La Tierra Mítica. Parte IV

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Entonces las míticas criaturas comenzaron a hacerse visibles, una a una, y pude ver por completo a la delicada hada con alas nacaradas como pétalos y a la esbelta ninfa cuya tez era similar a la corteza, con diminutas hojitas aflorando de sus poros

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Entonces las míticas criaturas comenzaron a hacerse visibles, una a una, y pude ver por completo a la delicada hada con alas nacaradas como pétalos y a la esbelta ninfa cuya tez era similar a la corteza, con diminutas hojitas aflorando de sus poros. También se hizo presente un hada de tamaño mediano, un tanto más exótica. Las plumas que le cubrían el cuerpo eran del color de las llamas. 

‹‹¿Será aquella hadita la responsable de los bellos acordes?›› sopesé

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‹‹¿Será aquella hadita la responsable de los bellos acordes?›› sopesé.

Todas las criaturas tenían forma humana, con rasgos naturales, animales o vegetales, entremezclados.

Percibí un movimiento en el agua en ese momento, y mis ojos detallaron a los pequeños pececitos que se escabullían entre los corales, produciendo ondulaciones en la superficie y alterando mi reflejo.

Me incliné y sumergí la mano en la parte más playa, con la intención de tomar un puñado de las brillantes rocas del fondo.

Admiré el botín que yacía en la palma de mi mano. A primera vista me pareció que eran piedras preciosas, responsables de los diferentes matices de las aguas, pero después estas empezaron a agitarse en mi mano, le brotaron patitas, y noté que eran criaturas acuáticas. ¡Había atrapado una nueva especie de cangrejos ermitaños!

Los solté y nadaron ávidos hacia su lecho en el fondo del lago.

Elevé la vista y mis ojos conectaron con los de Daniel. El celestial me observaba con gesto divertido.

—¡No me mires así, me pones nerviosa! —espeté, ruborizada.

—Lo siento... simplemente no puedo apartar mis ojos de aquello que me gusta.

¡Lo había logrado! ¡Estaba roja por completo!

Sus iris capturaban fragmentos del cobrizo cielo, y fue imposible no perderme en ellos.

Entonces, tomó mi rostro entre sus manos y se inclinó para besarme, pero ‹‹algo›› interrumpió la magia del momento.

‹‹Alguien›› nos había salpicado agua.

Advertí una criatura que nos contemplaba desde el fondo del manantial.

Advertí una criatura que nos contemplaba desde el fondo del manantial

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La mitad superior de su figura era parecida al de una joven humana. En la parte inferior tenía una cola de pez, cubierta de lustrosas escamas azul-plateadas.

Sus ojos eran tan límpidos como el agua y su cabello estaba cubierto de algas y otras plantas acuáticas.

Daniel soltó una carcajada.

—¿De qué te ríes? ¡Esa sirenita nos empapó!— me quejé.

‹‹Eso sin mencionar que ha interrumpido un perfecto beso››

—No es una sirena, se trata de una nereida. Protege la vida submarina—explicó. ¡¿A quién le importaba?!—. ¡Y no te enojes con ella! Tú empezaste cuando quitaste a esos cangrejos bebes del nido.

¡Encima la defendía!

La nereida asomó su cabeza a la superficie y me sacó la lengua. Luego agitó su cola, provocando un nuevo oleaje, y se alejó dejando una estela espumosa sobre aquel acuoso velo.

Abrí mis ojos como platos.

—¿Acaso viste eso? ¡Qué carácter! —exclamé, cruzando mis brazos, con enfado—. ¿Cómo podía saber que esos eran cangrejos? ¡Pensé que eran piedras preciosas! Además, podría habérmelo dicho en vez de echarme agua encima.

—Eso sería difícil, ya que las nereidas carecen de cuerdas vocales. Se comunican por ultrasonido como los delfines y ballenas de la tierra. Y en cualquier caso, no le prestes atención. Tal vez estaba celosa de ti.

Enarqué una ceja.

—¿Por qué habría de...—me interrumpí, entendiendo, al fin, su comentario—. ¡Carajo Daniel! ¡¿Acaso tenías algo con esa sirena?!

—¡Qué va, con esa no! Pero, no pude resistirme a ver tu expresión ante la posibilidad. Si supieras lo hermosa que te vez cuando te enojas. —Soltó una carcajada y, envolviéndome entre sus brazos, concluyó el beso antes de que pudiera protestar.


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