La Tierra Mítica. Parte III

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 Descendimos por la colina y nos fuimos adentrando en el  prado

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 Descendimos por la colina y nos fuimos adentrando en el prado. Allí las sensaciones se intensificaron.

El aroma que desprendían los capullos era dulce, hechizante. Caminábamos a través de matas de flores violáceas, cuando tuve la sensación de que estas se estremecían y vibraban como las cuerdas de un violín, ante nuestra presencia.

Extendí mi mano para tocar una de ellas y los pétalos aletearon, como las alas de una mariposa, provocando que su corola se elevara por el aire desprendiéndose del tallo. 

En menos de un segundo, todo el  florido manto violáceo la imitó y decenas de pétalos flotaron a nuestro alrededor

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En menos de un segundo, todo el florido manto violáceo la imitó y decenas de pétalos flotaron a nuestro alrededor. Nos envolvieron en una nube fragante y se elevaron sobre nuestras cabezas, para luego salir volando al otro extremo del prado, al igual que una parvada de aves migrantes, dejando solo tallos desnudos.

—¿Qué fue lo que pasó? ¡¿Por qué se fueron?!—cuestioné, preocupada.

—No te alarmes —me tranquilizó Daniel—. Las ‹‹violetas quisquillosas›› son flores muy susceptibles. Pero mira. —Señaló hacia lo lejos, hacia el punto donde las flores habían volado—. ¿Puedes verlas posadas sobre otros tallos?

¡En efecto, las ‹‹violetas quisquillosas›› habían encontrado un nuevo hogar!

Continuamos la andanza y nos introdujimos en el bosque. El aire allí se había vuelto más fresco y húmedo, por la mezcla de tierra mojada y de hierbas.

Seguimos un camino de musgo y hojas irisadas.

Los rayos del febo se deslizaban juguetones sobre los troncos de los árboles y coronaban sus follajes, aumentando la intensidad de sus matices. 

 

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Había tramos donde el cuadro que la naturaleza ofrecía  era íntegramente rosa, magenta, o azul cobalto

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Había tramos donde el cuadro que la naturaleza ofrecía era íntegramente rosa, magenta, o azul cobalto.

No era capaz de reconocer la mayoría de las plantas, porque eran especies mágicas nuevas, pero otras eran similares a las que crecían en ‹‹El Refugio››.

El trino de las aves poblaba la atmósfera. Se trataba de una melodía clara, precisa, no solo eran silbidos, sino acordes completos, notas armoniosas.

Me esforcé en las copas de los árboles para poder apreciar a aquellas compositoras anónimas, pero no tuve éxito, ya que también eran expertas en camuflaje y se mimetizaban con el paisaje.

En medio de un claro, hallamos un pequeño manantial de aguas tranquilas, ungidas por la luz crepuscular.

—Este lugar es magnífico—comentó Vera, y se dispuso a beber del agua del manantial —. Hay tantas plantas medicinales nuevas que podría pasar la vida entera clasificándolas—añadió, con emoción.

También me había acercado a la fuente. El camino había sido largo y me había provocado sed.

Aquel elixir era revitalizante, y capturaba los tonos del arcoíris.

—La vegetación es hermosa, pero me llama la atención no haber visto animales —analicé.

Tenía la esperanza de ver unicornios o montar un Pegaso, ya que los caballos eran mis animales favoritos.

—De hecho, hay varias criaturas aquí—reveló Daniel —. Solo deben saber encontrarlas. —Se acercó y señaló hacia un sauce de electrizantes hojas plateadas—. Observa el tronco con atención—solicitó. Fijé la vista en la rugosa corteza—. ¿Notas el par de ojos que nos miran?

¡Era cierto!

Pude reconocer un rostro en el madero y la silueta de una criatura, similar a un ser humano, pero con rasgos propios del entorno natural del cual formaba parte.

—¡Lo veo!—expresé.

—¡Y yo!—manifestó mi tía.

—¡Perfecto! Ahora observen los lirios de las orillas ¿qué encuentran esta vez?

—Hay dos pétalos extra en ese lirio que parecen no encajar—señaló Vera.

—¡Bien hecho! —felicitó Daniel—. Porque esos no son pétalos...

—Son alas—dije, interrumpiendo—. ¡Es un hada!

—De las muchas que habitan el bosque encantado—argumentó mi compañero.

Me embargó el pensamiento de que esa especie era mi antepasada—por parte de mi familia paterna— y mi corazón se aceleró.

››Pueden mostrarse por completo—animó el ángel—. Ellas no les harán daño.


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Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora