La trampa. Parte II

629 184 55
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Minutos después de marcharse el primer grupo, regresó uno de los militares a reclutar a más soldados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Minutos después de marcharse el primer grupo, regresó uno de los militares a reclutar a más soldados. Darius se dispuso a ir con ‹‹Señor››, pero el muchacho le recordó que su tarea era vigilarnos (como todo el perro guardián que era) El comandante esbozó una mueca de disgusto, tragándose su orgullo. No podía cuestionar al joven, pues las órdenes eran directas de su soberano.

Se dedicó a vigilar el túnel con gran curiosidad y expectativa.

En ocasiones nos dirigía alguna mirada admonitoria, aunque era consciente de que no seríamos tan tontas para escapar. La deteriorada salud de Vera apenas le permitía moverse. Además, sin las luces de las lámparas, no se veía demasiado y la montaña era un interminable manto de obsidiana, bajo el que se ocultaban criaturas de pesadilla, una verdadera trampa mortal, en fin.

Pese a ello, había sopesando la posibilidad de escapar e ir tras Daniel. Cuando el fuego de mi antorcha se extinguiera y la oscuridad nos invadiera, saldría corriendo hacia el corredor. Si Daniel fracasaba en su misión, porque el destino se ponía pretencioso, ahí estaría para cumplir la profecía.

—Qué oscuro y frío está aquí abajo—murmuró Vera. Un hálito vaporoso de desprendió de sus labios temblorosos.

—Es cierto—acordé, y la envolví en un abrazo. Fue cuando sentí la humedad brotando de su ropa.

—¿Qué es esto?—No di tiempo a que responda, ya que en ese momento acerqué la luz hacia su cuerpo y noté la mancha escarlata que se esparcía por su costado. ¡Sangre!—. Vera tu herida. ¡Ha vuelto a abrirse! ¿Por qué no dijiste nada? ¿Acaso no te duele?—Ella negó. ‹‹Claro, puede controlar el dolor›› recapacité. Aún así, su vida podía estar en riesgo.

Comencé a examinar el corte en detalle y noté que, aunque era pequeño, estaba infectado y la piel ligeramente ennegrecida. Su don no era tan efectivo frente a los efectos demoníacos.

Mi tía volvió a tiritar.

›› ¡Tienes fiebre!—expresé a sentir la piel de su faz hervir.

—No me estoy sintiendo nada bien —admitió. Tras esas palabras un vahído la embargó.

¡Había perdido el conocimiento!

La sostuve para que no se desplomara, apoyando su cabeza en mi regazo.

—Vera... ¡Por favor, despierta! —Comencé a entrar en pánico—. ¡Eh tú, imbécil! —grité a Darius. El comandante me taladró con la mirada.

—¿Cómo me llamaste niña?—Comenzó a acercarse con actitud amedrentadora. Pero, al contemplar a Vera, sus facciones trasmutaron en un gesto de alarma —. ¿Qué pasó? ¿Qué le has hecho a la esposa de ‹‹Mi Señor››?

—¡No le he hecho nada a mi tía, imbécil! —Darius me dirigió una mirada de repudio. En otras circunstancias me hubiera abofeteado, pero no era tan estúpido para ignorar la advertencia de Daniel—. Vera está mal herida desde el ataque. El corte se abrió y perdió mucha sangre, por eso se desmayó.

—Te advierto que si me están engañando...

Le enseñé la lesión, descorriendo la chaqueta que usaba para hacer presión y evitar que la sangre siguiera fluyendo. Darius empalideció cuando un flujo de linfa negra brotó de aquel corte.

—Fue el demonio que nos atacó el que le hizo esto. Por eso no sana por sí misma. Necesita alguna medicina...

—Me viste cara de boticario niña—se quejó.

‹‹Te veo cara de muchas cosas››

—No, pero Argos puede sanarla. Él confiscó mi mochila y allí había ungüentos que podrían servir. Tienes que ir por ellos...antes de que...

Darius se mostraba indeciso.

—No puedo dejarlas solas—dijo, dubitativo—. Tengo órdenes que seguir...

—Sí, y una advertencia que considerar—le recordé—. Si ella muere será tu culpa y tendrás que vértelas con Daniel.— Percibí el temor aflorando en sus facciones y aproveché el momento de vulnerabilidad para continuar—. También con Argos.

—A ‹‹Mi Señor›› no le interesa la vida de su esposa...—comentó, vacilante.

—No, pero dos rehenes son mucho más valiosos que uno y si la pierdes a ella, te puedo asegurar que tu cabeza no seguirá en el mismo lugar al final del día.

—No se muevan de aquí... Regresaré pronto.

Ni bien Darius se marchó, mis ojos se posaron en mi tía. Apenas sentía el débil movimiento de su pecho.

—Vera tienes que resistir, por favor...Aguanta un poco más—le rogué, y entonces el horror me abrumó. Había dejado de respirar. 

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora