Esos ojos azules que me acompañaron durante varios meses en mi primer año, ya no estaban, lo supe desde el primer instante. Una sensación fría me hizo darme cuenta el mismo día en el que me dejaron de observar.

Algo faltaba.

Algo de lo que no tenía constancia, pero sabía que no estaba.

Desaparecieron como por arte de magia.

Kitty y yo, por así decirlo, nos habíamos hecho más cercanas. Ella dijo que, al estar en último año, tenía que dejar el instituto en buenas manos y yo tuve la suerte de ser la elegida. Esa era la única rezón por la cual me había empezado a hablar. No había nada complicado en eso, era una relación de conveniencia mutua, aunque eso creí solo al principio.

Ella era la reina y yo lo sería muy pronto. Ella, ahora con casi veinte años, estaba en su último año después de repetir dos veces por no trabajar ni hacer caso a nadie. Sus padres no la dejaban irse a menos que acabara el instituto y, por lo menos, se graduara de éste.

Dejando aparte el pasado por unos instantes, las clases pasaron ante mis ojos y muy pronto fue la hora de ir a la cafetería para almorzar algo.

Ya allí, en la mesa donde me había sentado los últimos dos años, fui una de las pocas en probar bocado. Un sándwich vegetal, en concreto. Uno de los problemas que las animadoras tenían, era el tema de la comida. Cada una de ellas la miraba de una forma diferente, pero por miedo a que dijeran algo las demás, no comían delante de ellas.

Yo, al contrario, nunca tuve esos delirios de no comer nada. Hasta Kitty a veces comía comida de la cafetería, era algo que le dije que tenía que empezar a hacer. Nos llevaríamos bien, después de dos años, las personas pueden conocerse bastante y yo, al contrario que muchas de las chicas que la conocían desde hacía casi una década, era uno de sus puntos de apoyo. Uno de los más fuertes.

-         ¿Habéis visto al nuevo? –dijo Kitty alzando las cejas sugestivamente mientras miraba a todas las chicas de la mesa-.

Esa frase se repetía tres o cuatro veces cada curso, era una manera algo discreta de indicarnos que teníamos que empezar a jugar. Cada una tenía sus propias tácticas pero, sin duda, Kitty era la más directa de todas.

-         No. ¿Qué tiene de especial? Siempre hay gente nueva después de que empiecen las clases –preguntó Marie, una de las chicas de segundo año-.

-         Es el chico más mono que ha entrado éste año. –dijo mirando su comida un poco nerviosa, como siempre lo hacía-.

Le apreté la pierna un poco, en señal de que no tenía que sentirse mal ni asustada en ese momento.

Había secretos que era mejor no decir en voz alta…

-         ¿Cómo se llama? ¿Te has enterado de quién es? –preguntó otra chica, no me fijé muy bien en quién, tenía hambre-.

Kitty se aclaró la garganta, esa era una señal de que había estado investigando y que tenía información para contarnos. Suspiró y, luego de un par de segundos de intriga, sonrió con autosuficiencia.

Ese era el estilo de Kitty, le encantaba el drama.

-         Sí. Se llama Louis Tomlinson, se trasladó hace un par de años a otro instituto, pero iba a éste los primeros años. Está en último curso ahora y sé que repitió por no prestar mucha atención en clase el pasado año. Tiene los ojos azulados y el cabello castaño oscuro, no es deportista pero dicen que esta mañana tocaba entrenamiento y que tiene un cuerpo siete, eso debe de estar bien –dijo Kitty sorprendiéndonos a todas, la verdad, tres horas y ya sabía toda esa información. En una semana sabría su grupo sanguíneo-. Mierda. Allí viene, chicas –dijo mientras se mordía el labio sensualmente y caminaba hacia él mientras el susodicho la miraba un poco traumatizado-.

Blue, Deep and Yours |Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora