Capítulo 15

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—Pero es que no entiendo porque no lo puedo saber —reproché.
—¿Qué parte de que es una sorpresa no entendió, señorita? —bromeó Niall.
—Odio los sorpresas —gruñí y me senté en su regazo mientras entrelazábamos nuestras manos.

Estaba en casa de Niall discutiendo sobre lo que hablaba con Marina ayer. Lo único que había dicho al respecto sobre eso era la palabra «sorpresa». Me empezaba a preguntar si esto tendría algo que ver con mi cumpleaños. Quedaba realmente poco. Cuatro días, y yo era de las que se hacían ilusiones verdaderamente rápido. Pero sin embargo, lo dudaba, porque no creía que Niall supiera cuando era mi cumpleaños.
Ahora que lo pensaba, llevaba algo más de dos años sin celebrarlo, a si que, ¿por qué este iba a ser diferente?
Suspiré y Niall interrumpió mis pensamiento cuando rompió el silencio:

—¿Y tú? ¿Quieres hablar de lo de ayer?
—¿De qué?
—De porqué llorabas desolada en un banco por la noche. Podía haberte pasado algo —me deshice de su agarre y me quedé de pies en su salón.

No respondí. Me quedé callada. No me gustaba hablar del tema. Agaché la cabeza. Suspiré. Pensé. ¿Y si se lo contaba? Un día explotaría de dolor con todo esto. ¿Por qué no se lo contaba a Niall? ¿Qué mejor persona que ella para hablar de esto?

—Es complicado. Y duele... mucho —Niall me atrajo hacia él y me obligó a sentarme en el sofá mientras recostaba mi cabeza en su hombro.
—No quiero que me cuentes nada si no quieres. Solo quiero que te desahogues.

En ese preciso instante un escalofrió recorrió mi cuerpo. Un nudo se hizo en mi garganta y noté como las lágrimas se iban acumulando en mis ojos.

—La primera vez que me fui de casa tenía quince años. —empecé, con la voz quebrada— Esa noché mi padre me pegó, como era rutinario en mi casa. Me escapé. Me fui corriendo de aquel lugar del horror. Esa noche terminé durmiendo en un frío callejón. Puede que fuese demasiado joven, pero no aguantaba más. Cogí mis cosas y abandoné mi casa. Diambulé por varios dias en la calle, durmiendo en bancos mientras la lluvia y el frío recubrían cada rincón de Madrid. Un día mi suerte, mi vida, cambió. Una señora se hizo cargo de mí. Me dió un trabajo y una habitación para poder dormir... hasta ahora. Hasta hace un par de semanas que me mudé aquí.

Terminé de hablar y di un suspiro. Cuando quise darme cuenta las lágrimas salieron e invadieron mi rostro. Aunque pareciese mentira, me sentía bien.  Por fin había soltado todo. Por fin me sentía libre, sin cargos. Llevaba más de dos años soportando eso en mi interior. Ahora, Niall era la única persona que lo sabia. Y me sentía bien conmigo misma. No pude resistirme ha esbozar una pequeña sonrisa. Por fin me sentía mejor.

—Alguien como tú no se merece una vida como esa. ¿Sabes qué? Hubiese preferido un millón de veces que todo eso me hubiera pasado a mí. No te mereces eso.

Iba a decir algo, pero a veces decimos cosas y luego hacemos otras. Entonces tenía la necesidad de besarle. Estampé mis labios con los suyos mientras ponía mis manos en su nuca y él hizo lo mismo. Movía mis labios con necesidad. Y los suyos con compresión. Creo que podía pasarme la vida pegada a su piel. Suspiré en medio del beso y nos separamos. A continuación le di un abrazo. Lo necesitaba. Le necesitaba. Me encantaban sus abrazos. Era una forma de darte fuerza. Eran especiales. Eran inexplicables.

—Me voy a trabajar —dije de repente.
—¿No tenías día libre?
—Si, pero vamos a ver, ¿quién te da una baja por falta de sueño? Paso de quedarme todo el día en casa encerrada mientras tú y el mundo tenéis que trabajar. Si estoy bien. He dormido bien. ¿Que hora es?
—Las once.
—Perfecto. No.
—¿No?
—Se que vas ha decir que si me acercas en coche y te voy ha decir que no —él rió mientras negaba con la cabeza.
—Me voy ya, ¿hablamos luego, sí? —dije dándole un pequeño beso furtivo.
—Adiós —dijo dándome un beso en la mejilla.

(...)

Marina puso no muy buena cara cuando entré en la cafetería. Se dirigió hacía mi con el ceño fruncido. 
—¿Qué parte de mañana no vengas a trabajar, descansa, no entendiste?
—Estoy bien, ¿sí? Que no duerma una noche no significa que me tengas que dar la baja de un día. Para quedarme en casa sin hacer nada, pues vengo aquí.
Finalmente, cedió.
—Está bien. Pero si te notas mal avísame y te vas a casa. 

Sonreí satisfecha y me puse a trabajar.

(...)

—¿Puedes atender a la mesa cuatro? —me preguntó Marina desde detrás de la barra.
—Si, ahora mismo voy.

Me acerqué a aquella mesa y un anciano me indicó que quería un cortado. Yo asentí y fui a preparárselo. Cuando lo tuve listo fui a entregárselo a su mesa. Pero, en cambio, el café se me cayó de las manos produciendo un estruendo por toda la cafetería, produciendo que todas las miradas apuntaran hacía mí. Incluido la suya. Él estaba ahí. Mi padre. Esa persona que me había hecho tanto daño a lo largo de mi vida, estaba ahí, mirándome fijamente. Podía sentir que con sus ojos esmeralda me atravesaba el alma. Me agaché para recoger los pequeños trozos de porcelana del suelo. En cuestión de segundos me levanté y me fijé en la puerta. No estaba. Había desaparecido. Le busqué con la mirada en la calle.  Le localizé. Me quité el mandil y salí corriendo de allí, dejando confuso a todo el mundo. Corrí lo más rápido que pude hasta estar a un par de metros de él. Sentimientos de odio y esperanza se mezclaban en mi interior. Inmediatamente los recuerdos invadieron mi mente. Cada paliza que me daba estaba siendo proyectada en mi mente como una película. Un nudo se me hizo en la garganta produciendo que me costara algo respirar.

Rápidamente cogí mi móvil y le hice un par de fotos. Las revisé y me aseguré de que se apreciaba bien su rostro. En efecto. Sonreí satisfecha para mí misma y seguí andando detrás de él, con sigilo, mientras las personas inundaban las calles. Hice dobled en una esquina, y cuando volví mi vista hacía él, no estaba.

Mierda.

Suspiré un par de veces y me senté de rodillas en el suelo de la calle. ¿Por qué mi vida era tan complicada?

(...)

—¿Estás bien? —dijo Marina al verme— Estás pálida. ¿Te encuentras bien?
—Sí. No es nada, tranquila.
—¿Va todo bien? ¿Quieres hablar de algo?

Simplemente no dije nada. No estaba de humor para hacer nada. Quería ir a casa y llorar. Solo quería eso. 

—No me encuentro bien. Quiero irme a casa —ella asintió conforme y abandoné el establecimiento.

  (...)     Suspirando, me metí en la cama. No eran ni las dos de la tarde, pero me dolía todo el cuerpo. Ya no sabía ni que pensar de todo esto. ¿A qué había venido? ¿Qué estaba haciendo aquí? Tenía miedo. ¿Y si volvía ha hacerme daño? Me abrazé a mi misma mientras cerraba los ojos, pero un pitido del móvil me hizo volver a abrirlos. Lo cogí y un mensaje me apareció en la pantalla del móvil indicando que la batería del móvil se estaba acabando. Lo ignoré. Finalmente decidí mirar las fotos que había hecho anteriormente. Mi rostro cambió automáticamente al ver que su rostro, el rostro de mi padre, en las fotos no estaba.           

Escondidos → Niall Horan || (sin editar)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant