Génesis. Parte III

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Sus ojos se iluminaron al evocar antiguas reminiscencias.

››Los ‹‹Ángeles Supremos›› o ‹‹Arcángeles››, como suelen llamarnos algunas doctrinas religiosas mundanas, somos ángeles esculpidos en el reino de los cielos, por las manos del mismísimo ‹‹Creador››, y hemos desempeñado distintas tareas a lo largo del tiempo. En mi caso, mi misión era comandar el ejército divino y defender a los hombres, las criaturas terrenales de Dios, de los demonios que habitan las profundidades de la tierra y que ocasionalmente cruzan los portales que unen los mundos, para sembrar el caos—explicó.

No me considero una persona religiosa, pero sí había leído la Biblia católica y recordaba que el Arcángel Gabriel era quien dirigía el ejército celeste. Aunque al parecer esas historias estaban erradas.

››Durante largo tiempo mi legión había librado batalla contra las huestes satánicas; los demonios eran aniquilados o enviados de vuelta a su dimensión. Sin embargo, las fuerzas del mal seguían creciendo y parecían tornarse cada vez más resistentes a nuestros ataques, mientras que las angélicas menguaban.—Suspiró—. Le había manifestado mis inquietudes al nuestro padre, solicitado la creación de más ‹‹Ángeles Supremos›› para equiparar los ejércitos, pero Él se negó. Confiaba en que las fuerzas celestes saldrían invictas pese a la disparidad numérica. En cambio, yo creía que la fe ciega de nuestro Creador lo obnubilaba, por lo que tomé una decisión radical.

Hizo una breve pausa. Se la notaba mucho más tensa. Su semblante estaba rígido.

››Debido a que disponía de un gran poder celestial, exterioricé parte de este, vertiendo mi propia esencia divina sobre el agua. Así surgió el ‹‹elixir de la energía vital››, con el que fui capaz de crear una nueva clase de seres mágicos. Mi objetivo era restituir aquellas bajas que se habían producido en el ejército, pero toda acción tiene sus consecuencias, y la mía no fue la excepción.

Su bello rostro se cubrió de sombras y su expresión se tornó doliente.

››La nueva especie, que surgió a partir de una transmutación de criaturas terrestres ordinarias en seres mágicos gracias al poder divino de mi esencia, lejos de ser temerarias eran pacíficas, puras y nobles, completamente incapaces de dañar a otros.

—¿Pero qué hay de los ángeles? –interrumpí—. Ellos son guerreros.

—Así es, pero fueron creados mucho después, cuando era demasiado tarde para marcar una diferencia—informó—. En fin, a esas alturas el Creador se había enterado de mis acciones, las cuales fueron vistas como un acto de desobediencia, de rebeldía. Por lo tanto, mi padre decidió aplicarme un castigo.

Iris me explicó también que la creación era una acción delicada que implicaba, no solo un gran poder, sino también una enorme responsabilidad. Además era una tarea reservada únicamente para los dioses.

››Mi padre me exilió del ejército de ‹‹Ángeles Supremos›› quitándome mis alas, las cuales eran símbolo de gloria y honor, y me condenó a una vida terrenal. Si bien no destruyó mis creaciones, sin su protección, sin hogar, y con la responsabilidad de toda esa raza de nuevos seres a cuesta, debí hacer un trato con los humanos para permanecer en la tierra...

Esa parte de la historia era bien conocida para mí.

—Debió ser duro sufrir dos exilios—reconocí—. Aunque hiciste un buen trabajo con este lugar.

—Gracias...No obstante, a veces no puedo evitar pensar que estamos en una especie de jaula bien adornada que nos mantiene seguros, pero que en definitiva no deja de ser una prisión—alegó. Sus palabras me recordaron a las dichas por Daniel.

Sentí una gran compasión por ella.

—Lo siento mucho.

—No te preocupes. El castigo fue justo y en el proceso aprendí cosas que me hicieron madurar y me convirtieron en lo que soy ahora. —Se obligó a sonreír. Iris me parecía admirable. Otros en su lugar habrían repudiado al Creador por el castigo impartido, pero ella lo aceptaba y cargaba el peso de sus acciones con dignidad y valor.

››Entonces...esta es toda la historia de nuestro génesis—puntualizó—, y ahora que la conoces estoy lista para oír tu veredicto y suplicarte perdón.

Sus palabras llegaron de forma inesperada. Me quedé absorta por unos instantes.

—¿Mi veredicto y mi perdón? —repetí.

—Así es. He fallado en mi tarea de proteger a la humanidad dos veces. El mal proliferó en la tierra y muchos inocentes pagaron las consecuencias. Aún queda demasiado daño por reparar y me temo que al final otros se verán involucrados en el pago de mis deudas.

Sus ojos dorados se eclipsaron. Por un momento, pensé que sus palabras encerraban mucho más de lo que transmitían de forma superficial.

—Pues...—Exhalé. Dejar salir el aire contenido era una buena forma de dejar ir la tensión—. La verdad es que soy verdugo o juez para dictar sentencia, ni impartir castigo. Pero, si te hace sentir mejor, tienes mi perdón Iris. El pasado no se puede cambiar, pero quizá no sea tan malo; después de todo, de no ser por tus acciones hoy no estaría aquí, no existiría siquiera, y tú no tendrías una nieta a quien consentir —bromeé. Su majestad apenas sonrió. Seguía envuelta en su velo de tristeza—. ¿Dije algo malo?

—Todo lo opuesto. Has sido demasiado gentil con esta reina.—Una vez más acarició mi rostro con afecto, antes de incorporarse—. Quiero mostrarte algo querida, sino te molesta continuar el viaje.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora