Desde la muerte. Parte I

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Por primera vez, después de tantas revelaciones, entré en pánico.

Si las acciones de Daniel habían cambiado el curso de la historia y esta debía reescribirse, el Creador no estaría muy complacido. ¿Cuál sería el castigo que nos impartiría ahora?

—¿Crees que Daniel corre riesgo de muerte por alterar el designio divino?

—No puedo decir a ciencia cierta cuáles serán las consecuencias, pero no creo que la muerte sea una.

Quizá fuera cierto, él no estaba marcado como yo. Había sido creado por Iris, pero no su tátara nieto.

Me pregunté si mis ancestros también habían estado involucrados en aquellas luchas contra el mal y entregado su vida en el proceso. ¿Y qué hay de los que se habían revelado y negado su destino? Por primera vez, empecé a atribuirle un nuevo significado a la muerte prematura de mi madre.

—¿Tú lo sabrás? ¿Tendrás conocimiento de lo que le ocurrirá a Daniel, antes de que pase?—cuestioné.

—Las visiones no funcionan así Alise, lo siento...

Me explicó que no era conocedora de todas las profecías divinas, solo de aquellas que la involucraban directa o indirectamente. Además dijo que su cognición respecto al devenir podía ser total o parcial.

En ese momento, supuse que era probable que Sonia solo hubiera conocido una parte de mi destino, ya que no le había mencionado nada a Vera respecto a mi trágico final.

También Iris me informó que las predicciones eran muy difíciles de interpretar. El mensaje divino se manifestaba, por lo general, de manera confusa pues estaba encriptado. A veces, era solo la voz de Dios sonando en el interior de su mente, otras también se forjaban imágenes mentales sobre lo que iba a acontecer, lo que facilitaba la resolución del enigmático presagio.

En ese momento sentí la muerte acercarme más que nunca.

—Aquí tienes querida— dijo la reina, entregándome un recipiente hexagonal, similar a una gema. En su interior resplandecía el elixir —. Asegúrate de que cada enfermo beba un poco. Eso bastará para sanarlo.

—Gracias. ¿Alcanzará para todos?—averigüé. El tamaño del contenedor era muy pequeño.

—Por supuesto. El poder del receptáculo hará que el líquido se regenere solo. Ha sido creado con los mismos materiales cerúleos de la fuente—explicó, dejándome más tranquila.

De vuelta en la cabaña, mi tátara abuela me enseñó uno más de sus tesoros. Se trataba de un espejo oval de marco dorado, que colgaba en una de las paredes del cuarto.

—Sé que estás preocupada por Daniel, pero tranquila, por aquí podrás verlo—comunicó, señalando el cristal.

Al principio, vi espesa niebla gris cubriéndolo, luego la bruma se disipó y aparecieron algunos puntos luminosos que comenzaron a moverse y a agruparse hasta formar una imagen sólida que, poco a poco, fue tomando color y adquiriendo mayor definición.

Lo primero que reconocí fue el árbol corazón. Su copa proyectaba una sombra escarlata sobre su rostro dormido. Daniel, mi valiente ángel, seguía sumergido en un profundo sueño inducido.

Su cabello perpetuaba los vestigios de noche. Era tan negro como el ónix y contrastaba con la claridad de su tez.

No pude evitar dejar escapar un suspiro.

—¿El espejo es como una bola de cristal? Te enseña lo que quieres ver—aventuré.

—En realidad, muestra los deseos del corazón, los anhelos más puros y sinceros.

—Entonces, ¿cómo sabías que vería a Daniel?

—No hace falta tener dones adivinatorios para saber lo que anhela tu corazón, querida—la reina esbozó una sonrisa cómplice.

—¿Qué ves tú?—me animé a preguntar.

—En este momento a ti, Alise... Solamente te veo a ti.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora