Estuvimos el resto de la hora hablando sobre lo que se nos ocurría. Sobre las cosas más interesantes que nuestras mentes podían idear. Me contó, también, que el chico nuevo estaba en su clase y que parecía estar bastante amargado.

Reí por eso, aunque no me haría mucha gracia estar en su situación.

Tuve ganas de pedirle que se acercara a él, pero sabía que no lo haría. Jake podía ser muy reacio a conocer personas nuevas a veces. Yo misma tardé tres largos meses para lograr que me saludara al pasar a mi lado.

Nadie sabía muy bien cómo nos habíamos vuelto así de cercanos, ni nosotros mismos. Era como si la relación que teníamos, fuera tan especial, que sentíamos que siempre hubiera estado allí. Aunque ninguno de los dos lo sabía al principio, pero fue cuestión de tiempo que nos diéramos cuenta.

Cuando sonó el timbre dejamos el centro y, con un abrazo de despedido, Jake se fue a entrenar con su equipo mientras yo iba a entrenar con el mío. Sí, lo  consideraba un equipo, ya que éramos como unas quince chicas en total. Así que, si todo el equipo de futbol se lesionara, podríamos jugar en su lugar.

Aunque eso sería catastrófico.

En los vestidores que había en el gimnasio, todas las animadoras nos cambiamos y nos pusimos los uniformes. Estos estaban formados por una parte de arriba muy apretada que nos tapaba lo suficiente y que nos llegaba hasta la mitad de las costillas y una parte de abajo compuesta por unas braguitas especiales y una minifalda que apenas tapaba nuestro trasero.

Todo eso, de color blanco, como si alguna de mis compañeras fuera virgen todavía. Eso me causaba más pena que otra cosa. No entendía como chicas de catorce años estuvieran mucho más metidas en ese juego que yo misma. Era algo muy triste ver a niñas hacer esas cosas.

Después de hacer un par de vueltas al campo de futbol, donde el equipo estaba estirado en ese momento, empezamos a estirar nosotras. Ser animadora era una cosa que la gente no apreciaba, pero trabajábamos muy duro para no fallar.

Fueron tres horas de entrenamiento, de nuevas coreografías, de continuas caídas por parte de las nuevas y, en algún momento, silbidos por parte de los chicos que se encontraban entrenando en el mismo espacio que nosotras.

Una vez que al fin conseguimos hacer una pirámide decente. Ocurrió lo que a veces tenía miedo de que pasara. Una pelota de futbol estalló contra la espalda de la chica de en medio, haciendo que esta perdiera el equilibrio y, por consiguiente, que todas las chicas nos cayéramos. La peor parte nos la llevamos Kitty y yo.

Éramos las que estábamos arriba.

Cuando mi cabeza se estrelló contra el suelo, fue un momento horrible. Me dolía tanto, que incluso no me quise mover por miedo a que el dolor aumentara.

Oía a las chicas que no paraban de quejarse y gritar un poco, va que Kitty estaba a mi lado, pero con los ojos cerrados. Me asusté y, pese a mi intento para hacer que el dolor apaciguara, gateé hasta ella. Con bastante miedo a que se hubiera hecho más daño del que había sufrido yo al caer desde unos cuatro metros de altura.

-         ¿Kitty? –dije con un hilo de voz-.

-         July, ve y mata a esos orangutanes antes de que deje de controlarme –me dijo mientras se sentaba mientras se sobaba la cara-. Dios, esto sí que dejará marca –dijo y yo reí un poco al pensar en todas las animadoras con un moretón en la cara-.

Me levanté, pero pronto volví a caer. Ser tirada desde cuatro metros de altura, era algo que no te ocurría muy a menudo, pero tu cabeza sí lo sentía. Poco a poco dejé de estar mareada, como la mayoría de las chicas, suponía.

Blue, Deep and Yours |Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora