Cautiva. Parte I

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El arrullo del tren era tan acogedor que me permitía soñar, algo inusual en mí

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El arrullo del tren era tan acogedor que me permitía soñar, algo inusual en mí.

Comencé a sumergirme en mis recuerdos más felices y deseé no abrir mis ojos jamás. Sin embargo, la poderosa luminosidad que se filtraba a raudales, incluso a través de mis parpados cerrados, me indicaba que ya era hora de despertar y de volver a la realidad.

Abrí los ojos con lentitud.

Los rayos solares entraban por una de las pequeñas ventanillas del tren y se derramaban sobre mí, abrigando mi cuerpo con su cálido manto de luz.

El astro rey se jactaba majestuoso desde lo alto, en un cielo despoblado de nubes, irradiando un fulgor deslumbrante.

‹‹No morí, por lo menos ha parado de llover›› pensé con ironía.

Evoqué entonces los sucesos de la noche anterior.

‹‹¿Quién cortó la cuerda? ¿Era tan frágil la liana que no soportó mi peso? ¡Imposible! Estoy famélica. Ni siquiera entiendo cómo no me he roto el cuello al saltar›› reflexioné.

En ese momento una imagen se hizo presente en mi mente: ‹‹la cosa››. Fuera lo que fuera estaba allí antes de que llegaran los soldados.

Mis orbes inspeccionaron el lugar. Fue cuando lo vi. De pie, como estatua de mármol, silente y estático, en un rincón del estrecho vagón.

Su palidez extrema desentonaba con el tono moreno de mi piel. Su cabello color ébano, de igual longitud que el mío, levemente ondeado, se deslizaba por su anguloso rostro y caía sobre uno de sus penetrantes ojos azules, los cuales parecían fragmentos del éter. Su cuerpo esbelto y musculoso me reveló que no había pasado hambre.

Cuando volví a contemplar sus facciones me di cuenta de que tenía una expresión sombría. Se notaba desorientado y abatido. Además descubrí que su cuerpo mostraba signos de violencia. Al menos, eso me indicaba la gran venda que cubría parte de su torso y espalda desnudos.

‹‹Por lo menos tiene pantalones›› pensé.

Estos eran extraños, de un tinte atezado que, en contacto con la luz solar, se tornaba plateado. A simple vista el material con el que estaba confeccionada la prenda se me asemejó a una cota de malla de la época medieval. Pero no era metal, sino tela. El único acero que tenía era el de los grilletes que aprisionaban sus manos y pies.

‹‹¡Demonios grilletes! ¡Entonces es peligroso!›› Me alertó mi mente. ‹‹Me ha tocado compartir mi vagón celda con un loco. ¿Dónde está el maldito cuchillo?›› Palmeé mi cuerpo para buscarlo. Entonces me di cuenta de la obvio: me lo habían quitado. Pero había algo peor, yo también estaba encadenada.

En ese punto supe que el joven no era un loco. Él, al igual que yo, era un prisionero.

¿Cómo había acabado allí? No lo sabía. Y menos podía establecer si era él la figura que brillaba como una luciérnaga en el bosque.

Intenté tranquilizarme, aclaré la garganta y sin más, lo bombardeé con preguntas:

—¿Cuál es tu nombre? ¿Quién eres? y ¿Por qué te buscaban?

Él solo respondió dos de tres, pero las respuestas que obtuve fueron suficientes para dejarme sin habla...al menos por un rato.

—Mi nombre es Daniel y soy un ángel.

Místicas Criaturas. El RefugioWhere stories live. Discover now