Mágicas criaturas. Parte II

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El sonido de las palmas y abucheos era estridente

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El sonido de las palmas y abucheos era estridente.

Las luces comenzaron a descender y, en esa ocasión, se manifestó en el escenario una anciana mujer, que había surgido de los jirones de niebla dispersos por el suelo.

Su rostro reflejaba la sabiduría del paso de los años, cada línea forjaba el plano de su longeva vida. Sus cabellos eran de un blanco plateado y sus ojos grises se asemejaban a rocas lunares. Su atuendo oscuro, como el mismo cielo nocturno, embellecido con rutilante pedrería, le confería el título de ‹‹reina de la noche››.

La mujer se acercó hacia un hombre del público, colocó su mano en su mejilla y dijo:

—Bienvenido al espectáculo Flavio. ¡Felicidades por el nuevo bebé! ¿Niña, verdad?—El interpelado asintió maravillado, al igual que la mujer ubicada unas filas más arriba, quien sostenía un retoño en brazos.

¿Adivinación o investigación previa? Considerando la clase de talentos que había contemplado aquella noche, me inclinaba por lo primero.

La misteriosa octogenaria siguió develando secretos e información de otras personas del público. Algunos fueron bien recibidos, otros no tanto, pero siempre daba en el blanco.

‹‹Hay cosas que es mejor dejarlas entre sombras›› Pensé, justo en el instante en que la vetusta mujer fijaba sus ojos cromados en mí, para luego subir hasta el palco. ¡Maldita suerte!

Argos, en cambio, no pareció inmutarse. Su falta de reacción resultaba lógica. Después de todo, ¿qué posibilidad había de que la vidente expusiera sus maquiavélicos planes o sus oscuros secretos?

Ancianas manos aterrizaron sobre los hombros de Daniel. Pero, apenas las yemas de la dama entraron en contacto con el ángel, esta dio un respingo, dirigiéndole una mirada de sobrecogimiento.

Supuse que, si en realidad podía leer a las personas como había demostrado hasta el momento, se había dado cuenta de que Daniel era un ángel y estaba al tanto de las crueldades que le habían hecho... Era eso o un show bien armado.

–¡Vaya, muchacho! En verdad eres todo un rompe corazones—expresó al fin la ‹‹adivina››, formulando una sonrisa que me pareció forzada.

El público, en cambio, rio de manera genuina.

Daniel, por su parte, parecía contrariado, y yo estaba seria por completo. La función se había vuelto incómoda, al punto de que me sentía prisionera de nuevo.

La fémina siguió hablando, indiferente a nuestros estados de ánimo.

››Veo desfilar hermosos rostros en tu mente— prosiguió, alentada por el jolgorio de la multitud. Su sonrisa, no obstante, tornó en una mueca amarga—. Pero la chica que más te importa parece no estar a tu alcance...Un amor trágico es lo que te espera si apuestas por ella... ¡Una autentica pena!—Dejó escapar un suspiro profundo, una exagerada muestra de sus ‹‹condolencias››.

En ese punto ya no sabía si decía la verdad o divagaba, pero Daniel estaba levemente ruborizado, así que algo de lo dicho debía ser cierto.

Era la primera vez que veía un poco de color en sus pálidos pómulos. De ángel temerario y vengador tenía mucho, pero de querubín muy poco.

De pronto, sentí la mano de la pitonisa sobre mi mejilla y mi corazón saltó en un rítmico pálpito.

‹‹¡Mierda! Por favor, no leas mis pensamientos›› Supliqué en mi interior, cerrando los ojos.

Sin embargo, ante el prolongado silencio, decidí abrirlos de nuevo.

La mujer estaba sin habla, mirándome absorta, y sus ojos se habían vuelto tormentosos.

—Pobrecilla —llegó a murmurar antes perder el conocimiento.

Los raudos brazos de Daniel lograron sujetarla, evitando el impacto, justo en el momento en que las luces de las farolas se apagaban sumiéndonos en la lúgubre bruma, que había arrastrado su cuerpo vaporoso hasta el palco.

Los murmullos de incertidumbre se alzaron, junto con algunos silbidos y abucheos.

Cuando la niebla se disolvió y hubo mayor visibilidad, noté que la vidente ya no estaba en ningún lado.

Miré a Daniel, quien se encogió de hombros y negó, igual de desconcertado.

Parecía que la mujer se había vuelto parte de la misma calima, escurriéndose de sus brazos.

En el escenario, apareció el presentador dando por terminada la función.

¡¿Qué rayos había pasado?!

La disconforme audiencia comenzó a retirarse, por órdenes expresas del soberano, del cual también recibimos unas últimas palabras de despedida.

—Espero que hayan disfrutado de la función, queridos míos. Estoy seguro de que tú más que nadie ha entendido y apreciado el verdadero significado del espectáculo —comentó dirigiéndose a mi compañero—Darius los escoltará al palacio.

Tras ese último dictamen se alejó, casi arrastrando a su concubina del brazo.

Vera ató, una última vez, sus verdes ojos en los míos, y en esa ocasión percibí un cambio en ellos. Su mirada era más firme, sus orbes estaban menos vacíos.

En el camino de regreso al transporte los pensamientos me atormentaban. No podía dejar de preguntarme si los poderes psíquicos de la anciana eran reales. De ser así, al tocarme, ella se había vuelto conocedora de mis secretos, de mis intenciones de escape, y si era leal al tirano y decidía comunicárselos yo... acabaría muerta.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora