40 | Dylan

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Durante la semana de los exámenes finales, mi casa fue todo un caos debido a los preparativos de la boda

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Durante la semana de los exámenes finales, mi casa fue todo un caos debido a los preparativos de la boda. Aunque mi padre dejó que Margaret se encargase de toda la preparación, también sacó algo de tiempo para ayudarla.

Yo, mientras tanto, me encerré en mi habitación a estudiar para los exámenes que todavía me quedaban por hacer. Apenas salí esos días y si lo hice, fue únicamente para comer y descansar.

Fue una semana bastante dura porque no pude ir a ver a mi madre al hospital, aunque sentía la necesidad de que debía de estar a su lado por si despertaba. Además, al salir de cada uno de los exámenes me invadía la desconfianza porque sentí que podría haberme esforzado más.

La sorpresa vino cuando colgaron los resultados en el tablón informativo del instituto.

Saqué las mejores notas de mi clase y mis profesores me felicitaron porque podría solicitar entrar en la universidad que quisiera.

Lo que ellos no sabían era que no pensaba ir a la universidad, al menos hasta que mi madre se mejorase. No podía marcharme y dejarla sola, porque solo me tenía a mí en su vida.

Después de la graduación los días pasaron rápido y al fin llegó el acontecimiento para el que todavía no estaba preparado: La boda de mi padre y Margaret.

Me encontraba sentado en la cama de la habitación del hotel cuando a mis primos se les ocurrió llamar a la puerta para molestarme.

—Tu padre te quiere ver abajo en diez minutos. Si yo fuera tú, me daría prisa. Sabes que no le gusta esperar.

Solté un largo suspiro y dejé de admirar las bonitas vistas que tenía del mar, desde el gran ventanal de la habitación, para ponerme en marcha.

Abrí la maleta y me vestí rápidamente con el traje negro que me había comprado mi padre expresamente para la boda.

Entré en el baño, me eché perfume y me arreglé el cabello antes de marcharme.

Mi habitación se encontraba en la primera planta, así que solo tuve que bajar las escaleras hasta el último piso. La carpa donde se iba a celebrar la ceremonia se encontraba en el jardín del hotel.

Cerca del altar, me reuní con mi padre y con Joseph, que se acercó a mí para arreglar el nudo de mi corbata.

—Así está perfecta.

Asentí con la cabeza y me coloqué a su lado.

Madison aún no se había reunido con las damas de honor y estaba expectante por ver lo guapa que seguramente estaba.

—¡Madison! —gritó una mujer.

Mis piernas empezaron a temblar y mi corazón comenzó a latir desbocado en cuanto la vi. Llevaba el mismo vestido que el resto de damas de honor, pero a ella le quedaba mejor que a las demás.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora