La historia de un tirano

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Cuando se resolvieron aquellos ‹‹formalismos››, el dictador pasó a lo que realmente le resultaba importante: la planificación del viaje al mágico mundo.

Sobre el escritorio, yacía depositado un pesado libro de encuadernado negro, que tenía un par de alas plateadas grabadas en relieve en la portada.

Argos abrió el manuscrito y se hicieron visibles, en sus hojas apergaminadas, imágenes de una primitiva y desconocida cartografía. En cierto aspecto, el diseño se asemejaba al de los mapas antiguos.

—Este es un libro muy especial, como podrás ver Daniel —indicó el soberano—. Seguramente te estarás preguntando ¿cómo lo obtuve?

Me lo estaba preguntando.

Daniel, en cambio, no realizó gesto alguno, aunque había aprendido a leer sus ojos y la duda asomaba en estos.

La mirada de Argos se tornó lejana y polvorienta, como si estuviera desenterrando recuerdos de una antigua tumba memorial.

››Podría decirse que la suerte estuvo a mi favor—continuó, aun ante la falta de respuesta—. Cuando las primeras guerras por los recursos tuvieron lugar, servía en el ejército como soldado y durante un bombardeo, que casi me cuesta la vida, se abrió una brecha en el suelo cerca de nuestro pelotón. La abertura develó una entrada a un subsuelo. El recinto albergaba diversos objetos arcaicos, de inusuales características para nuestra época o nuestro mundo, entre ellos, este libro—Deslizó sus yemas sobre las frágiles hojas.

››Había varios manuscritos con el mismo formato, pero escritos en lenguas que no pude comprender. No obstante, el ejemplar que poseo era legible y me permitió conocer la historia de tu raza. También supe acerca de la existencia de la fuente, que otorga ‹‹inmortalidad›› a quien beba de sus aguas milagrosas.

En ese momento comprendí con exactitud cuál era el secreto de ‹‹la fuente de la energía vital›› y entendí el interés del maligno en poseerla. También me enteré, a través del relato, que los ángeles de ‹‹Tierra Mítica›› eran una raza de guardianes, soldados del bien, y que sus alas servían como escudo y arma a la vez, ya que en ellas estaba concentrada toda su fuerza y poder. Esa era la razón por la cual se las habían quitado a Daniel.

Este apretó la mandíbula y su semblante empalideció, más de lo habitual, ante las revelaciones. Su categoría sobrenatural había cambiado de ‹‹ángel›› a ‹‹fantasma››.

Durante su explicación, Argos hizo alusión a los mapas, donde figuraban los ‹‹Santuarios Naturales››, que servían de resguardo a las criaturas sobrehumanas que aún moraban en nuestro planeta, indicando que ‹‹El Refugio›› era uno de esos espacios mágicos (lo que era irónico, porque parecía más una prisión)

También referenció los portales ocultos en la tierra, aquellos que posibilitaban el paso entre los mundos y que solo podían abrirse en presencia de un ángel.

Acto seguido, el mandatario le solicitó a Daniel que trazara la mejor ruta hacia el portal más cercano.

Mientras aquel se veía obligado a cumplir sus deseos, mi mente trataba de asimilar los nuevos descubrimientos.

Al fin podía comprender la magnitud del plan de Argos. El tirano había pensado con frialdad cada detalle y hecho las mejores alianzas. Era consciente de que el ejército era la fuerza que necesitaba para mantener el orden y su actual posición en ‹‹El Refugio››. Al principio, había creído que lo obedecían porque controlaba las medicinas, pero después de todo lo expuesto en el último tiempo, me daba cuenta de que Argos controlaba algo más importante: a las criaturas mágicas, incluida su esposa, y mientras la tuviera sometida podía hacer lo que le plazca. Vera era capaz de curar enfermedades con solo tocar a la gente y crear nuevos y asombrosos medicamentos, pero era él quién tomaba las decisiones, quién decidía la vida o la muerte de las personas.

Sentí vértigo y un nudo comenzó a formarse dentro de mi estómago cuando la conjetura final tuvo lugar: si Argos lograba llegar a ‹‹la fuente de la energía vital›› y obtener inmortalidad, entonces ya no tendría que preocuparse por nada, ni nadie; hasta Vera le sería prescindible.

Rogaba que Daniel hubiera elaborado un plan efectivo para detenerlo antes. La expectativa me ponía enferma.

Por fortuna, la reunión acabó tras estipular una probable fecha de partida.

Salí de aquella habitación, a la que era posible que nunca más regresara, con una gran congoja, mientras Daniel me dirigía una mirada extraña, quizá de despedida o preocupación. A esas alturas me era imposible leerlo. 

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora