Epílogo | Madison

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Dylan nunca pensó que su primer disco tendría tanto éxito. En cuestión de meses, las ventas crecieron y cada día tenía más fans.

Comenzó dando conciertos en locales pequeños y conforme su fama fue aumentando consiguió llenar varias salas de conciertos e incluso lo llamaron de varios programas de televisión para presentar algunas canciones de su disco.

Me hubiera gustado estar con él durante su gira, pero no le pude acompañar, ya que Dylan tuvo que viajar por todo el estado y yo pronto iba a comenzar mi último año de universidad.

Estar sola durante todo ese tiempo fue bastante raro, porque me había acostumbrado a estar con él casi todos los días, pero él lo compensó llamándome cada noche.

El último concierto de su gira fue en una de las salas más famosas de Nueva York, en Radio City Music Hall, y Erika y yo tuvimos que conseguir las entradas con semanas de antelación. No eran las más baratas, pero conseguimos dos en primera fila.

Dylan me propuso colarme entre bastidores, pero rechacé su oferta porque quería verle en el escenario desde abajo, como una fan más.

Llegamos al local una hora antes del concierto y nos encontramos con una larga cola de gente, que daba la vuelta a todo el edificio.

Nos colocamos al final de la fila y pasó un buen rato hasta que llegamos a la puerta. Un guardia de seguridad nos pidió las entradas y nos dejó pasar al interior.

La sala estaba llena de gente, menos mal que los asientos estaban numerados, si no tal vez hubiéramos tenido que ver a Dylan desde la última fila.

Buscamos nuestros asientos y nos sentamos, estábamos muy nerviosas porque empezara el concierto.

—¡Madison! —me llamó Gemma. Iba acompañada por John y se sentaron a nuestro lado—. Me alegro mucho de verte.

—Yo también.

Desde que me marché de Seattle, mi relación con Gemma había mejorado. Teníamos una relación muy cercana y era como una madre para mí.

—¡Está a punto de empezar! —gritó Erika emocionada.

Las luces del escenario se apagaron y la voz de Dylan comenzó a sonar por toda la sala.

—Creía que un sueño como este nunca llegaría a hacerse realidad, que alguien como yo no llegaría a nada. —Las luces se volvieron a encender y ahora Dylan se encontraba en el centro del escenario, con su guitarra colgada del hombro—. A la gente le gustan mis canciones, le gusta lo que hago, pero lo que no saben es que nada de esto sería posible si ella no hubiera estado a mi lado.

Nuestras miradas se encontraron y le mandé un beso, orgullosa de él.

—Me gustaría comenzar con una canción muy especial para mí. Espero que os guste.

Pasó los dedos por las cuerdas de la guitarra y comenzó a cantar nuestra canción. Era tan íntima, que me pareció bastante raro compartirlo con otras personas que no conocían la realidad que había detrás de cada letra, de cada nota.

Dylan había pasado por muchas cosas a lo largo de su vida. Estuvo a punto de perder a su madre en el momento que más la necesitaba y tuvo que vivir solo con su padre, que no sabía manejar su ira de otra forma que no fuera pegándole a su hijo y a su mujer. Tuvo que aguantar todo eso mientras tenía que aparentar que todo iba bien, obligándose a guardarse todos sus sentimientos.

Verlo encima del escenario, tan feliz y tan emocionado me llenó de felicidad. Quería que Dylan fuera feliz y si podía serlo cumpliendo uno de sus sueños, yo lo apoyaría sin pensármelo.

Cuando el concierto finalizó, nos reunimos con él en su camerino.

—Has estrado brillante, cariño. Estoy muy orgullosa de ti —dijo Gemma mientras le daba un abrazo a su hijo.

—Gracias mamá —le dio un beso en la mejilla. Dylan se giró hacia John y le dio un apretón de manos—. Gracias por haber venido.

—No las des.

Erika fue la siguiente en felicitarle, le dio un abrazo y un beso en la mejilla.

—Nos vemos fuera —dijo antes de seguir a Gemma y John fuera del camerino.

Nos miramos durante unos segundos antes de fundirnos en un abrazo y un beso apasionado.

—Supongo que nadie tendrá ningún problema si hoy duermes conmigo.

—Y si lo tienen me da igual, voy a dormir contigo todos los días de mi vida.

—¿Estás seguro?

—Nunca he estado más seguro de algo. ¿Te acuerdas que me lo dijiste una vez?

—Sí, lo recuerdo —Sonreí.

Dylan se apartó un momento para buscar algo en el interior de su mochila. Cuando lo encontró, dio media vuelta y escondió lo que buscaba detrás de él.

—¿Estás segura de que quieres pasar el resto de tu vida conmigo? —me preguntó arrodillándose delante de mí. Se quitó las manos de la espalda y me mostró una pequeña caja negra.

Me llevé las manos a la boca y solté un pequeño chillido cuando la abrió y dejó ver un anillo de compromiso.

—Madison, ¿quieres casarte conmigo?

—¡Sí! ¡Quiero casarme contigo! —grité emocionada.

Extendí el dedo anular para que me pusiera el anillo y en cuanto se incorporó, le abracé con todas mis fuerzas.

Habíamos superado cualquier adversidad y pasado tantos momentos juntos que no me imaginaba pasando el resto de mi vida con otra persona que no fuera él.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora