Capítulo 38: Fuego Cruzado

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"Ni siquiera tuvimos un aviso o una evacuación programada como ésta. Mientras aquí pueden elegir hasta qué llevar, nosotros corríamos con las bombas cayendo sobre el distrito... -rememora con rabia y tristeza.


Tigris se ofrece a hacernos de espía ya que es la única por la que no ofrecen recompensa. Nos quedamos bajo siete llaves, mirando cómo se mete en la muchedumbre, con una bolsa de tela al hombro. Doy vueltas como animal enjaulado por el sótano, desquiciando al resto. Cressida cambia vendajes porque yo no estoy nada concentrada para hacer de enfermera, mi única obsesión ahora es cómo matar a Snow. También pienso que es peligroso salir con tantos ojos observando. Sin embargo, intuyo que no aprovechar el perfecto encubrimiento que nos proporciona la ola de refugiados es un error.


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- Podríamos camuflarnos con las pieles de Tigris. Ella lo entendería -propongo.

- Creo que es mejor esperar que regrese con alguna información sobre cómo están las cosas allá afuera -opina Peeta.

Pollux hace un gesto como alas y luego indica al techo, que Cressida traduce:

- Pregunta si vamos a salir volando por el techo... porque estamos encerrados con llave -me recuerda.


Bufo exasperada y sigo caminando de allá para acá hasta que mis piernas se cansan y me siento con la espalda contra la pared, acariciando una manta de piel que uso como cobertor de cama. Reviso lo único que pudo traer Uranía, oculto entre las capas de su ropa (los agentes revisan bolsos y sospechosos): un par de pistolas y un saquito con una veintena de balas. Tal vez se las entregue a Pollux y Cressida, dudo que sea buena idea que Peeta porte un arma, anoche estuvo hablando solo, enojado consigo mismo, lo que prueba que todavía no está del todo bien. Gale y yo todavía tenemos nuestro arco, ballesta y flechas.

Entonces mientras estoy absorta en mis pensamientos, Peeta, que sigue esposado pero libre del soporte para moverse al baño o comer, viene a sentarse a mi lado y apoyamos nuestras cabezas juntas. El gesto fue espontáneo y mutuo. De a poco nuestros rostros se mueven para encontrarnos en un beso. No demasiado largo, porque hay otras preocupaciones, pero me recuerda el sabor de mi chico del pan; me recuerda los besos en la cueva, el picnic en la azotea, la arena en la playa y la boda secreta. Besos reales.


- Nos iremos en cuanto Tigris regrese con noticias -declaro, zanjando el asunto.


Sin embargo, las horas pasan y Tigris no regresa; tememos por su vida, pueden haberla aplastado en una estampida humana, les pareció sospechosa a los agentes y ahora la tienen detenida y/o torturada, ¿nos habrá delatado en tal caso?... ¿está muerta o sigue viva? Al fin tenemos la respuesta al atardecer, sentimos descorrer llaves y cerrojos, después un exquisito aroma a carne frita. Tigris nos llama a comer una sartén de jamón troceado con papas. Casi babeamos, hace días que no comemos algo caliente. La bolsa que llevaba está arrugada en el suelo y comenta que canjeó ropa por comida, la ropa interior de piel es un bien valioso para los que salieron en pijamas. Comemos viendo la televisión. Propaganda del Capitolio salpicada con breves informaciones para los civiles. Poco después, un presentador del Capitolio comunica que los residentes evacuados deben dirigirse hacia el círculo de la Ciudad y que los residentes de esa zona deben estar dispuestos a recibir refugiados. Incluso se solicita a los tenderos ceder el espacio disponible en sus locales para albergar desplazados.

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