«Cinquante»

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« Cinquante » –Dieu, Toi et Moi part deux.

Hablemos. —dice el señor Angers, su petición suena más como una orden, no digo nada y lo sigo por el corto pasillo.

Nos guía a través de las personas, dado que el apartamento no es muy grande, las miradas de asombro y pánico son palpables en las caras de algunos, sobre todo en el rostro de David.

Me percato de que tiene la intención de ponerse de pie he impedir que la famosa conversación de adultos llegue, le regalo una mirada cálida seguido de una negación hacia su impulso.

Suspira, asintiendo poco convencido de lo que está pasando.

Prosigo mi camino junto con el señor Angers que hasta ahora no había observado bien, no era un hombre canoso, a pesar de su edad un poco avanzada, su cabello negro frisado con algunas que otras canas y sus ojos azules, me hacían saber de dónde había David heredado esas dos perlas de colores.

Salí de mis pensamientos cuando el señor Angers se detuvo invitándome ¿gentilmente? A tomar asiento en una de las mesas, en la parte trasera del bloque, obedecí a el pedido que su mirada me otorgaba.

El clima estaba frío, ese estilo de frío que te provoca ansiedad, ganas de estar junto a esa persona que amas, pero justo en este momento lo único que el día provocaba en mis entrañas era pánico y poca confianza a mis acciones.

—¿cuáles son tus verdaderas intenciones con mi hija? —cuestionó aquel hombre, con su voz rasposa y cargada de odio.

Suspiré. Últimamente me la pasaba solo suspirando, tratando de expulsar toda mi ansiedad por mis labios. Frote mis manos y clave mis ojos en la mirada fría y cargada de odio de aquel hombre que se hacía llamar suegro.

—mis intenciones son muchas. —afirme, su semblante decayó haciendo que su ceño se frunciera y que mis ojos se abrieran. —no es exactamente lo que usted está pensando, señor Angers.

El carraspeó, frotando su frente. —tienes demasiadas agallas, te pareces al sin vergüenza de tu padre. —gruñó, más para sí mismo.

Puse mis ojos en blanco, cansado de este tema. —hijo de tigre sale pintado. —esbocé una tensa sonrisa. Aquel hombre volvió a gruñí. —¿era de eso que deseaba hablar conmigo? —pregunte un poco casando, solo deseaba entrar y pasar un excelente cumpleaños con mi corona.

Elevó una de sus cejas, observándome con cierta prepotencia. —quiero que renuncies a ella. —sus ojos azules cambiaron un poco de intensidad.

¿El realmente venía de pedirme algo tan descabellado?

Reí. —jamás renunciaría a ella a menos de que Dios el mismo, me lo diga. —pasé mis manos por mis pantalones, luego erigí mi espalda en una pose altanera y orgullosa. — tengo demasiadas razones para no comer un error como ese.

¿Porque? —preguntó en un leve gruñido. —puedes tener millones de mujeres, cualquiera, pero ¿porque tenías que enamorarte de mi hija? —hizo énfasis en cada frase.

Alce mis ojos a los cielos, observando las nubes, pensando en cada una de las palabras que saldrían por mi boca, estaba seguro de ellas y sobre todo seguro de mis sentimientos.

Nunca antes me había enamorado. —comencé a decir, recordando las pocas veces que alguna de las chicas le había mostrado alguna muestra de afecto, ya que en el pasado no conocía ese tipo de sentimientos. —en algo tiene razón, yo podría tener cualquiera mujer si bien lo deseará, podría escogerlas, como el pintor selecciona sus colores para pintar su obra.

«y al final cuándo terminará y viera que no está satisfecho simplemente se deshace y toma otra. —esbocé una sonrisa triste. —yo podría hacer eso, pero seguiría sintiéndome incompleto, solo y abandonado, y al final mi pintura no tendría color.

Me enamoré de una chica Pentecostal © [1]  BORRADOR COMPLETO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora