16 | Dylan

2.4K 206 4
                                    

—Me encanta esta canción

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Me encanta esta canción. —Madison extendió la mano hasta la radio, subió el volumen y empezó a canturrear en voz baja.

Estaba muy confuso, no recordaba haber subido al coche ni tampoco cuánto tiempo llevábamos allí.

A ese detalle no le di tanta importancia como al de que me encontraba conduciendo un coche y que Madison se encontraba a mi lado, pero muy diferente de cómo la recordaba.

Era mucho más alta, tenía el cuerpo más desarrollado y su cabello le llegaba hasta la mitad de la espalda. Era como si le hubieran echado dos años más encima.

Por curiosidad, bajé la mirada a mi cuerpo, pero seguía siendo el mismo de siempre. Estiré un poco el cuello para poder ver mi rostro en el retrovisor y comprobé que nada había cambiado en mí. ¿Por qué ella era distinta?

El sol que entraba por el parabrisas era cegador, tanto, que no podía ver nada más allá de la carretera.

—¿Qué está pasando? ¿Dónde estamos?

Madison giró su cuerpo hacia mí y me miró con expresión de sorpresa.

—¿Dylan, estás bien? —Posó su mano sobre la mía y no sentí nada—. ¿No lo recuerdas? Hoy es el cumpleaños de tu madre y nos dirigimos a tu casa para celebrarlo.

—¿Mi casa? ¿El cumpleaños de mi madre? —Cada vez estaba más confuso y empecé a asustarme. Intenté abrir la puerta del coche, pero estaba atascada—. ¿Dónde está mi madre?

—Dylan, tranquilízate. —Madison se quitó el cinturón y acercó su cuerpo a mi asiento para poder abrazarme.

—Madison, ponte el cinturón.

—¿Por qué? —Gruñó sobre mi cuello—. Déjame abrazarte.

De pronto empecé a sentir un dolor punzante en el pecho, allí donde su cuerpo descansaba.

—Madison...

Era como si su cuerpo estuviera petrificado sobre el mío. Intenté apartarla y cerré los ojos, molesto por el dolor.

El sonido de un coche aproximándose al nuestro se hacía cada vez más intenso conforme intentaba apartarla y de un momento a otro dejé de sentirla.

Abrí los ojos para comprobar que había pasado y ahora era yo quien se encontraba en el asiento del copiloto. Ella estaba sentada en el asiento del piloto con la mirada perdida y las dos manos sobre el volante.

—¿Madison?

En cuanto terminé de pronunciar su nombre, giró la cabeza hacia mí y abrió la boca para responderme, pero no le dio tiempo. Un coche nos golpeó y todo volvió a reproducirse ante mis ojos.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora