Tumbado sobre la cama, se encontraba un chico alto y delgado, de complexión esbelta. Tenía el pelo algo largo y alborotado. Varios goteros nacían de sus antebrazos y se encontraba conectado a una robusta máquina que le permitía respirar mediante una mascarilla de plástico. A poca distancia de los goteros se encontraba un monitor, dónde se podían ver las constantes cardíacas de aquel chico.

Mientras Lucía caminaba hacia él con sus ojos húmedos, una enfermera entró en la habitación.

- Oh... disculpe Lucía.- dijo la enfermera retrocediendo.

- No se preocupe, acabó de llegar.- respondió Lucía sonriéndole.

La enfermera le devolvió la sonrisa y salió de la habitación, dejándola a solas. Lucía retomó su camino y se agachó para darle un beso en la mejilla a aquel chico. Después, introdujo con cuidado su mano entre las suyas y comenzó a acariciarla suavemente.

- ¿Cómo estás hoy?- preguntó Lucía.- Yo... bueno... algo cansada. Tenía ganas de verte. Sabes que de normal suelo contarte lo que me pasó el día anterior... pero hoy no sé como decirte esto.

Lucía tragó saliva mientras las lágrimas ya caían sin oposición sobre su rostro. Sentía que debía decirle lo que ocurrió la noche anterior con Zass, pero temía que si le escuchaba contarle aquella noticia afectara a su ya desfavorable salud. Llevaba ya dos años en coma y según los médicos no tenía indicios de mejora. Sin duda, darle un disgusto así podría matarle.

- Quiero que estés tranquilo, todo va bien. Solo quiero decirte que pronto te daré justicia, te lo aseguró. No dudes ni un segundo de eso.- añadió Lucía mientras apoyaba su cabeza sobre el cuello de su novio, para comenzar a hablarle al oído.- No pasa ni un solo día en el que no me acuerde de ti. Sé que me estás escuchando en este momento y sé también que algún día despertaras y volverás a abrazarme. Y cuando lo hagas, ese hijo de puta ya no será un problema. Te amo muchísimo.- concluyó Lucía para después volver a darle un beso en la mejilla.

Se puso en pie y tras secarse las lágrimas se disponía a salir de la habitación, cuando de pronto su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo. Lucía lo cogió con velocidad y al mirar a la pantalla, observó en ella "Número oculto". Extrañada, deslizó el dedo por la pantalla y respondió a la llamada.

- ¿Quién?- preguntó Lucía.

- Que escena tan bonita.- contestó una ronca voz que hizo que el móvil casi cayera de su mano.- Creo que incluso se me ha caído una lagrimita... ah no, es una legaña.

Era Zass.

Lucía no conseguía articular palabra... ¿Cómo había conseguido su número de teléfono? Y lo que era peor...¿Cómo había escuchado lo que le había dicho a su novio?

Miró por última vez a su chico y se acercó rápidamente a la puerta de salida. Salió de ella y se metió lo más rápido que pudo a los baños. Allí, dijo con el teléfono pegado a la oreja :

- ¿Cómo tienes mi número?

- Te estoy llamando desde el teléfono de uno de tus compañeros. Creo que se llamaba... Ah sí. Se llamaba Bastian- contestó Zass.

- ¿Qué le has hecho?- preguntó Lucía gritando.

- Nada... nada. Simplemente le he hecho una pequeña visita y le he pedido amablemente su móvil.

Tras varios segundos de silencio, se escuchó una estridente carcajada al otro lado de la línea.

- Jajajaja... era broma. Deberíais enviarle una ambulancia a su casa, no creó que tardé demasiado en morir envenenado.

- ¡Joder!- Gritó Lucía. La casa de Bastian se encontraba a un par de manzanas, en lo alto de la avenida principal. Si cogía el coche y se daba prisa podría llegar allí en un par de minutos. Salió del cuarto de baño y comenzó a correr por el pasillo.

- ¡Eh! Ni se te ocurra colgarme.- dijo Zass, haciendo que Lucía se detuviera durante algunos segundos.- Ahora mismo estoy en casa de... emm... ¿Cómo se llama tu papá?- preguntó Zass alejando el móvil de su oreja.

- Ben.- contestó lo que parecía ser una asustada y titubeante niña.

La sangre de Lucía se congeló mientras ya corría a través de la sala de espera.

- Eso... Ben. Soy malísimo para los nombres. Estoy aquí con tu otro compañero Ben y su adorable familia... son muy agradables. Pero ya sabes, no hay excepciones.

Lucía salió del hospital y abrió el coche con el control remoto, mientras con la otra mano sujetaba el teléfono. Se subió con velocidad al coche y lo arrancó.

- Me imagino que ahora estarás muy indecisa... ¿Verdad? Debe ser una decisión muy difícil. El veneno que le he inyectado a Bastian es de acción lenta, más o menos una hora, pero teniendo en cuenta que han pasado cincuenta y cinco minutos desde que estuve con él, calculo que le deben quedar pocos minutos de vida... a no ser que le inyectes el antídoto que he dejado en la mesa del comedor. Y por otro lado, en exactamente cinco minutos y veintidos... veintiun... veinte segundos, mataré a Ben, a su mujer y a su adorable hija. Tanto la casa de Ben como la de Bastian se encuentran bastante cerca de ti ahora mismo... ¿Verdad? Quizás puedas llegar a tiempo para salvar a uno de ellos... pero es imposible que puedas llegar a tiempo para salvarles a los dos y los incompetentes de la Policía y las ambulancias tardarán más de quince minutos en llegar a ayudarles. De ti depende Lucía... ¿A quién vas a salvar? O mejor dicho... ¿A quién vas a dejar morir?

 ¿A quién vas a dejar morir?

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