Capítulo 5

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—¡Dios mío del amor hermoso y bendito! ¡¿Se puede saber porqué no me habías dicho nada?!—exclamó Marina.
—¡Chsst! Todo el mundo nos está mirando —susurré riendo.
Era viernes y había ido al Radford Bowles ha ver a Marina, pues todavía estaba de baja. Y así, le contaba lo que pasó con Niall.
—¿Se puede saber porque no me habías dicho nada? —repitió.
—Por que quería venir a contártelo en persona —reí.
—¡Pues cuentáme de una vez lo que pasó! —exclamó susurrando interesada.
—Tampoco pasó nada interesante...
—Mentira —canturreó. Mentira, mentira, mentira.
—¡Vale! Estuvimos todo el día juntos. Me llevó a Nandos, recorrimos Londres y me llevó a su sitio favorito —dije finalmente.
—¡Lo que daría yo por salir con él! —bromeó histérica. ¿Y no paso nada más?
Me quedé pensado unos instantes más:
—Me besó... en la mejilla. Y dijo que era un encanto. Y me dio la mano —dije notando como mis mejillas ardían.
—¡Venga ya! ¿Me vas ha decir que no le gustas?
—Es que no le gusto. Hemos salido una vez como amigos. No me conoce. Además, no creo que le guste una chica que vive en un barrio pobre de Londres y que trabaja en una cafetería.
—Eso no tiene nada que ver. Si de verdad le gustaras, si estuviera enamorado de ti realmente, le daría igual donde trabajas o donde vives. O el mismo caso si solo te quisiera como amiga.
—dijo sonriendo
—Gracias —le agradecí.
—¿Tu has visto las fotos? Cualquiera diría que ahí hay algo —sonrió pícara.
Y es que Niall tenía razón. Alguien nos había hecho fotos y las había subido a internet.
—Pero no lo hay. Somos amigos, simplemente —sonreí tristemente.
—Se nota mucho que le gustas. Solo es cuestión de tiempo.
En ese mismo instante mi teléfono empezó a vibrar. Me quedé muy sorprendida al ver que era él. De repente me puse incómoda y nerviosa. Marina lo notó. El teléfono seguía sonando, y ella habló:
—¿Hablas tú o hablo yo?

En ese instante pulsé el botón de "llamada entrante".
—¿Sí? —dije al fin.
—Hola —dijo alegre. Mmmmm... Me gustaría preguntarte si te gustaría venir a mi casa esta tarde.
—¿A tu casa? —al pronunciar esto Marina se sorprendió— Perfecto.
—Pues a las siete y media en mi casa —dijo satisfecho. ¿Quedamos en tu casa?
—¡No! —me alarmé. Mejor quedamos en el Radford Bowles.
—Hecho. Hasta esta tarde.
Colgué el teléfono. Un conjunto de emociones me invadia por dentro.
—¡Has quedado con él! —me interrumpió Marina.
Yo solo me dediqué a sonreirla. Estaba flipando en colores.
—¿Que horá es? —preguntó.
—La una y media.
—Vale, todavía tenemos tiempo. Hoy salgo a las cinco. ¿Me pasó por tu casa para arreglarte y eso? —dijo divertida.
—No hace falta. Me las apaño yo.
—Que no. Déjame ir. Por favor —dijo haciendo un puchero.
—Vale. Ven si quieres —dije sonriendo rindiéndome.

(...)

Eran las cinco y diez, cuando la puerta de mi apartamento sonó.
Al abrirla me encontré con una Marina deslumbrante con un montón de bolsas en mano al lado de su fiat 500 rosa y blanco.
Aún quedaban dos horas y casi media hora para quedar con Niall.

—¡Hola, hola! —dijo Marina.
—¿Se puede saber que haces aquí tan pronto? Quedan más de dos horas. Con una hora me las habría apañado yo sola perfectamente.
—Eso ya lo sé. Pero necesitas una segunda opinión —dijo entrando por la puerta.
—¿A dónde vas con tantas bolsas?
—¿Para quién te crees que son? ¿Para la vecina de arriba? —dijo sarcástica.
—¿Son para mí? —dije gratamente sorprendida.
—¡Pues claro!
—¿Se puede saber cuánta ropa has comprado? —dije mientras ella dejaba las cuatro bolsas encima de mi cama.
—En total son tres conjuntos. Uno de pantalón, otro de falda y el último de vestido. Todos son una mezcla entre formal e informal. Tú elige,  y luego los que queden me los quedo yo —dijo riendo ante su comentario.
Sacó, en primer lugar un precioso vestido negro de seda con unos tacones naranjas. Era preciosísimo. En segundo lugar, sacó un pantalón corto fucsia de cintura alta y una camiseta blanca con un dibujo de unas botas negras y unos tacones fucsias. Y por último una falda de plumas azules con una camiseta de tirantes negra.
Los tres conjuntos eran ideales. Después de pensar durante un buen rato que iba a ponerme, al final lo tuve claro. Optaría por la opción del pantalón.
Me fuí al baño para probarme la ropa. Tardé un minutos en vestirme, hasta que finalmente salí para que Marina me viera.

—¡Estás guapísima! —respondió ella gratamente sorprendida. ¡Te queda genial!
La camiseta por dentro me hacia una figura mas estilizada y los pantalones de cintura alta y los tacones me hacían ser mál alta de lo que era.
Marina y yo nos metimos en el baño donde me empezó a ondular mi media melena rosada. Me puso base, brillo de labios, sombra de ojos, corrector y numerosas cosas que le dio tiempo a ponerme en la hora que estuvimos en el baño.
Finalmente, me miré en el espejo. Me veía guapa. Mi pelo estaba ondulado haciendo que llegara justamente por el.hombro. El maquillaje era lo justo y necesario, y hacía que mi cara pareciese aún más angelical. Estaba bastante contenta con el resultado. Sonreí para mí misma satisfecha.
Miré el reloj. Eran las siete menos cuarto. Hasta las siete y diez que ya nos iríamos habría que matar el tiempo. A sí que decidí ofrecerme para hacer algo:

—¿Quieres helado? —me ofrecí.
—Vale —respondió sonriente.
—Voy a por ellos.
Cogí las tarrinas de helado y las llevé al salón. Nos sentamos en el sofá y nos lo comíamos mientras hablábamos. Llegó la hora. Eran las siete y diez. Cogimos su coche y en quince minutos estábamos en el Radford Bowles. Estaba cerrado, a las seis cerraba normalmente, a sí que decidí esperar en la puerta.
—¡Que nervios. Me va a dar algo! —decía inquieta.
—Ey, relájate. Todo va salir perfecto —me tranquilizó sonriendo.
—¡Ay dios! ¡Corre! ¡Vete! ¡Que ya viene! —dije alarmada.
Niall venía por la calle inferior a esta, andando tranquilamente con unas camiseta gris, unos pantalones negros y sus gafas ray ban
—¿¡Qué!? ¿Quieres que me vaya?
—Me voy a morir de la vergüenza. Aléjate aunque sea un par de metros. Por favor —dije con un puchero.
—Está bien —se rindió indignada. Pero mañana cuéntamelo todo —dijo remarcando el "todo".
Cuando volví a mirarla Marina se había ido y que Niall estuviese a centímetros míos era cuestión de segundos.
—Hola —me saludó él con una cálida sonrisa que dejaba ver sus perfectos y blancos dientes.
—Hola —le devolví el saludo con una sonrisa.
Me dió un beso en la mejilla, y me indicó que le siguiera.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—A mi casa —dijo mientras me abría la puerta de su lujoso coche rojo.

(...)

El trayecto no se me hizo largo, a pesar de que vivía un poco a las afueras de Londres. Llegamos a una zona donde había muchas casas individuales. Todas ellas parecían bastante amplias y eran de color blanco. Aparcó en frente, de lo que debería ser su casa.
Abrió la puerta y me paré a observar lo grande que era. Por dentro era también era blanca y el salón era enorme. Tenía un jardín con una barbacoa al otro lado de la casa. Había numerosos cuadros. Un sofá blanco, enfrente de una enorme televisión de plasma. También había una vitrina con un montón de premios, que supuse que habían ganado.

—Acomódate en el sofá —dijo él.
Me senté en el sofá, y a los pocos segundos él lo hizo también.

Escondidos → Niall Horan || (sin editar)Where stories live. Discover now