La luz de tu mirada. Parte II

761 192 86
                                    

Mi corazón se sobrecogió ante la ternura de su voz

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mi corazón se sobrecogió ante la ternura de su voz. Lo sentía tan cerca, tan íntimo, que solo quería besarlo de nuevo. Me contuve ante el temor de volver a salir lastimada.

—¡Tres días! ¿Cómo es posible? ¿Desde cuándo estás aquí conmigo? ¿Tú me quitaste la ropa?—Las preguntas emergieron todas a la vez.

Él rió.

—¡Con calma, Alise! No te vayas a fatigar— Tomó mi mano y me condujo a la litera inferior—Te explicaré todo...

Empezó entonces a narrar los sucesos de aquellos días en los que me había perdido en mi burbuja de ensueño. Me dijo que tras solicitar pruebas de mi bienestar, las cuales fueron negadas, terminó amenazando al tirano. No continuaría cooperando a menos que me viera con sus propios ojos, razón por la cual Argos terminó cediendo a sus deseos. (Por eso y porque en ese momento, ya me tenía en su poder de nuevo)

Cuando me vio, me encontró en un estado de letargo, sumida en un profundo sueño de nunca acabar.

Comenzó a impacientarse y a reclamar respuestas. El maligno debió confesar que habían usado conmigo jugo de uvas falsa morte, con fines ‹‹tranquilizantes›› (como no).

Le comunicó que el viaje no me había sentado bien y en pos de mi salud lo había hecho.

—Y en cuanto a la ropa...tú te la quitaste sola. Yo solo me dediqué a observarte—repuso, encogiendo sus hombros.

—¡Oye!—Le propiné un golpe en el brazo.

—¿Qué? ¡Era un gran avance! Una muestra de que pronto despertarías y de que tus sentidos se estaban activando—alegó, en su defensa—. Y yo, como buen ángel que soy, no detendría el proceso de tu mejoría—Me guiñó y en esa ocasión ambos reímos.

—Por cierto, gracias por cuidarme todo este tiempo—reconocí, cuando las risas cesaron.

—Siempre intentaré cuidarte...

Nuestros rostros volvían a estar demasiado cerca, al igual que nuestros cuerpos. Parecía que una fuerza magnética nos atraía.

Sus ojos me observaban, tras una gruesa capa de pestañas negras como encaje, las cuales le otorgaban un toque misterioso y encantador a su tinte natural.

En ese momento, de intrínseca conexión, fue cuando el beso sobrevino, inevitable.

Incliné mi cabeza de lado y coloqué mis manos en su cuello, absorbiendo el tibio fuego de sus labios, los cuales impartían en los míos suaves y rítmicas caricias.

Daniel llevó su mano sobre mi cabeza, mientras la otra se acomodaba en mi cintura, en aquella curva diseñada para el reposo de sus dedos.

—Te quiero—murmuró, en un breve intervalo y, con tan solo dos palabras, terminó de robarme por completo el aliento.

Me aparté un poco para poder contemplarlo, pestañeando para salir de transe.

—¿Lo dices en serio? —indagué, algo incrédula. No era exactamente lo que quería decir, pero los nervios y la inseguridad me jugaban una mala pasada.

—Por supuesto—Llevó mi mano hasta su pecho y la hizo reposar sobre aquel—. Mi corazón no me deja mentir —Sonreí, ante sus rítmicos latidos. Un cúmulo de emociones se arremolinaron en mi vientre. Las sentía como aleteos—. Cuando supe que te habían secuestrado, me desesperé. Una parte de mí se desgarró ante la posibilidad de que sufrieras algún daño. Me di cuenta entonces de todos los errores que había cometido, las estupideces que había dicho, lo mal que me había comportado contigo...en fin—Suspiró, con pesar.

››En el momento en que te vi, aunque dormida, la alegría de que estuvieras ilesa fue tan inmensa que abrió paso a un sentimiento que estaba en mi latente, pero contenido y entremezclado con otras sensaciones que me era imposible asimilarlo: amor.

—Daniel yo...—Sentía la garganta seca y el aire comenzaba a faltarme. Estaba hiperventilando—. Ya sabes lo que siento por ti, no me esforcé en ocultarlo después de aquel primer beso. Pero cuando dijiste aquello de que tú y yo no podíamos estar juntos...

—Me comporté como un cretino y te pido perdón por eso —interrumpió. Noté que sus ojos se apagaban— Entendería si ahora tú no sientes lo mismo. Tienes todo el derecho a rechazarme.

—No, no es eso...Déjame terminar —solicité—. Tenías tus razones para actuar así. No lo entendí en ese momento, y por eso dije aquellas cosas, pero lo hago ahora. Así que mentiría si no aceptara yo también te quie...

—Siento interrumpirlos ‹‹tortolitos››—Darius abrió la puerta de golpe. De ‹‹sentir›› nada, el maldito lo estaba disfrutando—. ‹‹Mi Señor›› te necesita de inmediato—dijo, mirando a Daniel—. Deja que la bella durmiente continúe descansando, y más vale que aproveche, nos esperan días sin dormir. 

Místicas Criaturas. El RefugioWhere stories live. Discover now