6 | Madison

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El lunes me levanté un poco antes de lo normal porque Dylan y yo íbamos a adelantar nuestro proyecto en el taller de Carpintería, antes de que nuestros compañeros llegaran y acaparasen todas las herramientas

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El lunes me levanté un poco antes de lo normal porque Dylan y yo íbamos a adelantar nuestro proyecto en el taller de Carpintería, antes de que nuestros compañeros llegaran y acaparasen todas las herramientas.

Cogí la ropa, que había dejado preparada en la silla el día anterior, y me puse un vestido rosa chicle, que me llegaba por encima de las rodillas, unas medias color carne y unas zapatillas blancas.

Entré al baño y me paré enfrente del espejo. Cepillé mi cabello y finalmente, lo adorné con una diadema blanca.

Regresé a mi habitación para recoger los libros que había dejado dispersos por mi escritorio y los metí en la mochila. Me la eché al hombro y salí de mi habitación directa a la cocina donde nada más al entrar, el olor a huevos con beicon inundó mis fosas nasales.

—Buenos días —dijo mi madre antes de beber un sorbo de su taza de café—. ¿Qué haces despierta tan temprano? ¿Tus clases no empiezan en una hora?

—Sí, pero tengo que irme antes. Dylan y yo vamos a acabar nuestro proyecto para la clase del profesor Philip.

Dejé la mochila en el suelo y me acerqué a la encimera a por una taza para prepararme leche con cacao. Me senté en el mismo taburete de siempre y devoré rápidamente el desayuno que mi madre había preparado.

—Me tengo que ir, nos vemos más tarde. —Le di un beso en la mejilla antes de coger la mochila del suelo y salir de la cocina.

Para ir a clase, como todos los días, me dirigí a la parada del autobús que se encontraba a dos calles de mi casa.

En cuanto el autobús amarillo se detuvo enfrente de la parada, subí y me senté al fondo, donde había algunos asientos libres y podía estar más tranquila.

Como aún me quedaban unas cuantas paradas para llegar al instituto, saqué los auriculares del bolsillo pequeño de mi mochila y busqué una playlist para escuchar durante el camino.

Como aún me quedaban unas cuantas paradas para llegar al instituto, saqué los auriculares del bolsillo pequeño de mi mochila y busqué una playlist para escuchar durante el camino

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Cuando leí el mensaje de Dylan, una sonrisa apareció en mi rostro y asentí con la cabeza, aunque sabía que no podía verme.

Guardé mi teléfono en la mochila y fijé la mirada en el cristal del autobús. De camino al instituto, pasamos por los barrios más ricos de Seattle donde, por lo que sabía, vivían algunos de mis compañeros incluida mi amiga Harper.

Nada más bajar del autobús, al igual que algunos estudiantes, me dirigí hacia las escaleras que llevaban a la puerta principal del instituto. Me detuve un momento en las taquillas para dejar la mochila y recoger los apuntes que necesitaba para el proyecto.

Caminé por el pasillo hacia la clase de Carpintería, que se encontraba al final de las taquillas, y llamé a la puerta antes de entrar. Cuando mi mirada se encontró con la de Dylan, ambos sonreímos y no pude evitar sonrojarme mientras me acercaba a la mesa donde se encontraba.

Dylan ya había reunido todos los materiales y herramientas necesarias para empezar el proyecto. Nos repartimos las tareas y decidimos que él se encargaría de hacer los agujeros, ya que sabía utilizar las herramientas mejor que yo, y yo me encargaría de poner los tornillos y los clavos.

—Siento haber estado un poco rara el viernes, tenía muchas cosas rondándome la cabeza —dije intentando romper el silencio.

—No pasa nada, espero que no sea nada grave.

—No lo es, solo estoy preocupada por mi madre. Desde que murió mi padre ha tenido muchas pesadillas y no lo está pasando nada bien —dije con total naturalidad.

No había hablado con nadie de la muerte de mi padre desde que falleció, pero sentía que a Dylan podía contarle cualquier cosa, que era ese tipo de persona a la que le podías contar hasta tu secreto más escondido.

—No sabía lo de tu padre —dijo con cierto tono de pena—. Lo siento mucho, no me imagino lo duro que puede llegar a ser perder a alguien a quien quieres tanto.

—Es normal que no lo supieras, no te lo había dicho. —Solté una breve carcajada antes de continuar—. Han pasado tres años desde su muerte, pero ella no ha conseguido asimilarlo del todo. Mi hermano y yo tampoco lo llevamos muy bien, pero intentamos superarlo como podemos.

Decidí dejar el tema para no abrir una herida que tanto me había costado cerrar y me centré en poner los tornillos en los agujeros que ya estaban hechos.

Dylan manejaba con tanta agilidad las herramientas que no podía parar de seguir cada uno de sus movimientos.

—Estás muy guapa —dijo, mirándome de arriba abajo sin ningún disimulo.

Sus palabras me pillaron por sorpresa y me hicieron sonrojar. Giré mi cuerpo y continúe trabajando para que no pudiera ver las dos manchas rojas que habían aparecido en mis mejillas y la sonrisa que tenía en el rostro.

Antes de que sonara el timbre y todos nuestros compañeros ocuparan sus asientos, conseguimos terminar la estructura de madera de nuestra caseta para pájaros y empezamos a pintarla con barniz.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora