19 | Madison

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El primer día de último curso me desperté con la sensación de que había empezado como otro día cualquiera, pero me equivocaba

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El primer día de último curso me desperté con la sensación de que había empezado como otro día cualquiera, pero me equivocaba. En cuanto me levanté de la cama, los nervios se apoderaron de mi cuerpo.

Era el último año de instituto y nos tocaba demostrar que todo el trabajo de estos años había servido para algo, que tenía los conocimientos y capacidades suficientes para entrar en la universidad que yo quería.

Mi meta era Columbia, quería estudiar medicina en la mejor universidad de Nueva York, aunque para estudiar allí tendría que sacar buenos resultados porque solo aceptaban a los mejores.

Me di una ducha rápida y me vestí con un top blanco que dejaba al descubierto mis hombros, una falda vaquera y unas sandalias blancas. Me dejé el pelo suelto y me eché un poco de perfume antes de salir de mi habitación.

Caminé por el pasillo y entré directamente en la cocina donde me encontré a mi madre desayunando. En mi sitio había un plato con tortitas cubiertas de caramelo y parecían bastante deliciosas, pero no tenía mucha hambre.

Me senté en el taburete y al menos intenté probarlo para que mi madre no me regañara por tirar la comida.

—¿Por qué desayunas tan rápido? ¿Tienes prisa?

Asentí con la cabeza y le enseñé mi reloj.

—Llego tarde, el autobús llega en diez minutos.

Dejé el plato vacío en el fregadero y me acerqué a ella para darle un beso en la mejilla.

—Pasa un buen primer día de clase.

Cogí la mochila del suelo y salí directa hacia la parada del autobús, que llegó bastante puntual. Cuando subí, me senté en mi sitio habitual y el recorrido hasta el instituto lo amenicé con un poco de música.

—¡Madison! —gritó Harper en la puerta cuando me vio bajar del autobús.

Me acerqué a ella y la saludé con un abrazo.

Dentro, en el salón de actos, nos encontramos con Erika y nos sentamos a su lado. Nos habían citado a todos allí para informarnos de las clases y hablarnos un poco de cómo iba a funcionar este curso.

—No coincidimos en ninguna clase —dijo Harper, molesta al comprobar que mi horario era distinto al suyo.

—No te preocupes, en los descansos nos veremos.

La directora nos dio vía libre para dirigirnos a nuestra primera clase de la mañana. Me separé de mis amigas y me dirigí al segundo piso, al aula de Matemáticas.

Conseguí superar las primeras clases, gracias a que los profesores lo único que hicieron fue presentarse y preguntarnos qué tal había ido nuestro verano.

El timbre sonó interrumpiendo a uno de mis compañeros, que nos estaba contando que había ido con su familia de viaje a Londres.

—Hoy os habéis librado, pero mañana comenzamos con la clase —dijo el profesor Davis desde su mesa.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora