77 | Madison

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—¡Madison! —gritó Erika al otro lado de la puerta de mi habitación—. ¡Vas a llegar tarde a clase!

Abrí los ojos asustada y tardé un poco en acostumbrarme a la luz que entraba por la ventana. Me desperecé y miré el reloj de mi mesita.

En cuanto vi la hora que era me incorporé rápidamente. Salí disparada hacia el armario y me vestí con rapidez.

—¿Qué haces? —me preguntó Dylan, frotándose los ojos sentado en la cama.

—Llego tarde a clase —dije mientras revisaba que llevaba todo lo que necesitaba en la mochila—. Ayer se me olvidó poner la alarma y me he quedado dormida.

—Te puedo llevar si quieres —dijo todavía sentado.

—Gracias. —Me acerqué a él y le di un rápido beso en los labios.

Mientras Dylan se vestía, entré en la cocina a preparar un rápido desayuno para los dos. Me comí la tostada en dos bocados y me bebí el café de un trago.

—No comas tan rápido, te va a sentar mal el desayuno —me regañó Dylan desde la puerta.

—¿Ya estás listo?

Asintió rápidamente con la cabeza.

Perdimos diez minutos en bajar a la calle y buscar mi coche. Encontrar aparcamiento en Nueva York era imposible y necesitaba un garaje cuanto antes.

Le pasé las llaves a Dylan y nos subimos en el coche. Ya tenía asumido que no iba a llegar a la primera clase, así que me relajé en el asiento.

—Esta noche ponte guapo, tengo una sorpresa para ti.

—¿Qué estás planeando?

—No voy a decirte nada, soy como una tumba.

Dylan intentó insistir un poco más, pero permanecí con la boca cerrada el resto del camino. Los secretos se me escapaban fácilmente y no quería contarle mi plan porque era una sorpresa.

Detuvo el coche en la puerta principal y antes de bajarme, le di un beso en la mejilla.

—Nos vemos luego —le dije guiñándole un ojo.

Cuando llegué a casa después de las clases, Dylan me estaba esperando en mi habitación y estaba muy emocionado por la sorpresa que tenía para él esa noche.

—Tenemos una mesa reservada en un restaurante a las diez. —Rodeé su cuello con mis brazos y me puse de puntillas para poder besar la punta de su nariz—. Así que ponte guapo.

Dylan asintió con la cabeza.

Sacó la ropa que necesitaba del armario y se marchó a arreglarse al baño. Yo me tomé un tiempo para decidir qué ponerme y terminé eligiendo uno de mis vestidos favoritos, era blanco y escotado.

Cuando salí de la habitación, me reuní con Dylan en el salón. Estaba sentado en el sofá esperándome y nada más verme, se levantó para colocarse enfrente de mí.

Lo miré de arriba abajo y admiré lo bien que le quedaba la camisa azul marino y los vaqueros oscuros que vestía. Él hizo lo mismo conmigo y no se perdió ningún detalle de lo que llevaba puesto.

—Estás muy guapa esta noche —me susurró al oído—. Pero qué digo. Tú siempre estás guapísima.

Mientras caminábamos hacia la puerta, intenté ocultar el rojo de mis mejillas con mi cabello.

Nos dirigimos al coche y una vez dentro, metí la dirección del restaurante para no perdernos por el camino.

Aparcamos en un hueco que encontramos a unas manzanas del restaurante y nos unimos a la gente que ya estaba esperando para entrar.

Fuimos avanzando poco a poco hasta la puerta. El metre nos llevó a nuestra mesa y nos dejó dos menús para que decidiéramos qué queríamos pedir. Le echamos un vistazo y el camarero tomó nota de lo que queríamos cenar.

—¿Celebramos algo? —me preguntó Dylan con curiosidad.

Asentí con la cabeza y saqué el regalo, que tanto tiempo había estado guardando, del bolso. Me miró sorprendido antes de romper el papel y mirar el contenido de la caja.

Dentro había una llave.

—¿Una llave?

—Es mi regalo de bienvenida para ti, es la llave de nuestro nuevo apartamento. He estado haciendo turnos extras en la biblioteca de la universidad y en la cafetería para poder pagar la señal y el primer mes de alquiler.

—No sé qué decir.

—No tenemos que vivir juntos si no estás preparado todavía, tal vez te tendría que haber preguntado antes.

—No, no es eso. Es que no quiero que cargues tú con todo el peso. Yo puedo ayudarte, tengo dinero ahorrado.

—¿Eso es que quieres vivir conmigo? —le pregunté ilusionada.

—Por supuesto.

No pude evitarlo y me levanté de la silla para darle un beso. Me senté en su regazo y Dylan rodeó mi cuerpo con sus brazos.

—No quiero volver a separarme de ti, nunca.

Volvimos a unir nuestros labios, pero fuimos interrumpidos por el camarero, que dejó nuestros platos en la mesa y se marchó. Regresé a mi sitio y empezamos a cenar.

La comida estaba deliciosa y entonces comprendí porqué había que pedir mesa con tanta antelación en aquel restaurante.

Cuando salimos del restaurante, pusimos rumbo a nuestro nuevo apartamento, que estaba en Midtown Manhattan. Con el poco dinero que había conseguido reunir durante esos meses no pude conseguir un piso muy grande, pero sabía que para nosotros dos sería nuestro pequeño hogar por un tiempo.

Tuvimos que subir cuatro pisos hasta nuestra puerta. Dylan sacó la llave y abrió la puerta lo suficiente como para que pudiéramos ver el interior.

Uno de los motivos por los que escogí este piso, fue porque ya venía amueblado y solamente tendríamos que traer nuestras cosas para instalarnos.

—¿Qué te parece? —le pregunté cuando ya estuvimos dentro.

—Es perfecto —me dijo antes de darme un beso en la frente.

Dylan examinó cada rincón y se dirigió a la habitación. En el centro, había una cama un poco más pequeña que la mía, pero en ella cabíamos perfectamente los dos.

—¿Te apetece que durmamos aquí esta noche?

No respondió a mi pregunta, pero sí me pilló por sorpresa cuando se acercó a mí y me cogió entre sus brazos. Rodeé su cuerpo con mis piernas y besé sus labios tímidamente, pero él se encargó de intensificar el ritmo.

Mis pies regresaron al suelo y Dylan bajó la cremallera de mi vestido, que se deslizó por mi cuerpo hasta caer en el suelo. Volvió a cargarme entre sus brazos y me dejó sobre la cama.

Se quitó la camisa y se tumbó sobre mí, colocándose entre mis piernas. Se deslizó por mi cuerpo para besarme desde el estómago hasta mis pechos y metió su mano debajo de mi espalda para desabrocharme el sujetador.

—Dylan...

Pasó sus dedos por la tela de mi ropa interior y me estremecí.

—Dime que esto es lo que quieres, lo que deseas hacer.

Había pensado tanto tiempo en mi primera vez con Dylan que ahora que había llegado el momento estaba bloqueada. Claro que habíamos hecho otras cosas antes, pero nunca habíamos llegado a dar el paso definitivo.

—Dylan, te deseo tanto.

Sabía que la primera vez me iba a doler, que tal vez no iba a ser lo que esperaba, pero que Dylan me tratara con tanto cuidado y que hiciera que nuestra primera vez fuera tan especial me hizo sentirme tan feliz.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora