Ángel supremo. Parte III

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Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas al verla

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Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas al verla.

Me acerqué a aquel pedestal y me puse de rodillas frente al ataúd.

Daniel e Iris, permanecieron unos pasos atrás.

—Horus, el halcón de fuego ‹‹Tierra Mítica››, la trajo hasta aquí —reveló la su majestad—. Es el guardián de los desafortunados y los difuntos. —Hizo una breve pausa—. Aunque no suele haber muchos decesos en mis tierras, algunos seres místicos optan por la mortalidad—señaló. Tragué saliva, para humedecer mi reseca garganta—. Mis hijos le han traído obsequios y están velando por el alma de Vera. Aunque algunos evocan ruegos y canciones de sanación...no pierden la esperanza.

—¿Por qué sanación? ¿No ha muerto ya?

—La muerte es tan ambigua—afirmó la reina—. Cuando Vera llegó a la montaña, su corazón se había detenido, pero aun así recibió el agua... A veces no hay que subestimar el poder de los milagros—dijo, con cierta intencionalidad.

Estiré mi mano para alcanzar el rostro de mi tía. Su piel estaba fría, pero no tenía aquella gélides penetrante que acompañaba a la mortandad.

—Háblale si lo deseas, eso podría ayudarle a volver...

En ese instante todo alrededor se difuminó. Solo estábamos las dos.

Acaricié su rostro, y acomodé sus cabellos con suma fragilidad. Entonces comencé a hablarle, rogándole que despierte, que luche desde su interior, que piense en aquellos que amaba. Sabía que allí encontraría la fuerza para regresar.

Continué así hasta mis palabras dieron el resultado deseado. 

Su cuerpo comenzó a emitir signos favorables, en forma de suaves vibraciones, que pude percibir gracias a mi nueva capacidad sensitiva. El tono marfil de tu tez se iluminó, y aquella luminosidad fue en aumento hasta convertirse en un brillo cegador.

Cuando este se atenuó, oí su voz:

—Alise, pequeña...—Se incorporó, y me envolvió en un asfixiante abrazo—. ¡Qué gusto estar de vuelta!

—Deberías estar orgullosa—declaré— ¡No cualquiera vence a la muerte dos veces!

Vera rio. Tanto su voz, como su risa, eran mucho más cantarinas. Además, la ingesta del elixir también había modificado su anatomía.

Distinguí una esbelta silueta de curvas suaves y delicadas, acordes con la docilidad de sus facciones.

Sus claros cabellos habían adoptado un tono aguamarina, a juego con sus nuevas alas, que emergían de su espalda como una mariposa saliendo de su crisálida. Las mismas le adjudicaban ese toque mágico, esa particularidad que hubiera tenido de haber nacido como una criatura mágica, y que finalmente poseía.

—¡Soy un hada! ¡Y tú un ángel! Vaya giro de los acontecimientos.

—Ni te imaginas...


—Estás preciosa, como siempre—dijo Daniel

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—Estás preciosa, como siempre—dijo Daniel.

Tras haber encontrado a mi tía por completo restablecida, mi mayor preocupación era él.

Me inquietaba saber qué clase de conversación habían tenido con Iris, y sobre todo, qué otros castigos le aguardaban.

—Gracias, aunque no soy la única belleza aquí—Le guiñé, con picardía.

—Lo sé, soy arrebatadoramente sensual, con alas o sin ellas—bromeó.

Intenté sonreír pero me asaltó una nueva punzada de culpabilidad.

—Mi amor, ¿qué ocurre? —Elevó mi mentón, para que nuestras miradas se entrelazan.

—Ya sabes lo que pasa—espeté.

—Te dije que no debes preocuparte por mis alas. Aunque hay algo que debes saber.

—¿Algo respecto a la charla con Iris? —aventuré.

Daniel asintió. Sus ojos estaban cubiertos de bruma azul.

—A causa de mis actos impuros, he sido exiliado de ‹‹Tierra Mítica›› al mundo humano—confesó sin rodeos, dejándome en shock momentáneo —. Pero entendería si tú quieres quedarte. Después de todo este es tu hogar ahora—añadió, tras mi estado de mutismo.

—Mi hogar es donde tú estés —afirmé con seguridad y, antes de que pudiera objetar, lo silencié colocando un dedo sobre sus labios—. No digas más y volvamos a casa.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora