Prisionera. Parte III

788 204 92
                                    

Aproveché para salir de mi escondite y me acerqué a ella, que sollozaba con gran amargura

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aproveché para salir de mi escondite y me acerqué a ella, que sollozaba con gran amargura.

—Alise... ¡¿Qué haces aquí?! —indagó sorprendida—. ¡Por Dios! ¿Has oído algo?

—Lo he oído todo —afirmé, y ella se tensó —. Pero cálmate, todo saldrá bien. Te voy a liberar y luego idearemos un nuevo plan. —Intenté reconfortarla, mientras evaluaba cómo era el cerrojo de las cadenas que llevaba.

—¿Cómo puedes decir eso después de oír mi confesión? Argos tiene razón Alise, soy un monstruo. Merezco estar así. ¡Déjame y ve a ocultarte! —Se apartó.

—No eres un monstruo. Ya te lo he dicho, lo oí todo, y por eso sé que actuaste de esa forma porque creías que era lo correcto. Acabaste con la vida de tu hijo porque resultaba una amenaza para otros, incluso para tu propia familia. No podría juzgarte y menos dejarte sola cuando arriesgaste tanto por mí. Incluso estás en esta situación por mi culpa, porque intentabas encubrirme.

—Sé que intentes salvarme Alise...—Suspiró, abatida—. Pero te pido que dejes las cosas así. Permanecí en la oscuridad por mucho tiempo y este es el castigo que merezco.

‹‹No se da por vencida esa mujer. Quiere ser castigada›› pensé, mientras intentaba abrir el cerrojo con ayuda de un anzuelo.

—Mira...—continué hablando, sin detenerme en mi tarea, luchando con el pasador y su testarudez —Acepto que lo que hiciste no fue lo mejor del mundo—Vera me miró con expectativa, esperando el juicio—. Pero te arrepentiste por ello, y estoy en condiciones de afirmar que cargas con ese peso día tras día. Tu mirada es reflejo del dolor que aún te causan tus actos. Hay mucha más bondad en tu interior de la que piensas y es justo tu buen corazón el que te traerá a la luz de vuelta.

Sus ojos se iluminaron.

››Así que deja de lamentarte y castigarte por lo que no puedes cambiar—añadí, antes de que intentara rebatir —. Mejor intenta rectificarte, ayúdame a cumplir con mi destino y yo te ayudaré a liberar a tu gente y a ti misma en el proceso. Juntas acabaremos con el verdadero monstruo.

Los cerrojos se abrieron de pronto, liberándola de las cadenas.

—Gracias, pequeña— musitó, frotando sus enrojecidas muñecas. A continuación, secó sus lágrimas—. Eres realmente un ser muy espe...

Las palabras quedaron atoradas en mitad de su garganta.

El joven soldado había regresado junto con Darius, tomándonos por sorpresa.

En cuestión de segundos, los grilletes volvieron a las muñecas de Vera y a las mías.

Darius me condujo hacia el piso superior, hasta la Sala de Reunión donde se encontraba Argos, quien me concedió una sarcástica bienvenida.

—¡Querida! ¡Dichosos los ojos que te ven! Me alegra que nos acompañes en este viaje.

‹‹Ya lo creo que sí››

Me sentía idiota por haberse puesto tan fácil al desgraciado. Si existía una profecía para mi vida, ya la había echado a perder con mis erráticos actos.

››Apuesto a que estás agotada y hambrienta. Ser la rata a bordo no es tarea ser fácil—continuó, insidioso. Yo me limité a guardar silencio y mirarlo con ojeriza—. Me encargaré de que seas atendida como mereces.

Tomándome del brazo, me escoltó a mi camarote.

—Aquí te quedarás a partir de ahora—indicó. Sobre la litera había una muda de ropa y artículos de aseo, los cuales necesitaría porque había perdido todas mis pertenencias, incluso la espada —. Los guardias estarán apostados en tu puerta por si necesitas algo—. ‹‹Típico›—. Te sugiero que te pongas cómoda y descanses, porque desde ahora vuelves a ser la traductora oficial de nuestro ángel. Eso de las ‹‹notitas›› es irritante.

Tras aquellas palabras se retiró, cerrando la puerta con un golpe seco.

Exploré de forma breve el camarote e ingresé al sanitario para asearme y cambiarme de ropa. ¡Odiaba el verde militar!

Sobre la mesa de noche había una charola con fruta y otras provisiones.

Ingerí un poco de líquido y me limité a comer algunas uvas.

Los parpados me pesaban y sentía el cuerpo cada vez más agotado, por lo que me recosté en la cama, hundiéndome en oscuros abismos oníricos.


Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora