―Lo mismo ―mintió mi padre. Por alguna razón le había agarrado manía.

Mis hermanos se dieron cuenta de la tensión que emanaba de mi padre. Blanca y Manu se lo vieron venir, Mer y los pequeños parecían estar viendo a alguien cavando su propia tumba y Alec pareció sonreír como victorioso. Yo ya me había dado cuenta que a Alec no le simpatizaba Jesse, aunque no tenía ni idea. Entonces, Susy, quien veía a Jesse como si fuera un ciervito en las garras de un león, nos apuró a todos a entrar a casa con la promesa de mate y facturas.

Después de eso, todo quedó en paz. Para el mediodía, toda la familia logró almorzar tranquilamente en el gran comedor. Bueno, con toda la tranquilidad que se puede esperar de doce personas alborotadas y ansiosas por ponernos al día.

El hotel iba bien y esta temporada había comenzado con más huéspedes que la anterior. Los preparativos de la boda de mi hermana estaban casi listos. Manu y Alec ya estaban preparando sus tesis. Blanca había conseguido un ascenso en el salón de belleza donde trabajaba y ya había encontrado una escuela en la que Olivia comenzaría la primaria el siguiente año. Ignacio nos mostró su uniforme de quinto que usaría el año entrante. Federico fue reconocido por sus cuadros en la exposición de fin de año de su escuela.

Y yo tuve que mentir. No pude decirles que me había convertido en una de las locutoras más famosas de la provincia. Que ahora trabajaba ayudando a las personas con sus problemas sentimentales. Así que simplemente dije que me fue bien en los finales.

Pero fue Jesse quien acaparó toda la atención. Prácticamente tuvo que contar toda su vida para saciar la curiosidad de Susy y finalmente conseguir la aprobación de mi padre. Y casi inició una guerra con Nacho por el Real Madrid y el Barça.

A la siesta, entre todos armamos el arbolito, encendimos la primera vela del januquía de Rina y decoramos nuestra casa hasta que parecieron sacadas de una película navideña, a excepción que estábamos en verano y hacía unos cuarenta grados.

♥ ♥ ♥

El programa especial era un éxito. Desde el estudio no daban abasto con los mensajes que llegaban deseándonos feliz navidad, saludando a sus seres queridos y repartiendo paz y amor. Por otro lado, nosotros contábamos anécdotas de este año entre chistes y carcajadas. Realmente sentía como que estábamos todos juntos, aunque nos separaran varios kilómetros.

—¡Muy bien, todos! ¡Atención! —exclamó Guido por sobre nuestras voces—. Aunque es un poco temprano, nosotros abriremos nuestros regalos.

Los chicos silbaron y todos aplaudimos.

—Aquí en la radio jugamos al Santa Secreto —prosiguió nuestro líder—. Así que ahora todos abriremos nuestros regalos e intentaremos adivinar quién fue nuestro Papá Noel.

Unas semanas antes de volver a casa habíamos hecho el sorteo. El día de la fiesta en la casa de Guille, todos habíamos llevado los regalos envueltos y que solo tenían el nombre de los destinatarios, y antes de volver cada uno tomó el suyo.

Primero abrieron sus regalos quienes estaban en la estación: CDs, ropa, libros y cosas algo raras que fascinaron a sus dueños. Algunos Santas Secretos fueron fáciles de adivinar, otros no tanto. Guillermo descubrió rápidamente que yo era su Santa cuando se encontró con un perfume de Antonio Banderas y la nota decía. "Ninguna chica se resistirá a este perfume" con emoticón de guiño incluido.

—Ahora es el turno de quienes ya están en las casas —anunció Percy—. Las damas primero.

—¡Sí, señora! —respondí ansiosa.

Entonces tomé la caja sobre la que D'Artagnan estaba durmiendo. Era del tamaño de un libro, la respuesta más obvia a qué regalarme siempre era un libro. Pero no fue así.

Las canciones de CelestinaWhere stories live. Discover now