y luego salí. Me dirigí hacia la cocina. Mientras iba recorriendo el pasillo me llego un olor dulce, lo conocía, el inconfundible olor a harina, miel, avena y mantequilla que tanto me fascinaba, ¡definitivamente se trataban de panqueques!, pero no los ordinarios, si no mis favoritos, panqueques de avena con moras y miel. Sin pensarlo dos veces corrí hasta la cocina.

-¡Panqueques! -grité cuando llegué. Vi un plato sobre la mesa, tenía entre cinco y ocho deliciosos panqueques recién hechos, fui hasta ellos.

-No tan rápido -Antje salió de la nada, llevaba una espátula en la mano y tenía una mirada reprobatoria. Verán, Antje no suele dejar que coma más de tres panqueques, porque según ella "Los panqueques son malos para un chico en pleno desarrollo"-. Te recuerdo que solo puedes comer tres de estos -movió la cabeza hacia un lado, señalando con el mentón los panqueques.

-¡Antje! -me puse de rodillas, moría por comer panqueques-. Déjame comer cinco, no le harán mal a nadie, por favor -supliqué.

-No, ya sabes cómo son las cosas aquí. Tú solo comes tres panqueques -me reprochó.

-¿Lo que significa que tú te comes el resto y terminas como una morsa? -me aparté un poco, Antje se enojó, sabía que me iba a pegar con la espátula.

-Y si es así, ¿qué te importa? -se cruzó de brazos.

-Pues -me puse de pie-, significa que si sigues comiendo como una morsa nunca tendrás novio, por lo que nunca te casarás y terminarás sola, con veinte gatos y sin mí -sonreí de manera burlona.

-Ya verás niño, no te tuve nueve meses dentro de mí para que dieciséis años después vinieras a decir semejantes boberías -alzó la voz, estaba muy molesta-. Comerás tres panqueques y te comportarás como debes, o te tendré que enseñar modales, de nuevo -Antje esbozó una sonrisa llena de malicia, por un momento recordé lo que paso la última vez que "me enseñó modales", terminé comiendo comida de perro durante un día entero.

Un escalofrío recorrió por completo mi columna.

-Bien -me enderecé. Realmente estaba asustado, no quería repetir lo de la vez anterior-. Comeré tres panqueques -suspiré resignado.

Mi relación con Antje es como la típica relación de madre e hijo, si se pregunta por qué no le digo "Mamá" es porque a ella no le gusta, además, nunca la he llamado de ese modo.

Antje conoció a mi padre cuando iba en su penúltimo semestre de universidad, comenzaron como amigos y por cosas de la vida se enamoraron. Después de mucho se hicieron novios, pero por un descuido, y me refiero a un preservativo roto (¡señores, soy un bastardo!), Antje quedó embarazada. Mi padre y Antje se casaron cuando se enteraron del embarazo, y nueve meses después nació este galán. Mi nombre me lo puso Antje, ella quería una niña, pero nací varón, que lastima ¿no? Antje quería que el nombre de su hija fuera poco conocido y un tanto original, por lo que estando en la panza me puso Neferet, que significa "Mujer hermosa", es egipcio, no pregunten. No me quejo de mi nombre, ni mucho menos por que sea nombre de chica, pero me hubiera encantado que Antje pensara antes de actuar, ya que mi padre le dijo que me cambiara el nombre, pero la muy boba ya me había registrado como Neferet.

En mi antigua escuela no recibí insulto alguno con respecto a mi nombre, porque, a decir verdad, nadie se tomó la molestia de investigarlo.

Cuando cumplí los doce, Antje y mi padre se separaron, decidieron hacerlo por diversos motivos y razones de las cuales yo nunca sabré, no me llegó a importar en lo absoluto su separación (estoy mintiendo). Me dieron a elegir entre quedarme con mi padre o quedarme con Antje, en otras circunstancias alguno de los dos hubiera peleado por mi custodia, pero me dieron a elegir. Decidí quedarme con Antje ya que era más apegado a ella, mi padre no protestó, solo puso la condición de que tenía que estar con él los fines de semana.

Cuatro años después de la separación de mis padres, a Antje le ofrecieron un ascenso en su trabajo, pero aceptar el ascenso implicaba tener que trasladarse a Alemania, los dos hablamos sobre eso, incluso le pedimos su opinión a mi padre, yo no quería irme de Ohio, extrañaría a mis amigos y me retrasaría en la escuela. Sin embargo, pese a mis protestas, mi padre convenció a Antje de aceptar el ascenso y dos días después ya estaba todo listo para mudarnos (es que Antje hace magia).

No hubo inconveniente alguno, ni problemas con el pasaporte o algo parecido, Antje y yo éramos alemanes residentes en Estados Unidos.

Por si omití ese detalle, Antje no quería que su bebé naciera en Estados Unidos, a ella no le gusta Estados Unidos, por lo que me tuvo en Alemania, y después de un año partimos a Estados Unidos.

Tampoco hubo problemas con el cambio de idioma, Antje me enseño alemán en cuanto aprendí a hablar, también me enseñó inglés, español y rumano, aunque este último no lo hablo tan fluido como los otros.

En si el cambio entre Estados Unidos y Alemania no fue mucho, amaba Estados Unidos, pero Alemania fue en donde nací y a decir verdad no sabía nada sobre Alemania y tenía mucha curiosidad por aprender.

Pasaron muchas cosas graciosas mientras Antje y yo volábamos rumbo a Alemania, la más cómica que cuando fuimos a abordar el último vuelo. Estaba subiendo las escaleras del avion cuando pisé mi abrigo y me fui de boca contra el suelo, hice que muchos se rieran, pero me partí el labio y me pegue muy fuerte en la frente con un escalón, estuve con un fuerte dolor durante el transcurso del vuelo.


-Las clases comienzan dentro de una semana -comentó Antje mientras me servía los panqueques-, espero que para ese entonces tengas todo listo, recuerda que mañana comienzo a trabajar por lo que tu tendrás que salir a comprar lo que te haga falta.

-Como un escritorio, ¿tal vez? -dije en tono divertido.

-Si, como un escritorio, tal vez. 

Como te odio [Yaoi/Gay]Where stories live. Discover now